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Gesta de Croacia

Los balcánicos se convierten en el país más pequeño en alcanzar una final desde Uruguay en 1930 y 1950 tras fundir en la prórroga a una Inglaterra de fútbol muy pedestre

Mandzukic, con Stones tras él, marca ante Pickford el gol de la victoria de Croacia
Mandzukic, con Stones tras él, marca ante Pickford el gol de la victoria de CroaciaDARREN STAPLES (REUTERS)
José Sámano

El fútbol ya tiene una nueva epopeya. La de una épica Croacia, el país más pequeño (cuatro millones de habitantes) en alcanzar una final mundialista desde Uruguay en 1930 y 1950. Toda una proeza, tan encomiable como meritoria tras una peripecia extraordinaria. Los croatas han precisado tres prórrogas y dos tandas de penaltis para citarse el próximo domingo con Francia en la gran despedida del Mundial. Por el camino, en semifinales fundió a la poderosa Inglaterra, una selección con un eco y un granero infinitamente superiores.

Con su versión agraria, supeditada a jugarse las habichuelas en las dos áreas, los pross, se quedaron a un dedo de la segunda final de su historia. Una decepción mayúscula para Inglaterra, con todo a favor como nunca, con el peaje más o menos despejado con escalas con Colombia, Suecia y Croacia. Buenos equipos, pero lejos de la gran nomenclatura del fútbol. Croacia le dio un vuelco absoluto a un partido que se le empinó muy rápido, pero Inglaterra se olvidó del juego y dio vidilla a Modric y sus camaradas. Con el corazón en los huesos y una sobredosis de entusiasmo, los balcánicos mandaron al garete a los ingleses.

Croacia, esa Uruguay europea, tiene un cesto limitado, un caladero de lo más escaso, pero ha sabido transitar por una gruta de espinas en un torneo que debiera habérsele hecho eterno. Pero estos chicos han metabolizado el optimismo hasta el hueso. Solo así se entiende su feliz e inaudito paso por Rusia. Una selección enganchada a un Modric que cumplirá 33 años en septiembre y a un Rakitic que acabará la temporada tras la final en Moscú como el futbolista que más partidos ha disputado este curso (71). Un conjunto que va tan en reserva que pese a que sus últimos tres asaltos han durado más de 120 minutos, frente a los ingleses solo agitó el banquillo ya iniciada la prórroga. Y por lesión de Strinic. Tremendo.

La odisea croata resultó aún más conmovedora visto el desarrollo de la semifinal. El equipo del modesto Zlatko Dalic, un técnico sin apenas relieve incluso en Croacia, tuvo que reponerse a su timorata puesta en escena. De entrada, Inglaterra puso el guión y Croacia siempre fue con el gancho. Sin pisadas de Modric, una escuadra demasiado envarada. Enfrente, una Inglaterra que por esa vía pedestre que propone —llevar de cabeza a sus rivales, en el sentido literal— se aupó sobre su adversario durante el primer acto. Máxime tras el gol de Trippier al ejecutar una falta directa a los cinco minutos. Inglaterra en estado puro: nueve de sus doce goles en Rusia se han originado en jugadas a balón parado.

Gareth Southgate, el seleccionador, ha convertido las áreas en un laboratorio inspirado en el fútbol americano y los bloqueos del baloncesto. Pero Southgate y sus muchachos no han querido reparar en que el medio campo no es un apeadero cualquiera. Con la pelota activada, la propuesta inglesa pasaba del punterazo de Pickford, su portero, a Kane, para que el ariete peinara el balón y Sterling acelerara como un jamaicano. Previsible, pero efectivo en el primer tramo, en el que Kane, extrañamente, tan clínico para el gol, marró el segundo tanto en una doble ocasión. Nada pareció alterar a Inglaterra, confiada en el sostén del rancho a cargo de sus centrales y el bizarro Pickford.

Ajena por completo a la pelota en marcha, Inglaterra propició el rearme croata. Llegado el segundo tiempo, emergió Perisic, invisible todo el Mundial, subió el volumen el fantástico Modric, no cejó el incombustible Rakitic y, por fin, tuvo foco Mandzukic. Con los británicos encapotados y sin hilo alguno ya con Kane o Sterling, Croacia remó y remó. Hasta que Perisic cogió en Marte a la zaga inglesa y empató. Y a punto estuvo de sellar el segundo con un disparo al poste derecho del meta inglés.

Inglaterra estaba sonada. Sintió la sacudida del gol ajeno incluso mucho más de lo que padecieron los croatas tras el tanto madrugador de Trippier. A los de Southgate se le vieron los costurones. Tiritaban los centrales, nadie tenía gobierno y Kane estaba extraviado. Alcanzada la prórroga, Inglaterra tuvo menos fuelle. El colchonero Vrsaljko evitó bajo el larguero un remate de Stones, pero Pickford tuvo que interferir de forma valiente una llegada de Mandzukic. Pero la gloria reservó una plaza para el ex delantero del Atlético, autor del gol terminal tras un desbarajuste de la zaga inglesa. Inglaterra, que tanto presumió de defensa, cayó en tanga. Croacia, suda que suda como una regadera, ya está en los cielos suceda lo que suceda con Francia.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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