Nervios normales y justificados
Podría parecer que para alguien como Rafael, que ha alzado el trofeo 10 veces, la presión ha disminuido con los años. No es así y tengo la certeza de que mientras participe no se va liberar de estos sentimientos
Roland Garros marca el cierre y el momento culminante de la temporada de tierra. Los torneos previos, los de Roma, Montecarlo, Barcelona y Madrid, siempre han sido para mi sobrino citas con luz propia y de importancia capital. En ellos se miden los mismos tenistas que se verán las caras en París, pero el grande sobre tierra batida es el broche insustituible para una clausura con mayúsculas.
La exigencia física y mental es máxima en este torneo. Uno de los factores clave para alzarse con la victoria es mantener día a día la capacidad de aguante. No se puede desfallecer en partidos que pueden prolongarse mucho. Los cinco sets y los largos intercambios ponen a prueba un desgaste que no tiene cabida en el lado del vencedor.
Podría parecer que para alguien como Rafael, que ha alzado el trofeo 10 veces, la presión y los nervios han ido disminuyendo con los años. No es así, ningún año lo ha sido y tengo la certeza de que mientras participe no se va liberar de estos sentimientos. Cada año cuando llegábamos a París, la incertidumbre, el anhelo de victoria y la dificultad manifiesta hacían acto de presencia y, de forma repetida, provocaban en Rafael un juego menos seguro en los primeros partidos, que iba dando paso a una mayor soltura a medida que avanzaba rondas.
Cada año yo intentaba transmitirle la normalidad de esos nervios que debían estar presentes, pero que no debían enturbiar su cabeza. Cuando iba a pretender el quinto, el sexto, el séptimo campeonato parisino recuerdo que yo le decía: “Rafael, ¿qué porcentaje va a suponer en tu carrera ganar o perder este torneo? ¿Un 15%, un 20%? No más que esto, no te va a cambiar la vida. Aun así, aquí estamos otro año. Es un esfuerzo más que merece mucho la pena. Y los nervios, tranquilo que siempre estarán, este año como lo estarán el año que viene si seguimos aquí”.
Supongo que este año la situación no será diferente.
Ganar el undécimo Roland Garros significaría completar otro año siendo el mejor tenista en tierra batida, acercarse un poco más a Roger Federer, llevarse a casa la sensación del deber cumplido y pasar el verano un poco más feliz.
Cada partido y cada rival son muy complicados. No por ser un tópico es menos cierto y, aunque, podría mencionar a otros grandes tenistas que nos harán disfrutar y que pueden llevarse esta edición, voy a mencionar a los tres nombres que, junto a mi sobrino, suenan como los favoritos para estar en la Philippe Chatrier el domingo 10 de junio.
Novak Djokovic que se sabe, de nuevo, competitivo y posible ganador. Lo demostró en el reciente torneo de Roma con un tenis como el de antaño, con un normal desgaste físico que le mermó posibilidades, pero con la segura recuperación de la confianza perdida. Alexander Sverev, actual campeón del torneo de Madrid y finalista en Roma. Yo creo que el alemán se está postulando ya como uno de los sustitutos de los grandes tenistas de los últimos años. Podemos esperar mucho de él. Y, por último, Dominic Thiem, que a pesar de sus altibajos en los últimos meses, tiene clara intención y muy buenas características para dejar su huella en los torneos más importantes de la tierra batida en los años venideros, si no en esta presente edición en París.
Lo dicho, de tranquilidad, nada de nada.
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