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LaLiga Santander jornada 5
Celta
Celta
Aspas 4'Maxi Gómez 8'Aspas 53'
3 3
Finalizado
Real Valladolid
Real Valladolid
Óscar Plano 39'Enes Ünal 64'Leo Suárez 93'

Exhibición de orgullo del Valladolid en Balaídos

El cuadro pucelano, que llegaba a la casa del Celta tras no marcar en las cuatro primeras jornadas, se destapa con tres dianas y empata un partido que se le puso cuesta arriba después de encajar dos goles en los ocho primeros minutos

Leo Suárez, en el centro, celebra el tercer gol del Valladolid ante el Celta.
Leo Suárez, en el centro, celebra el tercer gol del Valladolid ante el Celta.Salvador Sas (EFE)

La tarde estaba para amodorrarse, bajar el sombrero de paja sobre los ojos y buscar una sombra. Cayeron en la tentación del sesteo ambos equipos, pero no lo hicieron al mismo tiempo y el partido viró a un crescendo con suspense tras haber amanecido cristalino y sin intriga. Tuvo la victoria el Celta, pero no la guardó porque el Valladolid fue respondón y orgulloso, tomó la voz para acallar sus problemas y gritar los primeros goles del campeonato, tres que no le valieron para ganar, pero sí para sumar el tercer empate en otras tantas salidas lejos de Zorrilla.

En la suma final, al Celta le salvó una vez más su pegada y le condenó su tibieza defensiva. Todo empezó en el área de su oponente, buenas noticias para los gallegos. Allí se muestra Maxi Gómez, que no deja de revalorizarse porque es joven, tiene el alma inherente a un punta charrúa y no cesa de mostrar registros insospechados. Como además este verano ha desterrado de su corpachón hasta ocho kilos que no le ayudaban para trabajar en un equipo como el Celta que demanda movilidad a sus delanteros, Maxi es una joya que se agrega a Aspas para alumbrar un tesoro.

Con Aspas no hay dudas. En otro tiempo, seguramente en otro fútbol, cuando un jugador superaba la treintena ya se le ponía fecha de caducidad. La costumbre marcaba que debía renovar contrato año a año. Ahora los puntos de maduración se retrasan. Cuando había cumplido 25 años, el chico de Moaña no había jugado ni un solo partido en Primera División. A los 31 no se atisba cual puede ser su tope futbolístico, empeñado como está en elevarlo. Una vez más Aspas desbloqueó al Celta, le auxilió en los momentos de duda y resultó decisivo. Por el camino dejó además un par de detalles técnicos, de útiles lujos que alertan sobre un repertorio que no deja de sorprender. Aspas y Maxi cocinaron el inicio centelleante del Celta, dos goles en apenas ocho minutos. Lo pusieron al rojo vivo en el área, allí donde solo los mejores encuentran espacios y Maxi, que ya estaba para lo grueso y ahora también aporta en lo fino, encontró una ventaja para Aspas con una sutil combinación que le dejó ante Masip. La definición entre puntera y empeine zurdo fue una exhibición de recursos del delantero internacional.

Golpeado de inicio, con la losa de haber llegado al partido sin haber cantado gol en las cuatro primeras jornadas, el Valladolid puso la rodilla en la lona al encajar de nuevo en la siguiente llegada a su meta. Centró Aspas y definió Maxi entre las protestas visitantes por un control en el que pudo ayudarse con el brazo, pero que validó el tamiz del videoarbitraje.

Era pronto, pero era el momento para el Celta, que dejó pasar algo que ya podría parecer la sentencia. Y el equipo que dirige Antonio Mohamed atesora una vis imprevisible que convierte cada uno de sus partidos en una montaña rusa. No es fiable el Celta, que sube y baja, vuelve a ascender y a caer, golpea y concede. Su querencia levantisca sirve al tiempo para que su parroquia lo contemple con agrado y lo sufra afligida. Con el partido ganado de inicio transitó hacia un final agónico en el que su técnico se esforzó desde la banda por sujetar las riendas de su purasangre mientras Balaídos callaba como si no quisiese mirar lo que sucedía sobre el pasto entre acometidas del Valladolid. Al final el respetable, exigente como pocos, alzó la voz para despedir entre reproches a su equipo.

Porque el rival que llegaba sin gol y recibió dos sopapos nada más arribar a Balaídos supo alzarse y mostrar argumentos para imponerse y llevarse el partido. Lo hizo en cuanto encontró la pelota y a través de ella sentó una interesante base futbolística, desplegado en cuanto Míchel encontró espacios para darle salida en el apoyo a Borja. Despertó de la siesta inicial el Valladolid y el Celta recogió su hamaca para acomodarse en ella, replegado sin codicia, como si esperase el tránsito amable del cronómetro o una nueva aparición de sus delanteros. “Nos dejamos llevar”, resumió al final Iago Aspas. Avisó primero Alcaraz con un remate que se fue al palo tras una indecisión entre Juncà y Costas. No se dio por enterado el Celta, que concedió un gol reivindicador a Óscar Plano tras otro nuevo error, en esta ocasión de Lobotka.

El partido ya era otro y no dejó de serlo hasta el final. En medio floreció de nuevo Aspas para fabricar al poco de iniciarse la segunda parte un gol de la nada, un zurdazo teledirigido a la red tras un control con la suela en la frontal que remite a las tardes en las que se le ponía el sol en las pistas de Moaña. Largas tardes las gallegas.

El cuarto tanto en las últimas tres jornadas del faro celtiña tampoco tumbó al Valladolid, que jamás bajó los brazos. Con media hora por jugar, Ünal descontó al aprovechar la segunda asistencia de Nacho, que ya le había dado la opción del primer tanto a Óscar Plano y desde el lateral izquierdo exhibió un guante en su zurda. Llegó la ayuda final del meta Sergio Álvarez para el Celta, sólido en un mano a mano ante Cop; no faltó tampoco para los locales el auxilio del larguero, que repelió un intento de Míchel a diez minutos de un final en el que el Valladolid no se guardó nada. Acabó con tres zagueros tras llevar al banquillo a su mediocentro defensivo y cambiar al lateral derecho por sendos delanteros. Con todas las cartas sobre la mesa empató con un remate bajo palos de Leo Suárez, otra vez con Nacho en el origen por el flanco izquierdo. La rodilla en la lona la tenía entonces el Celta, pero ahí el árbitro pitó el final, que hasta pareció amargo para ambos porque el Valladolid sentía que ya no tenía freno.

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