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La vieja Alemania nunca muere

Un gol de Kroos en el minuto 95 da la victoria a los germanos ante Suecia y les deja vivos

Ladislao J. Moñino
El portero sueco Olsen es batido por Toni Kroos, al fondo.
El portero sueco Olsen es batido por Toni Kroos, al fondo.FRANCOIS LENOIR (REUTERS)

Alemania, la vieja Alemania, la selección que más triunfos colecciona cuando se la percibe moribunda, emergió de nuevo. Lo hizo en el último segundo del descuento, con el corazón en la boca ante un empate que prácticamente la condenaba. Revivió una vez más agarrada a su leyenda, a la historia con la que ha bordado las cuatro estrellas que coronan su escarapela. Sí, Alemania siempre vuelve porque juegue bien o juegue mal en realidad nunca se va. Siempre tiene una jugada de más. Un córner, un rebote o un error del contrario. Esta vez fue una falta lateral que Toni Kroos convirtió en una perfecta rosca ganadora la que obró el sempiterno milagro alemán. Un tiro imposible en la mayoría de las ocasiones, pero con Alemania de por medio no hay límites para lo inimaginable. La curva de Kroos desató la locura y el éxtasis. Corrió enloquecido Joachim Löw y a su vera todo el banquillo alemán que segundos antes era un funeral.

La Alemania de los tópicos ganadores, la selección que más niega la derrota independientemente del contexto que rodee el juego, apareció otra vez. Esta vez su homérico resurgir fue con un jugador menos por la expulsión de Boateng, pero cargado del orgullo del viejo campeón. Agarrada a su clásico ropaje de equipo bombardero, a fuerza de centros al área logró la igualada y forzó la remontada cuando incluso parecía que los hados la abandonaban con ese remate de Brandt sobre la bocina que escupió el palo. O con esa mano de Robin Olsen un minuto antes a cabezazo de Mario Gómez.

La granítica Suecia, que ya enterró a Italia en la fase de clasificación, estuvo cerca de añadir otro heráldico campeón a su cuenta de ilustres víctimas. Le sobraron unos segundos. Incluso durante algo más de un cuarto de hora, los minutos que fueron del golazo de Toivonen (30) al empate de Reus (47), estuvo clasificada y la campeona enterrada. Su receta fue la misma que en la histórica repesca con los italianos. Dos murallas de cuatro en campo propio, a jugar al frontón y a esperar un agujero por el que hacer pupa.

Contra el doble amurallamiento sueco, el equipo de Löw se consumió en el primer tiempo en el mismo fútbol plano que los mexicanos desnudaron. Cuatro años después no había rastro de aquella selección que maravilló al mundo con el 1-7 a Brasil. Alemania, como España en 2014, se miraba el ombligo de pase en pase inocuo preguntándose en qué punto se estancó su fútbol de toque. No encontraba soluciones interiores para desmontar el sofisticado sistema defensivo suecos. La revolución de Löw, dejando fuera a dos intocables como Khedira y Özil, naufragaba en medio de un juego previsible donde solo Kimmich lo afilaba cuando lograba mezclar con Reus.

Suecia había tomado nota de las costuras que descubrió México y también entendió que el agujero alemán estaba a la espalda de sus mediocentros y en la falta de contundencia y velocidad de sus centrales. A la primera que pudo lanzó a Toivonen a la carrera y lo dejó solo ante Neuer. Boateng se cruzó y contactó sin tocar balón con el punta sueco lo suficiente para forzarle a un remate trastabillado. Las imágenes describieron un penalti de libro, pero esta vez el VAR no intervino. Si el invento sonrojó el teatro de Neymar, esta vez quedó en evidencia. Este tipo de situaciones son las que debe aclarar la FIFA. Si el encargado del viodeoarbitraje intervino para señalar un penalti a Griezmann o una mano de Dinamarca que los colegiados no habían apreciado, es complicado entender que no entrara en acción en esta jugada que las repeticiones mostraron evidente.

El susto dio paso primero a la lesión del intrascendente Rudy, reemplazado por Gundogan, y al gol de Suecia. Una pérdida inocente de Kroos la convirtió Claesson en un centro al área que Toivonen durmió con el pecho ante el despistado Rüdiger. A Neuer lo superó con una perfecta vaselina de cuchara.

Alemania comenzó a mascar su drama y desde ese momento optó ya por regresar a su antiguo ropaje. Menos refinado, pero machacón. Se olvidó de elaborar por el medio e inició un asedio infinito de centros laterales. No había más circuito que el que llevara el balón a los costados. Y así construyó su remontada, reforzada cuando para el segundo acto Löw sentó al inoperante Draxler y metió a Mario Gómez. Alemania es más Alemania con un tanque en el área. No fue Gómez el que cazó el empate, pero el rebote que dio en la espinillera de Reus tras un centro de raso de Werner sí se ajustó al guión más clásico de las epopeyas del campeón.

Centro a centro, con Suecia ya sin querer saber nada del ataque, Alemania construyó otro final épico. A la heroica, intimidando a su rival incluso con un futbolista menos, se plantó en los últimos segundos en el costado izquierdo del área. Apenas respiraba ya. Y de repente, esa parábola imposible de Kroos para reescribir que Alemania siempre vuelve porque nunca se va.

 

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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