La belleza fina de Barcza
En el ajedrez también hay belleza sin violencia, como se aprecia en esta elegante obra maestra
La nueva cocina no ha quitado atractivo alguno a la de toda la vida, basada en presentar una materia prima de gran calidad en su punto exacto; en realidad, la nueva cocina tiene poco sentido si no se cuida igual la materia prima, pero el cocinero aporta mucho más. Algo parecido ocurre con el ajedrez: hay partidas cuya belleza es mucho más refinada que la clásica, basada sobre todo en una violencia bella. Esa sofisticación fue posible cuando el dominio del juego estratégico y la técnica de los finales alcanzaron la excelencia, a mediados del siglo XX.
El húngaro Gedeon Barcza (1911-1986) es uno de los grandes estandartes de la belleza refinada. Casi siempre fianchetaba (g3-Ag2) su alfil de rey, y luego rozaba la perfección al explotar la potencia de esa pieza en la gran diagonal. En esta partida, donde el rival es nada menos que el futuro campeón del mundo Vasili Smyslov, todo parece muy tranquilo tras la apertura, incluso aburrido. De pronto, Barcza provoca una gran explosión de elegancia, sin apenas violencia.
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