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Escapado del pelotón israelí

Ahmet Orken, la gran esperanza del ciclismo turco, deja un equipo hebreo que aspira a disputar el Giro en plena tensión sobre Jerusalén

Juan Carlos Sanz
Ahmet Orken recibe un galardón como embajador por la paz en el deporte
Ahmet Orken recibe un galardón como embajador por la paz en el deporteisraelcyclingacademy.com

Pese a los buenos deseos de paz en el mundo, los sueños se malogran en la cuna de la Navidad. Ahmet Orken, la joven promesa del ciclismo que ha conquistado los últimos cuatro campeonatos nacionales de Turquía, tendrá que esperar mejores tiempos para ver cumplida su ilusión: disputar una gran prueba por etapas. El deseo se había hecho realidad en septiembre, cuando el equipo Academia de Ciclismo de Israel (ACI) le fichó para completar una plantilla de deportistas de 16 nacionalidades. Orken, único musulmán en un elenco de cristianos y judíos, firmó un contrato por dos años con un club hebreo, pese a la tensión a ambas orillas del Mediterráneo oriental. A los 25 años, creía que la maglia rosapodía estar al alcance de sus pedales.

Israel y Turquía habían normalizado sus relaciones dos años antes, tras la ruptura que supuso en 2010 el asalto al buque Mavi Marmara por fuerzas israelíes, en el que murieron 10 activistas turcos que se dirigían a Gaza. A Orken se le permitiría correr con el maillot rojo de campeón de su país y su bandera en la ACI, que aspira a participar en el Giro de 2018.

El Gobierno israelí ha aportado 12 millones de euros para que el Giro de Italia arranque en Jerusalén con una contrarreloj en mayo, coincidiendo con el 70º aniversario de la fundación del Estado judío, y se disputen las dos siguientes etapas en su territorio. La Academia se ha reforzado con veteranos como el español Rubén Plaza para intentar garantizarse una plaza entre los equipos seleccionados.

Ahmet Orken (i), en un entrenamiento
Ahmet Orken (i), en un entrenamientoisraelcyclingacademy.com

Todo parecía ir a pedir de boca para Orken. La presentación oficial de los corredores en Jaffa, al sur de Tel Aviv, donde recibieron el título de “embajadores” del Centro Simón Peres por la Paz; los entrenamientos de pretemporada en Cataluña, las vacaciones en Konya, en el centro de Anatolia, junto con su familia... Hasta que Donald Trump decidió reconocer a Jerusalén como capital de Israel hace dos semanas.

El destino del tetracampeón turco, del medallista de oro en el mundial ciclista júnior de 2011, se torció como la esperanza de un arreglo dialogado en Oriente Próximo. Empezó retirando de las redes sociales todo indicio de pertenencia a un equipo israelí y acabó pidiendo el finiquito. La Academia informaba el jueves en su página web de que ha adoptado la “desgarradora decisión” de liberar al deportista de sus obligaciones, tras haberse visto afectada su familia por las “recientes tensiones regionales”.

El director del ACI, Ran Margaliot, intentó retener al corredor a toda costa. Sus llamadas telefónicas a Turquía se sucedieron. Viajó hasta Konya —un feudo islamista— para intentar convencerle de que siguiera en el equipo, de que se tomara un tiempo de reflexión.

Todo fue en vano. “Es un gran deportista y una gran persona. Su compromiso con el deporte y con la paz está por encima de la política”, aseguró el director en un mensaje de despedida. “Las puertas de la Academia seguirán estando abiertas para Ahmet. Esperamos que vuelva para expresar un mensaje de paz y coexistencia”.

“Mi familia, especialmente mi madre, estaba muy preocupada por los últimos acontecimientos”, declaró Orken al diario deportivo turco Fanatik. “Todo lo que he hecho en mi carrera ha sido para hacer feliz a mi madre. Si ella no lo es, yo tampoco puedo”. Su renuncia al Giro —“no ha sido fácil romper con mi sueño de tantos años”, reconoció— ha abierto una brecha en las redes sociales turcas entre quienes apoyan su decisión por patriótica y los que sostienen que un deportista debe actuar con criterios profesionales.

Mientras la esperanza del ciclismo turco se debatía entre su familia y el Giro, el presidente Recep Tayyip Erdogan acusaba a Israel de ser “un Estado terrorista que ocupa Palestina desde 1947”, y el primer ministro Benjamín Netanyahu le replicaba que no aceptaba “lecciones morales de un líder que bombardea a campesinos kurdos”. El cruce de invectivas contenía una oferta que un corredor turco en el pelotón de un equipo israelí no podía rechazar.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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