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Cómo pasar del béisbol a pelotari en tres meses

Un casino de Miami trata de formar jugadores de cesta punta para revivir un deporte que llegó a ser muy popular en Florida

Juan Ramón Arrasate (a la derecha), con sus alumnos de pelota.
Juan Ramón Arrasate (a la derecha), con sus alumnos de pelota.Pablo de Llano
Pablo de Llano Neira

Dentro de una nave industrial de Miami sucede un episodio peculiar. Un vasco de Lekeitio (Bizkaia) se esfuerza en convertir a deportistas americanos —beisbolistas, jugadores de fútbol americano y hasta un taekwondista— en dignos competidores de jai alai, la llamada cesta punta.

—¿Juan Ramón Arrasate?

Bai[SÍ], kaixo [Sí, hola], responde en euskera en la pista de entrenamiento.

Conocido como Arra, de 58 años, saluda como si en vez de en North Miami estuviera en la plaza de Lekeitio. Está entrenando a un animoso grupo de nuevos proyectos de pelotaris. Los alumnos sudan, corren y atienden al profesor. “En unos meses tengo que hacer que estos pasen de no saber nada a profesionales del jai alai”, dice Arra.

El Magic City Casino de Miami estrenará en julio un espectáculo de cesta punta protagonizado por esta cuadrilla de pelotaris y en el que el público podrá apostar dinero. El jai alai, que llegó a Estados Unidos a principios del siglo pasado, tuvo un enorme éxito en Florida como deporte de apuestas entre los años sesenta y ochenta, pero desde entonces, tras una larga huelga en 1988 y también por la competencia de otras variedades de juego, ha ido languideciendo y su presencia hoy se reduce a un par de casinos a los que se suma ahora el Magic City. Aunque apenas atrae aficionados y da pérdidas, la pelota vasca sobrevive en Florida porque lleva aparejada una lucrativa licencia de juego, una rareza burocrática que ha impedido su desaparición total.

El Magic City Casino de Miami estrenará en julio un espectáculo de cesta punta en el que el público podrá apostar

Los reclutas, la mayoría exjugadores de equipos de distintos deportes de la Universidad de Miami, reciben ya un sueldo por entrenarse y tendrán una nómina cuando arranque la competición. “El primer día que practiqué me di cuenta de lo competitivo que es y de la coordinación que necesitas. Para mí es un gran reto”, dice Baraka Short, de 40 años, exjugador de fútbol americano. Joseph Salony, de 31, que también practicaba ese deporte, recuerda que su padre lo llevaba de niño a un casino de Miami y al ver a los pelotaris rumiaba que él también podría destacar en jai alai. “Yo soy un atleta nato y no voy a desaprovechar esta oportunidad. Me apasiona el frontón”, comenta. El exquarterback y beisbolista profesional Kenny Kelly, de 39 años, se muestra esperanzado en poder revivir un poco la pelota. “Es un deporte formidable. Tenemos que intentar enganchar a los jóvenes”.

Arrasate aterrizó en 1977 desde el País Vasco y jugó a la pelota en Florida hasta 1997. Los años setenta fueron los años dorados. “Tenías que ver los cochazos que llegaban al frontón para las apuestas”, rememora. A su lado está Cándido Ibar, natural de Cestona (Gipuzkoa), de 72 años, otro de los pelotaris que vinieron de Euskadi y se quedaron. “Eso era un auténtico espectáculo. Todo el mundo quería ir. Yo recuerdo que un día de 1978, a lo largo de una jornada en el casino de Dania Beach llegaron a entrar más de 11.000 personas”, comenta.

Ibar es hermano del fallecido boxeador Urtain y padre de Pablo Ibar, el español que estuvo 15 años en el corredor de la muerte y aún espera un nuevo juicio. Años y años cargando con la interminable tragedia de su hijo, Ibar estaba feliz entre aquellos curiosos pelotaris. En el vestuario para a Salony y bromea con las largas rastas que le salen bajo el casco protector: “Cuando yo llegué aquí me mandaron cortarme el pelo muy corto. No podía ni llevar bigote”.

Mientras los jugadores entrenan pegando voces en inglés, Arra e Ibar los miran desde el banco charlando en euskera. Ahí estaban dos verdaderos ases del jai alai observando perplejos a deportistas americanos adiestrarse en su antiquísimo deporte, esa pelota que un buen día de 1882 se empezó a internacionalizar con la salida hacia Buenos Aires de Indalecio Sarasqueta, Chiquito de Eibar.

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