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A Luis Suárez le falta área

Sin Neymar, Messi se prodiga por el centro y el uruguayo empeora sus cifras rematadoras como les pasó a Eto'o, Villa o Ibrahimovic

Jordi Quixano
Luis Suárez, en el partido Athletic-Barça.
Luis Suárez, en el partido Athletic-Barça.Juan Manuel Serrano Arce (Getty Images)

Varios jugadores del Barcelona acudieron hace ya bastantes años a una fiesta que celebró un buen conocido del grupo azulgrana. Entre ellos estaba Messi, reacio a mezclarse con el barullo, por lo que se quedó en un gran sofá blanco junto al anfitrión Gabi Milito hasta que sonaron las campanas de volver a casa. Agua, cháchara y nada ni nadie más. “Leo es muy amigo de sus amigos”, cuentan desde el vestuario, y entonces lo era de Milito.

Axioma que también demostró con Luis Suárez, con el que pronto congenió sin importar la rivalidad entre Argentina y Uruguay porque encontraron puntos comunes como el asado, el mate, la música, el acento y hasta la sed por el gol y los títulos. Así, tras los primeros partidos, cuando Luis Enrique persistía en la idea guardiolista de ubicar al 10 de falso 9, el rosarino se dirigió al técnico para pedirle que le recolocara en la banda y situara a su amigo de punta para exprimir sus cualidades. Aprobó la moción Luis Enrique y pasó a dirigir a uno de los mejores ataques en la historia del fútbol porque a ellos se les unió Neymar, que este verano decidió jugar para el PSG. Por lo que después de tres años de éxitos —con un triplete y un doblete— el invento se desmontó y repercute en Luis Suárez —juega con un quiste sinovial en la rodilla derecha y podría pasar por el quirófano en el próximo parón de selecciones— para reverdecer el viejo problema del delantero centro en el Barcelona.

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Desde que Guardiola dio con la tecla, ratificado en el 2-6 frente al Madrid de 2009, Messi devoró a los arietes. Eto'o se marchó del equipo, Bojan se desplazó a la banda como también hizo Villa, e Ibrahimovic se enrabietó para largarse de malos modos. Hasta que llegó Luis Suárez y se encontró la fórmula del gol. Pero con Neymar en el exilio, Valverde dio una vuelta de tuerca al dibujo porque se propuso componer el fútbol alrededor del 10 y para ello debía colocarlo en el centro y cerca del área. Un sistema asimétrico porque la profundidad por la derecha corre por cuenta del extremo y por la izquierda del lateral, además de las caídas a los costados de Luis Suárez. Y, generoso como es, el uruguayo entendió que con sus arrastres generaba aclarados para Messi a cambio de perder su sitio e incidencia en el área contraria. Los números y la lógica así lo explican.

Menos ocasiones

Sin Neymar enfrente, las defensas rivales respiran con alivio porque no deben asignar a dos jugadores para frenarle. Coyuntura que repercute en Luis Suárez, que se mide a los centrales y a las sucesivas ayudas. Aunque, al estar un poco más en la periferia del área, el punta participa más que nunca del juego colectivo puesto que suma 31 pases por encuentro —en las tres temporadas anteriores se quedó en 28, 27 y 25— y en nada se resiente su porcentaje de pases buenos (74,7% ahora y 75,5%, 73,2% y 73,8% en los cursos pasados). Tampoco se erosionan los guarismos del regate porque contabiliza 1,2 por choque con un éxito de 35,8% cuando en el ejercicio 2016-17 se quedó en 0,8 y 29,2%. Pero el asunto se tuerce en las estadísticas de delantero centro.

Ney visita a sus excompañeros

Neymar viajó el sábado por la tarde a Barcelona para pasar la noche y así poder visitar a sus antiguos compañeros del Barcelona. El extremo, sancionado en la Ligue 1 después del clásico del PSG ante el Olympique de Marsella, acudió a la ciudad deportiva para charlar con el vestuario. “Así eran nuestros días; yo contando las noticias”, escribió, una vez acabada la sesión azulgrana, en las redes sociales al tiempo que lo acompañaba con una foto en la que se veía charlar con su hijo y con Luis Suárez y Messi. Después se sacó otra fotografía y acabó con una última en la que se le veía junto a Piqué.

“Me preocuparía si no tuviera ocasiones”, repiten desde el vestuario y el banquillo. Y la realidad es que tiene menos. Contabiliza tres goles —Espanyol, Girona y Atlético, que fue el único que dio un punto— en 12 encuentros (0,2 por duelo) cuando en las campañas anteriores fueron de 0,6, 1,1 y 0,7. Lo mismo ocurre con las asistencias (ha menguado cada año porque empezó con 0,5 por choque en la 2014-15 para seguir con 0,4 y 0,3; ahora ya en 0,18) y con los remates porque acumula 1,4 por duelo cuando nunca antes bajó de tres. “Siempre tiene ocasiones de gol, y eso es fundamental para mí”, replicó Valverde; “a la larga, esa agresividad de Luis, esa ambición, lo convierten en una garantía. Cuantos más falle, mejor porque significa que está ahí. Es un jugador impagable para nosotros”.

Desde las oficinas de la Ciudad Deportiva azulgrana también se pronuncian: “No perderá nunca su capacidad goleadora, encontrará su lugar y se le ayudará”.

Tras una semana en la que ha disfrutado de unos días de reposo en Holanda (para acercarse a su exequipo, el Ajax), pues no podía jugar la Copa por sanción, Suárez se batió el sábado con el Athletic, conjunto que dirigió Valverde y que curiosamente estaba conformado para encontrar a Aduriz en el área. Remató una vez a puerta y, un poco escorado a la derecha, perdió protagonismo. Ahora, sin embargo, mira al Olympiacos y puede que regrese ese delantero con dos Botas de Oro y que hace dos años autografió 59 dianas. Puede, también, que se aligere el viejo problema del 9 en el Barça, aquel que simplificó el tridente y que esperan corregir Messi y Luis Suárez.

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