Tiger Woods ruge de nuevo: primera victoria en cinco años
El estadounidense, de 42 años, gana el Tour Championship, su primer triunfo desde 2013, después de superar un calvario de lesiones
Ya está aquí. El rey de la selva vuelve a rugir. Tiger Woods ganó este domingo el Tour Championship, su primer torneo en cinco años, en lo que supone la confirmación del regreso desde los infiernos de uno de los mayores deportistas de todos los tiempos y el golfista más relevante de los últimos 20 años. Desde aquel domingo del 4 de agosto de 2013, cuando se impuso en el Bridgstone Invitational, a este domingo 23 de septiembre de 2018, han sido 1.897 días y 48 torneos disputados entre medias en los que el Tigre peleaba por volver a ser el que fue. Un calvario de lesiones y problemas personales hicieron caer al mito a lo más profundo. Ni siquiera él estaba convencido de su recuperación. Pero tal era su deseo que lo imposible se hizo realidad en la última jornada de la temporada en el circuito estadounidense. Tiger ganó el playoff final de la FedEx Cup y el inglés Justin Rose se llevó el cheque de 10 millones de dólares al mejor de la temporada en el PGA Tour, premio que también estuvo a punto de cazar el Tigre.
“Estoy muy emocionado. Es increíble pensar que he ganado. Ha sido un camino duro, difícil. He tenido que parar muchas veces para juntar otra vez las piezas. Ha sido un progreso constante”, apenas atinó a decir Woods, de 42 años. “Me ha costado no llorar en el último putt. Los jugadores saben lo especial que es, saben por lo que he pasado”, añadió. Era el rostro de la felicidad, tan diferente al de no hace tanto. La foto de su ficha policial en mayo del año pasado, con la cara hinchada y los ojos semicerrados después de ser detenido por conducir bajo los efectos de varios medicamentos contra el dolor, fue la señal de que había tocado fondo. La de este domingo celebrando un triunfo de nuevo, vestido de rojo como cada día grande, fue el símbolo de su resurrección. Lo celebró Woods al borde de las lágrimas, lo celebró la multitud de aficionados que seguía en vivo el despertar de la fiera, y lo celebra ya todo el mundo del golf. El hijo pródigo ha vuelto. La imagen de Tiger y Rory McIlroy caminando por la calle del 18, seguidos por una manifestación de seguidores, fue espectacular, una escena de otra época. Al fin y al cabo, era historia.
Tiger se impuso con 11 golpes bajo par, dos de ventaja sobre Billy Horschel y cuatro sobre Dustin Johnson, con Jon Rahm en undécimo lugar (-4). Todo estaba dispuesto para que fuera el día del Tigre. Su exhibición del sábado, con seis birdies en los siete primeros hoyos, había dispuesto la gran fiesta. Y Tiger no hizo esperar a nadie. En el primer hoyo del día, primer birdie. Los nervios le jugaron luego alguna mala pasada, pero esta vez el triunfo no se podía escapar. Lo había rozado este curso en el Valspar, donde fue segundo, y en el Campeonato de la PGA, donde también se quedó a las puertas. En el grande estadounidense solo un inmenso Brooks Koepka le impidió abrochar su 15º major, un objetivo que ahora parece más cerca. El récord de los 18 grandes de Jack Nicklaus todavía no está a salvo. No mientras Tiger siga en pie.
Hace unos meses, la pregunta no era si volvería a ganar un grande, ni siquiera si volvería a ganar un torneo. El mismo Tiger solo se preguntaba a sí mismo, ante su imagen dolorida en el espejo, si podría coger un palo. Este año ha superado todas sus expectativas. Que este mismo año ganara el 80º título de su carrera, a solo dos de Sam Snead, era impensable.
Tiger ha vuelto a enseñar las uñas. Jugó los cuatro grandes por primera vez desde 2015: fue 32º en el Masters, no pasó el corte en el US Open, acabó sexto en el Open Británico después de ser líder a falta de nueve hoyos —la carga emocional que soportó fue quizás demasiado pesada, seguramente no estaba preparado para verse de nuevo luchando por un major— y segundo en el PGA. Han sido 18 torneos este 2018 de resurrección (dos cortes fallados) y un broche final inmejorable. Especialmente significativo fue su abrazo este domingo con su caddie, Joe LaCava. En los peores momentos, Tiger le dijo que podía buscarse otro jefe. LaCava fue contundente. Le respondió a Woods que ya estaba con el mejor.
Aquel lejano 2013 en el que ganó cinco títulos era hasta ahora su último año bueno. Su último año grande fue 2008, cuando se paró su cuenta en el Grand Slam. Ahí está su nueva barrera. Ahora que ha saboreado de nuevo una presa, Tiger no parará. Quiere saber si puede volver a ganar un grande. Quiere probarse, medirse otra vez consigo mismo, con Nicklaus, con la historia. Hay que ser muy fuerte mentalmente para volver de donde ha vuelto Tiger. Desde hoy comienza otra era.
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