El Alavés le empata en el descuento al Getafe
El equipo madrileño no resistió el empuje local en un duelo con poco fútbol
El Alavés escribe su fútbol con zumo de limón. Para poder leerlo hace falta pasar una llama por debajo del papel; para descifrar el juego del Getafe es imprescindible utilizar la máquina Enigma que inventaron los alemanes para esconder sus códigos durante la guerra. Son dos formas de jugar muy complicadas de decodificar. Por eso un Alavés-Getafe siempre es un ejercicio para los servicios de inteligencia de los dos equipos, un intercambio de señales en idiomas incompatibles.
Abelardo y Bordalás tienen un plan similar, un esquema idéntico, así que los dos equipos jugaban como mirándose en el espejo. El reflejo, de todas formas, no ofrecía una imagen demasiado estética. El partido se jugaba en los sótanos, sin demasiado espacio para la imaginación. La idea era esperar el error del rival y no promocionar la creatividad propia.
Por eso las galopadas de Jony se prodigaron muy poco; no afloró el espíritu de matador de Mata o Ángel, y el rifle de Ibai Gómez parecía encasquillado, incluso en el penalti que lanzó después del único error grave del Getafe en la primera parte, cuando descuidó la retaguardia en una veleidad ofensiva y Calleri se plantó ante Soria, que le derribó con la inestimable colaboración de Arambarri.
Tras el penalti fallado, los dos equipos firmaron el armisticio hasta muy avanzada la segunda parte. El Alavés, que jugaba con su ansiedad porque un triunfo le podía llevar a lo más alto de la clasificación, algo que para un modesto es gloria bendita, aunque sea una cuestión efímera, adelantó las líneas, pero siempre resguardándose para minimizar los errores. El Getafe de Bordalás siguió con su plan, como si el cambio de actitud del rival no le afectara en absoluto. Ellos seguían descifrando sus códigos. Ni siquiera se inmutaron los madrileños cuando en una falta sacada por Ibai, Laguardia remató al travesaño de cabeza.
Ni pestañearon. Fríos como témpanos, aguardaron su oportunidad, que llegó en el minuto 79, en un balón colgado al área que Mata pareció controlar con la mano y que cayó a los pies de Amath, que empalmó un disparo a la escuadra. El árbitro consultó el VAR, y en la repetición dio la sensación de que no había ninguna irregularidad. El gol subió al marcador.
El único error del Alavés en todo el partido le pasaba factura para desesperación de Abelardo y regocijo de Bordalás, a quien le funcionaban los códigos de su particular máquina Enigma. Pero como sucedió en la guerra, el equipo local acabó descifrando del enemigo. Sometió al Getafe a un acoso sin cuartel en los últimos minutos, y en un rebote afortunado, cuando ya se jugaba el tiempo de descuento, el balón llegó a la derecha, donde corría Navarro, que puso un balón delicioso que Calleri convirtió en un remate de cabeza monumental, que dobló las manos de David Soria. El gol hacía justicia al esfuerzo alavesista por decodificar al Getafe, pero como en un espejo, en ambos lados aparecía lo mismo, un punto para cada uno.
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