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Edurne Pasaban sube con las parias del Himalaya

La alpinista, primera en escalar los 14 ochomiles, vuelve a las grandes cumbres para denunciar el trato vejatorio que reciben las mujeres en una zona de Nepal

Juan Morenilla
Edurne Pasaban, con dos mujeres nepalíes durante su viaje.
Edurne Pasaban, con dos mujeres nepalíes durante su viaje.

Edurne Pasaban vuelve al Himalaya. La primera mujer de la historia en ascender los 14 ochomiles regresa a las grandes cimas por primera vez desde 2011. Otros retos y empresas y el nacimiento de su hijo Max hace año y medio le hicieron alejarse de las alturas que le dieron fama. Hoy la alpinista guipuzcoana empina de nuevo sus pasos a los 45 años por un motivo muy distinto al de coleccionar un récord o tachar una cumbre. Su decimoquinto ochomil es denunciar la discriminación y falta de derechos que sufren las mujeres en la región del Saipal, en el noroeste de Nepal.

Para sus habitantes, el pico Saipal (7.031 metros) es el hogar de Bishnu, dios salvador en la mitología. Las montañas son moradas de los dioses, y la creencia ordena que las mujeres no pueden subir por sus laderas porque son consideradas impuras desde el momento de su primera menstruación. Entonces, según la costumbre llamada chaupadi, son enviadas a una chabola fuera del poblado “en condiciones deplorables”, según Pasaban, y con su vida en peligro. “Eso lo van a sufrir toda su vida. Siempre que tengan la regla, se las expulsa de casa. Son consideradas impuras. No se las puede tocar, ni te pueden tocar. Han de comer fuera de casa con platos y cubiertos que no toque nadie. No pueden cocinar ni tocar alimentos... La situación es peor de lo que esperábamos. Son chabolas muy pequeñas. A veces hay cuatro o cinco chicas en ellas. Hacen fuego para calentarse y algunas mueren asfixiadas”.

El Gobierno de Nepal ha prohibido esta tradición vejatoria. Hay multas económicas y de cárcel. Pero no hay policía en las montañas, y menos en un sitio tan remoto, al que apenas llegan expediciones, de modo que las familias han continuado con el escarnio. Algunas organizaciones han destruido las chabolas. Y el remedio ha sido peor. Las niñas han seguido siendo expulsadas de sus casas y obligadas en esos casos a vivir en la selva, a merced de las picaduras de culebras y del ataque de otros animales. Es parte de una vida en la que a los 14 años serán obligadas a casarse con un señor que no conocen y probablemente a los 15 estén embarazadas.

“Esto es muy duro”, cuenta Pasaban desde Nepal. Estos días ha visitado a mujeres enviadas a estas chabolas, ha conocido sus historias. Algunas le confiesan que quieren romper con esa tradición. Piden “otro futuro” para sus nietas. Como símbolo para romper esas cadenas, Pasaban escalará el Saipal con cuatro chicas de la zona, Sangita Rokaya, Laxmi Budha, Pabitra Bohora y Saraswati Thapa, jóvenes que han decidido dar un paso al frente para cambiar la sociedad en la que viven atadas. No fue fácil encontrarlas. La idea nació de un productor que hace años ya rodó un documental sobre el ejemplo de unas niñas nepalíes que jugaban al fútbol. Ahora quiere grabar también una cinta sobre estas nuevas montañeras. “Subir este sietemil está prohibido para ellas. Se dice que traen mala suerte en las montañas. Nosotros queremos concienciar de que no van a traer ninguna desgracia por escalar. Queremos demostrar que ellas pueden. Las mujeres son el mejor agente de cambio social, pero antes han de cambiar ellas. La expedición es una misión para cambiar a estas mujeres primero y que luego ellas ayuden a otras a cambiar”, explica Pasaban.

El objetivo futuro es que Sangita, Laxmi, Pabitra y Saraswati creen la primera agencia de trekking en la zona. “Es importante que trabajen en algo que no sea el hogar”, resume la alpinista española, “que se demuestren que pueden hacer algo ellas mismas, y que vean que hay un mundo en el que las mujeres decidimos por nosotras”.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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