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Zidane, de San Siro a Kiev sin cambios bruscos

El técnico del Madrid buscó a su llegada hacer del grupo un equipo familiar, aumentar la confianza de cada jugador en su segundo año y en este ha tenido que empezar a lidiar con los egos

Eleonora Giovio
Zidane, durante el partido de Liga contra el Celta en el Bernabéu.
Zidane, durante el partido de Liga contra el Celta en el Bernabéu. BENJAMIN CREMEL (AFP)

El Real Madrid volará el jueves a Kiev con la tripulación Champions de Iberia. Es la que lleva a la expedición blanca desde la conquista de la Décima en Lisboa. Las cosas que funcionan, mejor no cambiarlas. El capitán Juan Manuel Bonet y sus compañeros ya tenían bloqueada la fecha del 26 desde principio de temporada. Por si el Madrid llegaba a la final, mejor no librar y estar a disposición del equipo. Zinedine Zidane, el hombre que el sábado dirigirá su tercera final de Champions seguida, no es nada supersticioso. Debe ser de los pocos. Los que trabajan con él están convencidos de que ni siquiera sabe que llevan volando con el mismo piloto desde Lisboa.

Las palabras que utilizan para definirlo son: trabajador, cuidadoso de los detalles, apasionado de su trabajo. “No ha cambiado nunca, ni en las buenas ni en las malas”, dicen. A sus 45 años y en su primera experiencia como entrenador, el francés ya hizo historia el año pasado en Cardiff al conseguir dos Champions seguidas y ahora podría repetir la hazaña de Ajax y Bayern que levantaron tres orejonas consecutivas entre 1971-73 y 1974-76, respectivamente.

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¿En qué ha cambiado desde San Siro a hoy?, le preguntaron hace una semana a Zidane después de la goleada al Celta. “He mejorado un poco, creo... Es inevitable porque me gusta lo que hago y si sigo entrenando voy a mejorar. La gente que trabaja conmigo me ayuda mucho y el hecho de entrenar a esta plantilla me hace mejor”, contestó el técnico bajo la mirada de David Bettoni, su segundo, que salió a escucharle a la sala de prensa. Zidane siempre huye de los focos, reparte méritos entre sus jugadores y repite día sí y otro también que si trabajas mucho las cosas tienen que salir bien obligatoriamente. Dice también que es un afortunado por cobrar para hacer lo que le gusta. Nunca ha presumido de haber inventado nada. El primer año llegó sin hacer ruido, el segundo buscó aumentar la confianza de cada jugador y el tercero —este— ha tenido que empezar a lidiar con los egos.

“Si por algo no va a pasar a la historia Zidane es por sus cambios bruscos de un año para otro. Llegó con un plan muy simple: hacer del grupo un equipo muy familiar. Y así se ha mantenido, en las buenas y en las malas”, cuentan desde Valdebebas. Allí son varios los que apuntan que la primera final del francés no fue la de San Siro en 2016 contra el Atlético sino la de Lisboa de 2014, cuando era el ayudante de Ancelotti. Recuerdan en el club la foto de ZZ desgañitándose en la banda y el italiano mirándole con la ceja levantada. Zidane le había pedido a Florentino Pérez poder trabajar con Ancelotti para aprender el oficio. Esa temporada le recuerdan mirar, escuchar y apenas intervenir en las reuniones técnicas. Su trabajo era más psicológico. Pasaba mucho tiempo con los jugadores que tenían menos minutos para hacerles sentir importantes y decirles que no bajaran los brazos, que trabajaran porque llegaría su momento,

“La final de San Siro fue otra cosa. Era la de un entrenador que se había encontrado un equipo que no había hecho él y al que había llegado para no hacer ruido y convertirse en un eslabón con el siguiente técnico. Pudo haber fichado a alguien en enero pero no quiso tocar lo que había. Fue una etapa de muchas horas en Valdebebas y mucho trabajo con sus colaboradores”, cuentan desde el club. Zidane había llegado como técnico de urgencia a principios de enero de 2016.

El objetivo era rearmar un grupo que no había conectado con Benítez y pasar la eliminatoria de octavos contra la Roma. Superó a los italianos, al Wolfsburgo, al City; se plantó en San Siro y derrotó al Atlético en los penaltis. Esa noche dejó varias imágenes, entre ellas los abrazos cariñosos de Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo con el técnico. “Es más gratificante ganar la Champions como entrenador que como jugador”, dijo Zidane en las celebraciones de Cibeles.

En verano, su primera incorporación fue la de Antonio Pintus, el preparador físico que tuvo en su época de jugador en el Juve. Pintus, que ya estaba trabajando en Olympique de Lyon, rescindió el contrato y se unió a Zidane. La temporada acabó con un Madrid a todo gas ganando la Liga y goleando a la Juve en Cardiff. Cristiano, decisivo en el tramo final, accedió por primera vez a rotar y descansar. Zidane fue el único capaz de convencerle.

El único fichaje que pidió el técnicoen verano de 2016 fue el de Paul Pogba. Le dijo al presidente que si había que hacer un desembolso económico importante, que fuera para el centrocampista francés. El precio que pedía su agente estaba por las nubes y Pogba acabó en el Manchester United por 105 millones. “En su segunda temporada, la primera que empezó de cero, Zizou se centró en los entrenamientos individualizados. Todos los jugadores pasaron por sus clases particulares en el campo 3 de Valdebebas. Hora tras hora, buscaba que el jugador adquiriera confianza y se establecieran relaciones personales muy, muy fiables. Se trataba de que cada futbolista confiara ciegamente en sus sistemas de trabajo. Quería que vieran cómo podía sacarle el máximo provecho”, explican desde Valdebebas. Delegó también parte del trabajo en sus ayudantes.

Después de la Duodécima, Zidane apenas quiso cambios. “Lo gordo ya se había conseguido y se trataba de mentalizar a la familia de que el milagro era posible. Sabía que la meta era muy complicada por varias cuestiones: año de Mundial, año sin fichajes de campanillas y porque esa familia ya tenía algunos miembros que pedían a gritos pasar a la primera fila. Su labor psicológica no iba a ser suficiente porque los potenciales mundialistas le iban a exigir minutos. Ha sido el año en el que ha tenido que mediar de manera más asfixiante con los egos”, apuntan desde el club. Ha sido el año, también, en el que ha tenido que aprender a convivir con la derrota. Se despidió pronto de la Liga y cayó en los cuartos de Copa. Fue el momento en el que más le vieron dudar. Incrementó las reuniones con el vestuario y las charlas individuales. Derrotar al PSG en octavos hizo el resto.

“Estamos orgullosos de que él lidere este barco, a pesar de los pocos años que lleva, calla muchas bocas”, sentenció Ramos después del Bayern. Ahora espera Kiev para hacer historia.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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