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Neymar regatea, pero Cristiano remata cinco veces más

El portugués toca 48 balones menos que el brasileño, pero se mueve más cerca del gol y finaliza de manera más efectiva el juego del equipo

Eleonora Giovio
Cristiano Ronaldo abraza a Neymar al final del partido.
Cristiano Ronaldo abraza a Neymar al final del partido. GABRIEL BOUYS (AFP)

Celebró el vestuario del Madrid la victoria por 3-1 contra el PSG en la ida de los octavos de Champions con gritos de rabia contenida. Saben que queda la vuelta en París y nadie se fía. Los más felicitados fueron Cristiano, Asensio, Lucas y Nacho. “Neymar es un crack”, comentaban los futbolistas del Madrid después del partido. El brasileño, que recibió un abrazo de consuelo de CR, se cambió la camiseta con Sergio Ramos y fue directo a su vestuario. Recordaban ayer en el equipo blanco la familiaridad con la que entraba el pasado verano a la caseta blanca después del clásico en Miami. El miércoles por la noche estuvo distante después del partido.

El duelo del Bernabéu lo ganó Cristiano Ronaldo. Tocó 48 balones menos que Neymar, pero remató cinco veces más (diez por dos) y anotó un doblete. El primer gol fue de penalti, el segundo de rebote, con la rodilla dentro del área. Un gol a lo Raúl, por pillería y porque el portugués estaba donde había que estar. El mapa de calor del partido evidencia que Cristiano se movió de manera intensiva por el área rival y el punto de penalti.

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Neymar, en cambio, ocupó toda la zona de la izquierda desde medio campo para arriba y parte de la derecha. La influencia que tuvo en el juego y en el resultado, sin embargo, fue bastante más limitada. Creó tres ocasiones de gol, pero remató una sola vez a puerta. Apenas se asoció con sus compañeros de ataque. No dio ni recibió ningún pase de Cavani, tampoco recibió ninguno de Mbappé al que sí le pasó siete veces la pelota. El que más le buscó fue Yuri (22 pases) y a quienes más buscó Neymar fue a Dani Alves y a Yuri (8).

Buscando protagonismo

Zidane advertía en la víspera que el partido no era un duelo entre Neymar y Cristiano sino entre el Madrid y el PSG. Sin embargo, los focos estaban puestos en el portugués y en el brasileño. Primero porque algunos consideran al segundo como el relevo natural de CR en el Madrid; segundo porque el portugués lleva meses reclamando un sueldo a la altura del de Neymar (y de Messi). Tercero porque los dos futbolistas son la estación final del juego de su equipo. Cristiano cumplió su parte con efectividad y sin recibir una sola falta. El despliegue de Neymar fue más vistoso (llevó a cabo 13 regates, por ejemplo, pero en zonas poco peligrosas).

El brasileño de 26 años se marchó del Barcelona porque quería tener protagonismo, porque no quería vivir a la sombra de Messi, porque quería ser la estrella y no una entre otras y porque quería canalizar el juego de su equipo. En el Barcelona el juego no terminaba en él, o al menos no siempre. En el PSG el miércoles él parecía ser el último paso, aunque resultó estéril. Bien porque no tiene alrededor la misma estructura que en el Barça, bien porque el tridente de ataque del equipo francés cada vez está más desconectado. Eso resultó evidente en el Bernabéu.

222 millones le costó Neymar al PSG. El dueño del club galo, que desembolsará otros 180 para Mbappé (está cedido con una opción de compra), quería reforzarse para conseguir la Champions. El camino, a falta del partido de vuelta, se le ha puesto cuesta arriba. También a Neymar, que jugó tan desquiciado que vio amarilla en el minuto 15 por darle una patada por detrás a Nacho. Dejó filigranas, demostró su habilidad en el uno contra uno y rapidez con el balón en el pie, pero no logró que se materializara su incidencia en el juego. O, al menos, no tanto como Cristiano.

Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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