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La hazaña de cruzar el Atlántico a remo y en solitario: “Sientes que estás dentro del tambor de una lavadora”

Jorge Pena, de 53 años, se ha convertido en el primer español en completar en 58 días una de las regatas más duras del mundo ante olas de ocho metros de altura y vientos de hasta 80 kilómetros por hora

Jorge Pena a su llegada en la isla de Antigua.
Jorge Pena a su llegada en la isla de Antigua.Team Remolón

"Cuidado con lo que deseas porque se puede cumplir", afirma Jorge Pena entre sonrisas, nada más pisar tierra en la isla de Antigua después de estar 58 días solo en alta mar. La sonrisa se asoma por encima de una barba muy crecida y por debajo de una gorra que lleva la inscripción de la Talisker Whisky Atlantic Challenge, la regata que consiste en cruzar a remo el océano sin ningún tipo de ayuda externa, a bordo de un pequeño bote de siete metros. "Apesto y se me mueve el suelo... ¿dónde estoy?", dice despistado y con 13 kilos menos, aunque el chequeo médico indica que está bien de salud. "Aquí", lo orienta su mujer, que lo saluda con un beso y un abrazo. Jorge lo ha logrado. Ha sorteado olas de ocho metros de altura y vientos de más de 80 kilómetros por hora para cruzar el Atlántico y convertirse el pasado domingo en el primer español en acabar con éxito esta competición.

Pena festeja su logro al llegar a la isla.
Pena festeja su logro al llegar a la isla.

Pena logró la hazaña solo, pero cuando partió de La Gomera (Islas Canarias) el pasado 14 de diciembre, lo hizo acompañado. La idea del proyecto, con el fin benéfico de dar visibilidad a la fundación CRIS contra el cáncer, la tuvo su amigo de la infancia Jesús de la Torre cuando hace cuatro años vio un documental de la regata y se propuso hacerla. Y Jorge, acompañarlo.

Así comenzaron dos años de entrenamiento físico y mental en la que ambos se prepararon para remar unos 5.500 kilómetros por el Atlántico. El problema surgió a los tres días de travesía, cuando Jesús debió retirarse por fuertes mareos y un golpe en la cabeza. "Me empecé a asustar y le dije a Jorge que me tenía que ir, que no tenía fuerzas. Que nos retiráramos. Y él me dijo: 'Tú vete tranquilo que yo puedo solo, voy a seguir y voy a llegar'", cuenta Jesús, de 64 años.

Lo más complicado de la regata han sido las condiciones climatológicas. De los 36 botes participantes (en los que pueden ir uno, dos, tres o cuatro remeros), cuatro tuvieron que retirarse en la primera semana por problemas provocados por el temporal de mar. "Si Jorge ha tardado 58 días, al final ha tenido solo ocho buenos... Todos los demás han sido con olas de entre seis y ocho metros y vientos muy fuertes", resalta Jesús, a quien le ha costado conciliar el sueño durante los últimos dos meses pensando en si estuvo bien o no en retirarse. "La App donde podías seguir la regata la actualizaban cada cuatro horas y yo la miraba cada dos", confiesa emocionado por el logro de su amigo con quien se reencontrará el próximo sábado 17 de febrero en Madrid.

Equipos 100% autosuficientes

Durante la travesía por el océano los equipos debían ser 100% autosuficientes: llevar comida liofilizada (raciones de alimento deshidratado en sobres al vacío), útiles de pesca, una desalinizadora para potabilizar agua y paneles solares para alimentar los aparatos electrónicos. "Hay otros remeros que van en solitario, pero ellos ya salen preparados para eso con una embarcación que en total pesa 400 kilos menos que lo que llevaba Jorge. Él tenía mi comida y mis pertenencias", destaca Jesús. Pena coincide en que lo más difícil fue cambiar el chip de pasar de ser dos a solo uno. "A partir de la retirada de Jesús tenía que ver cómo me organizaba para hacer las guardias. Me fui adaptando y lo llevé bien", explica tras haber disfrutado de descansar en una cama, darse una ducha y comer una hamburguesa con patatas, lo que ha sido "un lujo increíble".

"Por las noches sientes que estás dentro del tambor de una lavadora que se está moviendo constantemente", explica Pena. Y agrega: "No te angustias porque al final te acabas acostumbrando a todo, pero sí que estás con un estrés constante y no descansas bien". Pena dormía de noche y remaba de día. Aunque la última madrugada anunciaron condiciones meteorológicas muy duras y decidió llegar de noche. "Me sentía como Cristobal Colón, no veía la tierra pero sí el resplandor de la isla y una sensación de alivio de decir 'bueno, hay algo al otro lado'". 

A pesar de la baja de Jesús, la soledad en el Atlántico no ha sido del todo solitaria para Pena. Una joven ballena estuvo casi cuatro horas jugando junto a su bote, barrenando las olas y nadando invertida por debajo suyo. También un delfín blanco. Y un pájaro, que no era habitual de la zona. "La golondrina me acompañó desde Canarias y me visitó todos los días por las mañanas y por las tardes. Le empecé a llamar Mateo e incluso me saludó por última vez antes de llegar a la isla", asegura Pena, quien ahora volverá a su casa en Pontedeume (La Coruña) y tendrá más tiempo para su familia y sus amigos y menos tiempo para las ballenas, los delfines y los pájaros.

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