El Real Madrid gana con nada al Leganés
El conjunto blanco, plagado de reservas, destartalado y con la cabeza y los pies en el Bayern derrota a un afanoso rival con goles oportunistas de Bale y Mayoral
En un partido hueco, tan accesorio, los teloneros del Madrid ganaron casi sin querer. De la nada sacaron provecho con muchos más goles —solo dos— que remangue o juego. De esto último apenas hubo en un encuentro tramitado de forma rutinaria por un pelotón de suplentes blancos con irrebatible aire de secundarios. El acabose: los reservas se reservan. Al contrario que el curso pasado, Zidane ha marcado en fuego la frontera entre el primer batallón y los reservistas. A todos los de la última fila alistó frente al Leganés en una jornada al sol, un fútil apeadero hacia el Bayern.
Respecto a Múnich solo repitió Casemiro, encima calzado como central zurdo. El Madrid evidenció que sus chicos se conocen de los entrenamientos, no de los partidos. Así se desplegó un equipo discordante. Tan forastero que el capitán fue Benzema. Para colmo, al ser retirado a la hora nadie tuvo muy claro a quién le correspondía el brazalete, que finalmente colgó de un brazo de Bale. Por si fuera poco reconocible el Real Madrid, de una falta directa hasta se encargó Casemiro.
La cita tuvo algo de alienígena. Por ejemplo, ver a Bale, el quinto jugador más caro de la historia, en el grupo de los supletorios. Ha quedado para partidos en chanclas como el reciente en Las Palmas o este con el Leganés. Y tan chocante es el galés que en ambas fechas se ha hecho notar mucho más que en choques huesudos. Frente a los pepineros nadie tuvo más pujanza.
Sin dejar un rastro sublime, al menos se vio al mínimo Bale exigible. Con tajo de ida y vuelta y cháchara con el gol. Antes de los diez minutos, cuando ya era elocuente el tono veraniego del duelo, el británico dio con el peritaje final de una jugada embrollada. Un tiro de Benzema rebotó en Zaldúa y Bale coló la pelota entre las piernas de Cuéllar con un remate tan eficaz como ingenioso. Un broche al buen arranque de Bale.
El Madrid no tenía más dictado que el ajetreo del galés y algunos apuntes de Ceballos, que no era titular desde hacía seis meses. Solo algún episodio interno en los cuarteles de Valdebebas explicaría que el andaluz haya circulado en la trastienda del camión escoba. Tiene un talento apreciable para articular el juego, en corto y en largo. Algo no convence a ZZ.
Tras el aparente inicio a golpe de corneta de Bale, no tardó en retratarse un Madrid destartalado. Un conjunto sin volumen, de trazo rutinario, sin apenas algún secundario que se golpeara en la pechera. Ante un Madrid de rebajas emergió poco a poco el Leganés, tan modélico como club como encomiable como equipo. Tan bien estructurado para explotar sus virtudes como para enmascarar sus defectos. Asier Garitano le ha provisto de un andamiaje que le permite estar a un simple punto de la salvación por segundo curso consecutivo. Y todo tras su proeza copera ante los madridistas. Esta vez se quedó a un paso de pasmar de nuevo al Real.
Decaído el Madrid, Amrabat y El Zhar comenzaron a remar para los suyos ante la flojera de Achraf y, sobre todo, Theo, sus presuntos alguaciles. Guerrero cabeceó a un poste justo antes de que él mismo estuviera cerca de anotar de tacón. El Leganés acosaba a un Madrid sin puntadas cuando Amrabat remató al larguero. Pero el oportunismo de Bale tuvo secuela en Mayoral, para el que el fútbol no tiene otra derivada que el gol. Cuéllar le regaló una ocasión que desvió Bustinza bajo palos. A la segunda, a un parpadeo del descanso, en otra pifia del portero visitante, Bustinza peinó un centro de Kovacic y Mayoral sopló el balón a la red. Un gol con suspense. El árbitro lo certificó con retraso, confundido de inicio por un asistente. Pero el juez acertó, el rechace del zaguero del Leganés legalizó al ariete local.
Aún fue a menos el Madrid en el segundo acto. Ni con la entrada de Kroos y Asensio espabiló el Real, cada minuto más agrietado, más fundido. Como muestra el gol del Leganés. Amrabat progresó por el patio de Theo sin que el lateral rechistara. Con la puerta de par en par, el marroquí asistió a Brasanac con Achraf fuera de escena, no se sabe dónde. El mayor empeño pepinero casi le procuró el empate. Empotrado el Madrid, Casilla lo evitó, doblado en el suelo, con una mano milagrera ante Bustinza. Y hasta pudo tener una ocasión final si el árbitro no hubiera sido suizo. Puntual, por dos segundos fuera de tiempo, impidió un remate visitante desde el balcón del área. La bronca de Gabriel le costó la expulsión y el Madrid ya pudo hacer sin rodeos lo que hizo toda la tarde: pensar en el Bayern. Hace mucho que la Liga le resulta una murga, una lata.
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