El Celta gana al Leganés con clase y sufrimiento
El cuadro madrileño llega con opciones de sacar un empate hasta el final del partido a pesar de su inferioridad, pero encadena su cuarta derrota consecutiva
Superada la hora de partido el Celta empezó a sentir la incomodidad de los equipos que se saben superiores y no consiguen cerrar los partidos. Había dominado al Leganés, le ganaba y le superaba, no con un excelso despliegue, pero sí con una gustosa suficiencia en un vistoso ejercicio de clase futbolística. Le ocurre a veces al equipo que adiestra Juan Carlos Unzué que es más vistoso que efectivo, lo fue ante el Leganés, que suele atragantársele a bastantes equipos por oficio y porque aplica el valor de la continuidad, de manejarse de memoria desde una idea que parte de la brega y el valor. Ganó el Celta con más apuros de los que durante muchos minutos de hubiera podido sospechar ante un rival que encadena cuatro derrotas consecutivas. Sube el Celta y baja el Leganés, que se encuentran ahora en mitad de la tabla igualados a puntos.
El partido empezó con una cierta sordina, apenas con el rebumbio que suele organizar Iago Aspas, al que Unzué dispensó de evolucionar por la banda para concederle libertad por todo el frente del ataque. Un caramelo para un agitador como él, que no dejó de crear problemas a la defensa del Leganés, que por el eje era un tanto premiosa. Aspas tocó la corneta y despertó a propios y ajenos, se alió con la lluvia y el césped, que parecía un cristal, para activar a sus compañeros y convertir el partido en un sufrimiento para el Leganés, que sufrió para detectarle. El delantero internacional se brindó para liderar a su equipo, marcó desde los once metros tras una rigurosa decisión arbitral ante un enganchón entre Morán y Jonny. Mereció, con todo, el Celta mirar el partido desde bien temprano con la ventaja en el tanteador.
El gol remite a la aportación de Aspas a su equipo desde el punto de penalti, un seguro. Once intentos lleva con su equipo en la máxima categoría y once veces ha llevado la pelota a la red. A Cuéllar lo batió con una ejecución impecable, colocó la pelota junto al palo tras enviar al portero al lado opuesto en un despliegue de amagos. Eso es el fútbol, engaño. Y pocos como el Celta para manejarse en la apariencia. Durante bastantes minutos pareció complicado colegir que podría llegar al final del partido apurado. Pues lo consiguió. Convirtió su superioridad en intrascendente ante la meta rival porque se empeñó en ser retórico en la definición. Le dio aliento a un Leganés que supo sufrir, aguantar el chaparrón que en todos los sentidos le cayó en Balaídos y llegar vivo al final.
Penó el equipo madrileño porque tuvo que hacer dos cambios antes de la hora de partido por lesión de Brasanac y Siovas y gastó el otro en intercambiar centrales. Gabriel, Eraso o Koné se quedaron en el banquillo sin poder participar. Pero puedo sacar tajada en un partido que al final se quedó sin riendas, en un ida y vuelta que pudo tener cualquier resolución. Quedó el aroma de que el Celta, ganador al fin, fue superior. Pero también la impresión de que se pudo producir cualquier resultado y eso al equipo de Unzué le dejó un poso de amargor. “Luego nos pasa lo que nos pasa”, zanjó el capitán Hugo Mallo, que recordaba pasadas decepciones, tantos partidos que parecieron ganados, triunfos que se fueron por la borda. Al final le faltó puntería al Leganés para que se repitiera la historia.
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