El ‘hijo’ escalador de Indurain

El embrague de la furgoneta-ambulancia patina, ya no puede subir más. Se queda parada, inclinada, en una de las rampas más duras de La Camperona, por encima de Sabero, quizás una de las del 20%. "Hay que coserte aquí", deciden los sanitarios de la Vuelta a Castilla y León. Sacan sus bártulos y cierran las heridas, en los labios, en los brazos, de Óscar Rodríguez, un ciclista caído y roto que año y medio más tarde vuelve a la terrible subida al repetidor de televisión que tanto asusta.

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Ahora sube en bicicleta, y sube ligero, sin esfuerzo aparente, sin gestos raros, sin sufrir, parece. Disputa los últimos metros de una de las etapas más importantes de su primera Vuelta y tiene delante a Rafal Majka, nada menos, laureado en las más altas cimas del Tour, que pelea por la victoria con Dylan Teuns y ha dejado atrás a Lambrecht, el joven belga por el que periodistas de su país están siguiendo la Vuelta, y más atrás a más grandes del gran ciclismo, a Zakarin, a Sergio Henao, o al a veces intratable Ben King. Con todos ellos ha ido en la gran fuga de la Vuelta, pero solo él, mientras comprueba cada segundo en la pantalla de su potenciómetro que no pasa de 400 vatios, tiene derecho a decirse interiormente, "es el destino, es el destino". Y, con pocas pedaladas más, tranquilísimo, como si fuera lo más normal del mundo, sin acelerarse ni cambiar de ritmo, alcanza a Majka y Teuns, les mira a la cara, comprende que están muertos y sin decirles adiós aprieta un pelín más, les deja atrás y sigue hasta la victoria.

"Era el destino, era el destino", repite Rodríguez, escalador y navarro, después de su demostración de gran talento que deja atónitos a todos. Es su primera victoria profesional en su primera Vuelta, en la Vuelta también en la que debuta su equipo, el Euskadi Murias de Jon Odriozola, quien casi llora y dice que si se le llevara ahora mismo un helicóptero por los aires se iría feliz, pues ya lo ha hecho todo. "Tenemos que creer en lo que hacemos y hacer creer que podemos hacerlo", resume Odriozola, quien espera que esta victoria no solo justifique que su equipo fuera invitado a la Vuelta, sino también que encuentre apoyos económicos para seguir adelante. "Y tenemos más talento", recuerda Odriozola. "Tenemos a Samitier, a Barceló..." Y tienen a Óscar Rodríguez.

¿De dónde ha salido este?, se preguntan en los pasillos de la Vuelta, y él responde, suave y alegre, que de Burlada, que nació en mayo de 1995 (casi tres meses antes de que Miguel Indurain ganara su quinto Tour) y que empezó a correr en el CC Villavés (el mismo equipo en el que empezó el gigante de Villava), pero que conoce mejor al hijo de Indurain, Miguel también, pues es de su misma edad y corrió en su equipo antes de que lo dejara, que al padre, con el que, de todas formas, a veces sale a entrenarse. "Y está muy en forma aún, ¿eh", dice. "A algún profesional de ahora se le caería la cara ante él".

Seguramente Nairo no sería de esos que sufrieran ante Indurain. El colombiano llega después, con todos los favoritos a su rueda, y les esprinta largo y nadie resiste su rueda exuberante. A todos les saca segundos que significan mucho. Es la primera señal de la que parece su superioridad sobre los rivales, que deberá continuar el fin de semana asturiano. Hoy, en la subida abrupta, corta e inédita de Les Praeres de Nava; mañana, en Covadonga.

Jesús Herrada pasó su primer día de rojo rojo, "sufriendo con gozo". Perdió 2m 46s con Nairo y mantiene el liderato por 1m 32s.