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España, un fallo multiorgánico

Inglaterra aplica la fórmula más simple para exponer al error a Ramos y Busquets que, faltos de suficientes cómplices en Sevilla, perdieron 30 balones entre ambos

David de Gea y Sergio Ramos tras uno de los goles de Inglaterra. En vídeo, declaraciones de Luis Enrique tras el partido.Foto: atlas | Vídeo: PACO PUENTES / ATLAS
Diego Torres

El tercer gol de Inglaterra se gestó en plena desbandada española. Corría el minuto 38 y Sergio Ramos salió jugando con el balón controlado, desafiando la presión de los rivales, repentinamente invasores del campo local en el Benito Villamarín. El capitán levantó la vista en busca de un cómplice y vio que a su derecha Busquets estaba tapado por Kane. Cuando trató de conectar con Asensio fue demasiado tarde. Winks le cortó la línea de pase interceptándole el envío. El descontrol que se desencadenó tiene pocos precedentes en la historia de la Roja a lo largo de la última década. Hubo un trasiego de presiones, contrapresiones y errores encadenados que hicieron que los jugadores españoles llegaran cada vez más tarde a molestar a los rivales que recuperaban la pelota. El 0-3 cayó como un mazazo sobre el banquillo. Cuando acabó el partido, Luis Enrique se dejó en el vestuario un papel con una indicación en rotulador escrita en mayúsculas rojas: “Presión descoordinada... Errores individuales”.

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Contra la opinión más extendida, el juego que caracteriza a España no se define tanto por el número de pases como por el comportamiento de los futbolistas en el origen de las maniobras. Tanto cuando inician las jugadas como cuando inician los movimientos defensivos en los instantes posteriores a la pérdida. El gran mérito de Inglaterra en su victoria del lunes (2-3) consistió en desactivar a la selección exactamente en ese punto esencial.

Lo sufrieron Ramos y Busquets. Los dos pilares, las dos grandes certezas que le restan al equipo triunfador del ciclo 2008- 2012, resultaron más expuestos que nunca, y con ellos el resto de un equipo que busca referencias nuevas.

No se recuerda un partido en el que Ramos y Busquets perdieran más balones, con lo que eso supone de devastador para un modelo en el que el central y el mediocentro constituyen el primer canal de distribución. Ramos dio 121 pases, falló 12 para un total de 15 balones perdidos; Busquets dio 113 pases, falló 13 y perdió 15. Contra Inglaterra en Wembley (1-2) Ramos dio ocho pases malos y Busquets falló cinco. La variación denuncia la crisis de un modelo en el que el desequilibrio comienza por fallos en el origen de las acciones de ataque, exactamente donde operan Ramos y Busquets.

Sin el control del balón, España se desordenó. Sin el orden que le daba eso que Luis Enrique llama “fluidez”, también se perdió la eficacia defensiva.

“España”, explicó Gareth Southgate, el seleccionador inglés, “hace muy bien la presión tras la pérdida en campo contrario. Para evitarla, lo que hicimos es jugar en largo con Pickford [el portero], que saltó esa primera línea de presión buscando directamente a nuestros atacantes”.

El razonamiento, por su simpleza, devolvió a Inglaterra a la vieja senda táctica británica de los años ochenta y evitó con una facilidad insólita que los jugadores españoles se acomodaran en el campo rival, donde su confianza crece. Mientras De Gea iniciaba la jugada dándole la pelota a sus defensas (sus principales receptores fueron Nacho, Jonny y Marcos Alonso, a quienes dio tres pases a cada uno); Pickford se asoció directamente con los atacantes (su principal receptor fue Kane, a quien dio nueve pases).

La maestría de Kane para administrar esos pases largos de su portero, además de producir los dos primeros goles ingleses, llevó a la defensa de España ahí donde peor se encuentra históricamente: al cuerpo a cuerpo. Al duelo físico en el que los españoles siempre llevaron las de perder. “Nosotros”, decía Luis Aragonés, “no podemos chocar porque nuestra condición física de base es peor que la de la mayoría”.

Para evitar el contacto físico, Luis desarrolló un modelo basado en el control intensivo del balón. Para que tener el balón resulte eficaz, hicieron falta jugadores con un agudísimo sentido del tiempo y del espacio, capaces de ofrecerse y asociarse bajo la presión de rivales fuertes como los ingleses en Sevilla. Sin Alonso ni Xavi, sin Iniesta ni Silva, y, últimamente, sin Alba ni Carvajal, la selección se vio obligada a buscar ejecutores que estén a la altura de sus predecesores. Si Ramos y Busquets no encontraron salidas airosas fue porque algo no funcionó como solía cuando intentaron asociarse con Saúl, Asensio, Alonso y Jonny, y que Ceballos y Thiago —puestos por Luis Enrique a comandar el juego con Busquets en la segunda parte— proporcionaron en mayores dosis.

El seleccionador ya sabe cuál debe ser el criterio del reclutamiento. No se puede presionar bien si antes no se sabe tener la pelota.

Destinos cruzados de Marco Asensio y Raheen Sterling

Los destinos de Raheen Sterling y Marco Asensio se cruzaron en el Benito Villamarín. El español de 22 años, gran esperanza de la actual plantilla de la Roja, se deslizó suavemente hacia la inanidad por la que transita desde el magnífico partido que completó ante Croacia, el mes pasado, justamente en su última aparición internacional. El inglés, que tiene 23 años, confirmó su condición de gran figura emergente con dos goles y un incansable repertorio de movimientos de presión y desmarque que le consolidan como un futbolista regular a partir de su actividad en el campo.

Asensio parece deprimido. Casi recuerda al propio Sterling de la temporada 2015-16 cuando, después de militar en el Liverpool y fichar por el City a cambio de 64 millones de euros, cayó en un pozo de dispersión.

Sterling venía de meter siete goles y dar ocho asistencias con los reds y su repentina conversión en figura y objeto de reclamo publicitario le proyectaron a un estado parecido al letargo en su primera temporada en Manchester. Cuentan que el hombre estaba tan pendiente de jugar y entrenar como de coleccionar anillos y aros de brillantes cuyo quilate no dejaba de crecer. El muchacho se dejó fascinar de tal modo por la joyería que cuando llegaron las semifinales de la Champions descubrió que apenas se encontraba en condiciones de competir. Parecía un futbolista agotado por 20 años de oficio cuando el Madrid eliminó al City el 4 de mayo de 2016. Tenía 21 años y disputó media hora de partido.

Este lunes en Sevilla el atacante nacido en Kingston se convirtió en una de las mayores preocupaciones de Luis Enrique durante el choque que enfrentó a Inglaterra con España y que lo cruzó con Asensio en la misma banda. Estaba en forma. Venía de meter cuatro goles y de dar tres asistencias en los diez partidos que llevaba disputados con el City esta temporada. Gareth Southgate, el seleccionador, le empleó de extremo por la derecha para que buscara la espalda de la defensa que lideraba Ramos y Luis Enrique detectó que se descolgaba ofreciendo un flanco débil.

Cada vez que Inglaterra perdía el balón, cansado por el esfuerzo repetido, Sterling permaneció en campo español mientras sus compañeros bajaban a colocarse en defensa. De ahí que, según las notas encontradas por La Sexta en la caseta española, Luis Enrique mandara a Asensio a atacar ese hueco que dejaba libre su contraparte inglesa.

Asensio, que suma un gol y tres asistencias en 11 partidos con el Madrid esta temporada, dispuso de los 90 minutos del partido que España comenzó perdiendo 0-3 por obra de Sterling. Durante la primera parte se mostró tan disoluto como su selección. En la reanudación se activó un poco más. Si no para remontar, al menos para ingresar en la cuenta de asistentes: botó el córner que remató Alcácer, autor del 1-3.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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