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Las carreteras secundarias de Roberto Martínez

Tras una carrera modesta, el entrenador español sorprende con su trabajo táctico

Diego Torres
Roberto Martínez celebra el primer gol de Bélgica ante Brasil con Henry.
Roberto Martínez celebra el primer gol de Bélgica ante Brasil con Henry.Catherine Ivill (Getty)

Los periodistas belgas y británicos le observaban admirados. Ahí había un tipo que pisaba la boca del lobo seguro de sí mismo. En realidad, el seleccionador de Bélgica intuyó que el lobo era perro guardián. Si bien Brasil llevaba 18 partidos oficiales sin perder, bajo el manto de virtuosismo se tapaba un problema estructural grave. El técnico observó que en las transiciones de ataque a defensa, Coutinho y Paulinho, los supuestos interiores que debían escoltar a Fernandinho, regresaban tarde de sus posiciones de ataque. Si Marcelo y Fagner, los laterales, subían también, a los costados del mediocentro se creaban dos autopistas sin peaje. Ahí había que acosarles.

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Roberto Martínez Montoliu (Balaguer, 1973) dejó su pueblo con 16 años para inscribirse en la cantera del Zaragoza. Llegó a debutar en Primera, donde jugó un partido, pero su destino como profesional sería el de las carreteras secundarias. En 1995 emigró al Wigan, en la Tercera División inglesa. Jugador técnico en el ecosistema hostil de un fútbol británico entonces muy poco abierto a la inmigración, a base de astucia y goles se convirtió en un ídolo de la hinchada. Llegó a jugar 188 partidos para el club norteño antes de volver a la carretera, acabar su peripecia como futbolista en el Chester, y sacarse el título de entrenador para dirigir al Wigan y al Everton en la Premier. Su prestigio era notable en las Islas cuando lo fichó la federación belga. Después de dos años de trabajo, este viernes se inventó una pirueta táctica que acabó por destruir a la primera candidata a ganar el Mundial de Rusia.

"El plan fue que yo me quedara pegado a la raya derecha", dijo Lukaku, tras el partido; "y que cuando Marcelo subiera al ataque, en vez de seguirle, permaneciera descolgado. Era arriesgado, pero si conseguíamos taparnos en defensa con ocho hombres, en las contras podríamos crearles situaciones de uno contra uno".

Una gran generación

Los octavos de final ante Japón fueron terribles para Bélgica. La remontada del 2-0 al 2-3 tuvo proporciones históricas. Ningún equipo se había recuperado de una desventaja de 2-0 en la fase de eliminación directa de una Copa del Mundo desde que Alemania se sobrepuso al 2-0 de Inglaterra en 1970. En el trance japonés, Roberto Martínez detectó que su defensa de cinco hombres hacía aguas. Frente a Brasil se reorganizó. Formó un 4-3-3 con Fellaini de interior derecha para cubrir a Coutinho y adelantó a De Bruyne de mediocentro a falso nueve.

El español llevó los preparativos tan en secreto, por miedo a que Tite lo descubriera, que en el cuartel belga aseguran que no hizo ni un solo entrenamiento táctico. Hacen falta futbolistas muy sabios para ejecutar una modificación tan profunda sin necesidad de una preparación previa sobre el terreno. Roberto Martínez los adiestró con el vídeo y la pizarra. A fuerza de labia. Kevin de Bruyne fue el encargado de interpretarlo y ponerlo en práctica.

"Eden [HAZARD], Romelu [LUKAKU]y yo nos quedamos más arriba", explicó el mediapunta del City, "para intentar aprovechar los espacios que se generaban en los costados cuando subían Marcelo y Fagner". El 2-0, combinación de Lukaku con De Bruyne, concretó la idea del entrenador.

Roberto Martínez tuvo muy presente el sentimiento de urgencia que envolvía su empresa en Bélgica. Dirigir a la mejor generación de jugadores que había producido el país desde 1986 le imponía una carga. Si el equipo de Pfaff, Scifo y Ceulemans, derrotado en semifinales ante la Argentina de Maradona, tenía un lugar en el santuario del fútbol belga, el grupo que abanderaban Hazard y De Bruyne merecía al menos una suerte parecida.

Roberto Martínez no confirmó ni desmintió que tenga una oferta de la federación española de fútbol para hacerse cargo del banquillo. Informalmente, ha comunicado a la prensa belga que piensa ser leal al contrato que firmó en 2016 y que le vincula hasta la Eurocopa de 2020. En España, fuera de sus paisanos de Balaguer, la afición le conoce poco. En Inglaterra goza de un prestigio creciente. En Bélgica comienzan a tratarle como a un héroe nacional.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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