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El Barcelona remonta a la Real Sociedad y supera el síndrome de Anoeta

Messi y Luis Suárez, con un doblete, lidera el último reto de los de Valverde, que terminan la primera vuelta sin ninguna derrota

Messi dispara a puerta ante la defensa de la Real Sociedad. En vídeo, declaraciones de Ernesto Valverde, entrenador del FC Barcelona.Foto: atlas | Vídeo: Juan Herrero

Una década después ocurrió, cuando parecía que no iba a ocurrir, cuando se antojaba un fin de primera vuelta tristón para el Barcelona, arrollado por la Real Sociedad en la primera mitad y esperando a Messi desesperadamente, en busca del desconsuelo. Y Messi llegó a tiempo, de hecho, le sobró tiempo hasta para festejarse con un gol magnífico, un autohomenaje que se quiso dar tras haber tragado arena en la primera mitad. El síndrome de Anoeta era el último reto que le quedaba al Barça por batir y lo consiguió, jugando con el suspense y ante una Real que sucumbió cuando menos se esperaba. Diez años dan para tanto que se han repasado todas la circunstancias, anécdotas, circunstancias, estadísticas, meteorología, dibujos, estrategias, todo un akelarre de motivos para explicar por qué el Barcelona no gana en Anoeta.

Quizá simplemente es que la Real Sociedad sabe jugarle al Barça, encontrarle las cosquillas que le desarman e irritarle los suficiente hasta confundirle con un fútbol que no solo le disputa el resultado sino que le encara el juego, la precisión, el tacto. El primer tiempo cumplió el tópico de la década y vistió de víctima propiciatoria al Barcelona. Porque el equipo de la primera parte apenas duró 10 minutos, cuando Sergi Roberto amagó con competir en su banda con Odriozola en la de la Real con dos llegadas sonoras y otra oportunidad de Luis Suárez.

Parecía que el Barcelona olvidaba sus fantasmas donostiarras sin necesidad de obligar a Messi, que jugaba lejos del área y al paso, a desgastarse desde el principio. El espejismo duró eso, antes de que la Real desnudase las carencias del equipo de Valverde, inoperante en las bandas con Paulinho en la derecha y André Gomes en la izquierda, Rakitic acumulando pérdidas peligrosas de balón y Jordi Alba, el asistente ideal de Messi, sufriendo con la energía de ese pequeño demonio que es Odriozola.

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Sobre él y sobre Willian José, imperial en su pugna de espaldas y de frente con los centrales y la calidad recuperada de Canales, construyó la Real un primer tiempo memorable, con un bellísimo gol deWillian José, picado, rematado de cabeza contra el suelo para que aprovechase la brillantilla que le daba el agua al cesped para que saltara como una bala hacia la red.

La Real era ballet sobre agua y el Barça, apenas barrillo, confuso, sin decisión. Sin Messi, refugiado en el centro del campo, midiendo las carreras, vigilado por Illarramendi y Zurutuza, de cerca y de lejos. Era un acordeón que se convirtió en violín cuando Canales salió de la cárcel a la que le condenaron tres futbolistas del Barça y sorteando hacia atrás lanzó un pase al hueco a Juanmi, pura miel que el delantero llevó a la red. La obra solo se afeó un poco por tocar en el pie de Sergi Roberto. Y hubo un tercero, de Wilian José, que el árbitro anuló erróneamente por una falta previa inexistente a Rakitic.

Olía a tópico donostiarra, hasta que Paulinho culminó una contra para rebajar el marcador y recuperar el aliento y el animo. Quedaba un tiempo, o sea un mundo. Y quedaba Messi, con la camiseta aún sin sudar, como si él eligiera su momento, su tormenta, como si la quisiera hacer coincidir con la que asoló Anoeta en la segunda mitad. Cuando quiso, Messi tocó la campana y comenzó a cotizar en la bolsa del partido y ya se sabe que el argentino eleva la prima de riesgo de cualquier rival. Y además encontró la certeza goleadora y artística de Luis Suárez . El gol del empate fue lo más parecido a una curva gótica que sorprendió a propios y extraños. Y volvió a marcar, siempre con Messi y Sergi Roberto marcando el paso, a toque de violín más que de tambor. Y quedaba el gol de Messi, con un golpeo misterioso que voló alto y cayó maduro. La Redal había pasado a segundo plano, después de su magnífico primer tiempo. El espíritu camaleónico el Barça, sin que Valverde moviese la alineación hasta la entrada de Dembélé, le hizo vencer cuando parecía vencido. Quizás supo esperar a Messi y a través suyo rompió el akelarre de Anoeta, culminó una primera vuelta impoluta, si perder un solo encuentro y manifestando un poderío que por momentos pareció tambalearse en San Sebastián.

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