Real Madrid, instrucciones de uso
En muchos períodos el equipo está bien y mal casi al mismo tiempo, y hay que someter la situación al microscopio para saber qué parte lleva ligera ventaja.
El Madrid tiene unas sencillas instrucciones de uso: si no estás bien, estás mal. Y se acabó. El manual hace pensar en Wall Street, cuando Gordon Gekko, el magnate de las inversiones, afirma que en los grandes negocios “si no estás dentro, estás fuera”, o millonario o nada. En este club no se puede estar de una tercera manera, digamos, insulsa, algo desvaída, aunque todavía de pie. Su historia exige afrontar cada segundo bajo una gran ambición: o la gloria o el derrumbe. Ambas etapas se ajustan a un relato épico, como si el madridismo hundiese sus raíces en la antigüedad clásica, con menciones a sus temporadas ya en la obra de Heródoto.
A la pregunta de a qué aspira el Madrid, según su manual de instrucciones, se responde con una de esas frases lapidarias de generales: “O todo o nada; generalmente todo”. El club desprecia los momentos incoloros en los que parece que no acontece algo sobrecogedor, apoteósico, incluso terrible, que dé pie a una matraca sin fin. En caso de que algo se tuerza, habrá que torcerlo bien, como contra el Villarreal, cuando el drama de perder dos puntos con un empate se vio perfeccionado en el minuto 87 por la tragedia de perder tres. Cualquier cosa es buena para que corran ríos de tinta, aderezados por un bello réquiem. Nada concerniente al equipo debe pasar desapercibido, cayendo en las garras del gris. ¿Bancarrota? Pues bancarrota. Lo que sea antes de que alguien reduzca al Madrid a un “ni fu ni fa”.
Qué significa estar bien o estar mal en el club blanco es interpretable, por supuesto. En muchos períodos el Madrid está bien y mal casi al mismo tiempo, y hay que someter la situación al microscopio para saber qué parte lleva ligera ventaja. En el último revés, en uno de mis grupos de chat saltó un hincha al acabar el partido lamentando que “no queríamos, pero no nos dejan más remedio que ganar la Copa y otra vez la Champions, qué lata”. Madridismo en estado puro, porque treinta segundos después todavía añadió: “Y ya veremos si también la Liga, ahora que lo pienso”. Es como si su equipo agonizase, pero aparte de eso, no hubiese razón para quejarse o ser pesimista.
Zidane cree que el Madrid está bien, de hecho. Peor estaba Tolstoi, supongo, cuando a los 31 años gritó “¡Estoy acabado como escritor y como hombre!”, y aún debía escribir Anna Karenina y Guerra y paz. Te puede parecer una barbaridad sostener que el Madrid está bien a día de hoy, pero es aceptable si entregas tu vida a sus designios. No porque reine una gran anarquía la situación deja de resultar excelente. En el Madrid lo imperdonable sería que el equipo no estuviese ni bien ni mal, o que estuviese un poco bien o un poco mal, aunque no demasiado, como cuando echaron a Benítez o Ancelotti. Tal vez el Madrid reserve a Zidane el destino perfecto, al alcance de un personaje inmortal, que después de disfrutar de la gloria no puede evitar el declive de tanta belleza. Es un final de manual.
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