La larga peregrinación de Samper
La promesa del Barcelona se recupera de una grave lesión después de tener 10 entrenadores en año y medio
A veces parece imposible regatear al destino, lo saben los futbolistas populares y los anónimos. También Sergi Samper (Barcelona, 23 años), ayer señalado a jugar en el Camp Nou, hoy dispuesto a olvidar su vía crucis tras tres meses de baja. “Nunca había tenido una lesión grave, ni había pasado por un quirófano; sin embargo, cuando ingresé en el Hospital Quirón, todo me resultaba familiar”, cuenta. Después de una escalofriante acción durante el duelo entre Las Palmas y el Eibar —“Me mandaron el vídeo. Nunca lo pude ver”, concede—, se fracturó el maléolo peroneal y se rompió el ligamento lateral interno del tobillo izquierdo.
Era el 6 de enero. Adiós a la temporada. Y después de la travesía —tres horas de vuelo entre Gran Canaria y Barcelona, vestido de futbolista, y una semana de espera hasta que bajó la hinchazón—, ingresó en el hospital. Un lugar tan extraño como familiar. “Había ido allí, al mismo lugar, a ver a tantos compañeros míos que me lo tomé con normalidad. Es duro, lo sé. Pero va con nuestro trabajo”, explica. Samper había estado en la Quirón para visitar a Rafinha, Grimaldo, Jon Toral, Marc Navarro, Sandro Ramírez y Dongou.
“Es un momento muy triste para un jugador. Pero cuando estás en el hospital y vienen tus compañeros a verte, te sacan una sonrisa. Es importante, Sergi lo sabía y por eso intentaba ir a visitar a todos los compañeros que se lesionaban de gravedad”, asegura el canterano azulgrana Grimaldo, hoy en el Benfica.
A Samper tampoco le faltó quién lo mimase. Desde su familia y amigos de toda la vida, hasta Iniesta, Sergi Roberto o Xavi Hernández, incluso Ernesto Valverde. Iniesta le mandó un mensaje: “Mucho ánimo, espero verte pronto”. Roberto se pasó por su casa. Xavi, con quien conversa frecuentemente, le contó su experiencia cuando se rompió los cruzados. Y Valverde, que sufrió la misma lesión y le dijo en una conversación por teléfono que la recuperación sería difícil y que le esperaba en la Ciudad Deportiva con los brazos abiertos. Un buen gesto del técnico azulgrana, que no tuvo más remedio que cerrarle la puerta del Camp Nou para esta temporada. No porque quisiera, sino porque no tenía lugar. Después de hacer la pretemporada con el Txingurri, para el club fue más fácil decirle adiós a un canterano que a un futbolista como Turan.
Te vas para tener continuidad, pero con tantos técnicos es difícil
Y Samper enfiló rumbo a Gran Canaria. Así lo había pedido expresamente el entrenador catalán Manolo Márquez. El pivote sufrió una lesión muscular en el arranque de la Liga —la primera lesión de su carrera— y en la jornada seis Márquez renunció al banquillo del cuadro amarillo. Un déjà vu para Samper. Malo, por supuesto. La temporada 2016-2017, cuando tenía ofertas del Valencia y de la Premier, Paco Jémez lo convenció para que se fuera con él al Granada. Después de seis partidos en La Liga, a Jémez le enseñaron la puerta de salida. Y a Samper se le abrió un futuro incierto. En el último año y medio, entre Granada y Las Palmas, Samper ha tenido 10 entrenadores distintos, sin tener en cuenta a Luis Enrique y Valverde, quienes le dirigieron en las últimas dos pretemporadas con la camiseta azulgrana. Paradójico, como analiza Samper: “Dejas el Barça para tener continuidad y coger experiencia. Pero con tantos entrenadores, que todos te piden cosas diferentes, es muy difícil”.
Sin embargo, ni las dos lesiones ni la confusión de los 10 entrenadores le hundieron. Su peor momento no fue en Las Palmas, tampoco en Granada. Fue en su casa, en el Barça. Cuando Luis Enrique le dijo que tenía que dejar el club en el vestuario de la Ciudad Deportiva. Una pena que solo pudo calmar con las palabras de Iniesta y los ánimos de Messi y Luis Suárez. “Fue el momento más difícil de asimilar, cuando tuve que dejar el Barça, el club de toda mi vida”, afirma.
El momento más difícil fue tener que dejar el club de mi vida
Él, que se había tapado los oídos cuando el Arsenal le ofreció el cielo con 15 años, solo quería jugar en el Barça. Había llegado a la FCB Escola de la mano de su abuelo a los seis años. Y pasó por todas las categorías inferiores hasta que compareció en el Camp Nou. Un hecho inédito en el club azulgrana. Hasta cadete salía escogido siempre el mejor de cada torneo —“Antes de que entregaran el premio, mis compañeros ya me miraban a mí”, recuerda—; y del Juvenil saltó al Barça B: 30 partidos en el filial azulgrana que terminó tercero en la campaña 2013-2014.
Acostumbrado a ser el chico a seguir en La Masia, Samper buscó la calma. El juego por encima del glamur. “El ejemplo de su hermano Jordi (tenista, 388 del ránking de la ATP) fue muy importante. Él le enseñó que al menos una vez por semana se pierde”, cuenta su padre Jordi, que ha visto de cerca dos mundos tan distintos. De la imponente ciudad deportiva Joan Gamper a un torneo de tenis menor en Rumania. De tenerlo todo a buscarse la vida. “En uno de mis primeros viajes, Sergi vino conmigo. Era un Future [un torneo para jóvenes promesas de la ATP]. Pasó de vivir en un mundo increíble a que tuviéramos que prepararnos un bocadillo en la calle para desayunar y buscar un sitio para que nos lavaran la ropa”, recuerda Jordi Samper.
De la seguridad a la incertidumbre, de la suerte al limbo, siempre con los pies cerca del suelo, Samper ve un poco de luz. La semana pasada ya comenzó a trabajar en la Ciudad Deportiva, dejó los doble turnos en soledad (entrenaba hasta cuando tenía el yeso). Ya sabe lo que es saltar salta del barro al oro sin chistar. Lleva una larga peregrinación con destino Camp Nou.
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