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Thiago Alcántara domestica su instinto aventurero

El centrocampista ofensivo de España se metamorfosea para adaptarse como sustituto de Busquets en el mediocentro, el puesto que ocupó su padre, el mítico Mazinho

Diego Torres
Thiago junto a Lopetegui en Krasnodar.
Thiago junto a Lopetegui en Krasnodar.STRINGER (REUTERS)

Alguien le preguntó a T. E. Lawrence qué era lo que peor se le daba de la vida militar. El jefe guerrillero inglés respondió con sinceridad e ironía: “Lustrar las botas”.

Algo de eso le sucede a Thiago Alcántara. Técnicamente, no hay un futbolista más completo en la selección española. Es potente, es elástico, es resistente, maneja las dos piernas, sus pies son sensibles como manos, tiene conocimientos defensivos, es capaz de filtrar un pase por un laberinto, dribla y llega al gol con la facilidad de los volantes elegidos. Su problema es el de los artistas: le cuesta hacer labores de intendencia. Ser conservador, asegurar cada balón, mantener la posición, pensar defensivamente durante 90 minutos, son cualidades derivadas de un estado mental muy propio de los mediocentros. Él, menos mediocentro que diez, o que ocho, ha debido domesticar su naturaleza de aventurero para retroceder unos metros. Primero en el Bayern y, últimamente, con España. Allí le ha colocado el seleccionador, Julen Lopetegui, para reemplazar a Sergio Busquets cuando el volante del Barça no ha estado disponible. A las puertas de la Copa del Mundo, la tarea es de máxima importancia. El jugador más difícil de sustituir en el equipo más sofisticado del torneo es Busi.

“Venía preparado ya”, dijo este viernes el futbolista, antes de realizar el primer entrenamiento en suelo ruso; “por los partidos que había jugado en el Bayern; el mediocentro es una posición muy importante en el campo por el orden que le puede dar al equipo. He querido cumplir de la mejor manera que he podido. Y si tengo que jugar allí lo haré encantado”.

Thiago fue padre hace un año. Su hijo, Gabriel, es apenas más grande que el balón que le dio para que jugara cuando el martes bajó al campo principal de la federación, en Las Rozas. La pelota es una herencia de familia. Thiago lo sabe. Su padre fue el gran Iomar do Nascimento, más conocido como Mazinho. Justamente, un mediocentro. Uno de los mejores de su época, además, campeón del mundo con Brasil en 1994.

“Han sobrado las palabras”, dijo Thiago, cuando le preguntaron qué le había dicho su padre para adiestrarle como jugador. “En lo que pude ver a mi padre jugar, él me demostró cómo debe comportarse un jugador dentro y fuera del campo. La mayor virtud que ha tenido sobre mí es que ha sido una persona ejemplar como padre y como futbolista. Es cierto que tiene un mundial más que yo... pero lo ha ganado de manera bella con Brasil en Estados Unidos...”.

Julen Lopetegui, que estaba sentado a su lado escuchándole, lo interrumpió: “¡Nos lo ganó a nosotros!”. El seleccionador recordó su única experiencia en las Copas del Mundo: acudió a Estados Unidos como tercer portero, con Cañizares y Zubizarreta. Pero España no llegó a cruzarse con Brasil. Fue eliminada en cuartos contra Italia, subcampeona en los penaltis después de disputar una de las finales más tácticas y agotadoras de la historia mundialista. No hubo lugar para el manierismo bajo el sol abrasador del Rose Bowl, en el sur de California. Si por algo se distinguió Mazinho fue por la dedicación administrativa y el pase garantizado. La vocación de su hijo primogénito sería más atrevida.

“Un Mundial”, dijo, “hay que disfrutarlo desde el primer día. Hasta con los compañeros jugando a las cartas”.

Mazinho pensaba como el gran patriarca de su selección. Thiago —más brasileño que su progenitor, de algún modo— piensa como el gran creativo. Quiere gozar. “Aquí”, señaló, “la calidad que hay dentro, tanto humana como futbolística, es muy grande. Queremos el balón que es lo más importante. Creo que cualquier futbolista desde que empieza a jugar quiere tener el balón, quiere poder disfrutarlo, y eso hacemos”.

Frente a Argentina, Thiago fue el mejor socio de Iniesta, e incluso metió el 5-1. Contra Suiza, después de Koke (89), se convirtió en el hombre que más pases dio (82). Thiago repartió balones a todos menos a Diego Costa. El punta es el jugador más inaccesible de la selección.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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