Torres y los atléticos dignifican la Copa del Rey
Los locales vencen al Elche ante 46.000 espectadores que ven los dos goles de Torres y el de Giménez
Un estadio nuevo, una institución alejada de no tan lejanas penurias, un equipo que desde la llegada de Simeone ha dado más alegrías que desazones, pero la hinchada del Atlético es el valor más estable y fiable del club. Lo fue cuando la entidad se tuvo que bajar al barro y digerir al agravio de la Segunda División durante dos temporadas. Fueron los tiempos en los que emergió la figura de Fernando Torres. Más de 15 años después, al tronar su nombre por la megafonía, aún se le agradece que en aquella época oscura e infernal cargara con ser el símbolo y la esperanza de la grada cuando era un niño. Esa hinchada que respeta tanto la identificación con el escudo, en esta era dulce, también es la mayor capital del Atlético.
La noche era cortante por gélida, el Elche es un club de Segunda B y el 1-1 de la ida tampoco invitaba a acudir al estadio. Sin embargo, unos 45.000 hinchas rojiblancos acudieron a una cita con tantos inconvenientes que generaban rechazo. Sumando a los aficionados ilicitanos, el club se preocupó mucho de difundir la asistencia, el billetaje vendido se fue hasta los 46.723 espectadores. El equivalente sería un Calderón casi a rebosar. Una cifra que dignifica la Copa, tan necesitada de ello en estas primeras rondas donde el negocio y el temor de los grandes dicta que se jueguen a doble partido. Pasó el Atlético con un partido sobrio. Redujo al Elche y negó por orden y colocación cualquier intento y esperanza que albergara de dar la campanada. Moyá se fue con escarcha en los guantes.
La noche dio para contemplar el repunte del Atlético con una versión en la que faltaba más de medio espinazo (Oblak, Filipe, Godín, Gabi, Saúl y Griezmann). Con Koke y Augusto al mando, mezclaron bien, la producción ofensiva fue un constante goteo que de primeras ratificó la negación ante el gol de Vietto. El fútbol, en su versión más puñetera, ha condenado al chico. De haber convertido la mitad de las ocasiones que ha tenido esta temporada no sería el primer candidato a abandonar el club en el mercado de invierno. Ha estado a centímetros y a milímetros de marcar en muchas de las ocasiones que ha tenido. La noche fue un reflejo de su calvario. Las tuvo de todos los colores. Un mano a mano, un cabezazo, un par de remates francos a un metro de raya de gol. Nada. Sin embargo, es irreprochable su actitud, su constante búsqueda de huecos por los que aparecer para romper en velocidad.
Fue Giménez el que abrió el marcador a la media hora y empezó a cerrar la eliminatoria tras una cascada de ocasiones, incluido un tiro al palo de Koke. Un córner pasado al segundo palo que flotó por el área pequeña condenó el estatismo de Vallejo y de sus centrales por el cabezazo a placer del uruguayo. Al poco, Torres recogió escorado el palmeteo de Vallejo a un disparo duro y raso de Carrasco. Fue más complicado ese tanto que otro par de goles que tuvo antes de marcar el tercero. También fue más complejo fue el segundo. Un remate contundente por alto tras un pase de Vrsaljko, que entró para darle oxígeno a Thomas de cara al partido con la Real Sociedad. Ese segundo gol de Torres volvió a originar otro tributo acústico hacia su figura. Terminado el encuentro, fue el que invitó a sus compañeros a aplaudir a una hinchada que también barrunta que estos pueden ser sus últimos partidos. Si llega a ser así, se marchará con la sensación de que ha dado más de lo que le su entrenador le ha ofrecido.
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