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Terry Rozier triunfa con los Celtics tras una convulsa niñez

El base, que lideró el primer triunfo de los de Boston ante los Sixers, creció amenazado por los enemigos de su padre en prisión

Robert Álvarez
Terry Rozier celebra un triple ante los Sixers.
Terry Rozier celebra un triple ante los Sixers.Maddie Meyer (AFP)

“Soy un niño duro, he pasado por mucho”. Lo afirma Terry Rozier. Se trata del base de 24 años que ha tenido que asumir la responsabilidad de sustituir a la estrella de los Celtics, Kyrie Irving. Rozier cumple su tercera temporada en la NBA. En la primera apenas jugó. En la segunda lo hizo algo más, pero desde luego nunca como titular. Y en la tercera, la presente, sus minutos de juego empezaron a superar los 20, pero siempre a la sombra de uno de los fichajes estelares del equipo. Kyrie Irving llegó procedente de los Cavaliers para asumir el liderazgo y así lo hizo, más aún cuando la otra incorporación de lujo, Gordon Hayward, se lesionó en el primer partido de la temporada. La maldición de los Celtics volvió a dejarse sentir cuando Irving se lesionó el 18 de marzo. Pocos días después tuvo que ser operado y dijo adiós a la campaña. Todos los ojos se giraron hacia Terry Rozier.

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Los Celtics lo habían elegido en el puesto 16 del ‘draft’ de 2015. Por entonces nadie, tal vez excepto el general manager, Danny Ainge, que demostró una vez más su ojo de lince, consideraba que Rozier pudiera llegar a liderar al equipo. Sí, era un buen jugador, había destacado en la Universidad de Louisville, pero nadie daba crédito por ejemplo al criterio expresado por Cody Toppert, exjugador entre otros equipos del Ourense y del Mallorca, ahora entrenador y director de uno de los campus en los que se ponen a punto algunos de los favoritos para el ‘draft’. “Muchos jugadores tienen talento. La diferencia la marca un factor intangible, una dimensión extra. Me recuerda mucho a Damian Lillard (la estrella de Portland) por sus características atléticas y por su aptitud”.

Rozier acabó de demostrar lo que es capaz de hacer este lunes en el primer partido de las semifinales del Este que enfrentan a los Celtics y a los Sixers. La afición del TD Garden de Boston se entusiasmó con la nueva dimensión que reveló Rozier. Dirigió al equipo, se creció a pesar de que tuvo que emparejarse nada menos que con Ben Simmons, la estrella emergente de los Sixers y de la NBA, y acabó con un 7 de 9 en los triples, 29 puntos, ocho rebotes, seis asistencias y dos robos de balón. Fue la consagración de un jugador con una convulsa historia personal a cuestas.

Nació en Youngstown, Ohio, en una zona peligrosa. Su madre, Gina Tucker, tenía 19 años cuando dio a luz al segundo de sus tres hijos, Terry Rozier. Un mes después de su nacimiento, su padre fue enviado a prisión. No iba a ser la última vez. Cuando Terry tenía cinco años pudo pasar un tiempo con su padre por primera vez en su vida, pero nueve meses después, volvió a ser encarcelado por su papel en un robo y secuestro en 2003. Terry, amenazado por los enemigos de su padre, fue dado en custodia a su abuela. El niño ni siquiera desempacó su bolsa de viaje. Odiaba vivir con su abuela.

“Me rompió el corazón. Fue muy difícil para los dos”, explicaba hace unos años Gina Tucker. Terry era un niño hiperactivo. El baloncesto formó parte de sus distracciones. Los amigos de su abuela le instaron a que lo enviara a un correccional, pero ella se negó. “Alguna vez te darás cuenta de cuanto te amo”, le dijo. Un día, cuando el niño tenía 10 años y estaba de vuelta en Youngstown con motivo del Día de Acción de Gracias, alguien avisó a su madre de que iban a atacar su casa. Allí se encontraba la abuela con ocho nietos. Lanzaron cócteles molotov a la casa. Aquel incidente propició que Terry cambiara su mentalidad. Cuando tenía 14 años tatuó los nombres de su madre y abuela en sus antebrazos.

Estuvo a punto de dejar el baloncesto. Perseveró y cuando llegó a la Universidad de Louisville eligió la camiseta con el número 0 como símbolo de un nuevo comienzo en su vida. “A veces, cuando veo los partidos, lloro. No porque esté triste, simplemente porque estoy feliz y emocionada por él”, afirma Gina Tucker. “Todos sus sueños se están convirtiendo en realidad”.

Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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