Marcaje
Messi tuvo a Maffeo tanto tiempo pegado que terminó interesándose por él, como esos hombres que, preocupados por los espías que les vigilan, se acercan a ofrecerles pizza
Hace unos días, en una de esas extrañas búsquedas en Google —que ni siquiera era de fútbol—, terminé en una crónica de El País de diciembre de 1987, previa de un Logroñés-Real Madrid en Las Gaunas; el Madrid se presentaba sin Maceda, Solana, Gallego, Sanchís y Míchel, iban convocados los chicos Maqueda y Santi Aragón, jugaba Jankovic (pasó a la historia del colegio Campolongo porque en ese curso fuimos incapaces de tener su cromo; los de 5-A terminaron saqueando el quiosco del parque y yo, que iba de civilizado, le escribí una carta a Panini), Beenhakker le daba la titularidad a Muñoz Pérez (malagueño que llegó al Bernabéu del Valencia de Di Stéfano; el portal Ciberche lo define así: "lateral izquierdo de aspecto poderoso y unas ojeras profundas que le daban aspecto de protagonista de las hermanas Brönte") y la defensa la formaban Mino y Tendillo. Mino también acabaría pasando a la historia de Televisión de Galicia porque en la cabecera del En Xogo, resumen de la jornada de Liga, aparecía Bebeto pegándole un meneo histórico al pobre cuando estaba en el Espanyol.
Bien. Lo que me llamó la atención de esa crónica es que no había líbero. Quizás por las bajas. Gallego era líbero, fue líbero en algunos partidos Schuster cuando llegó años después. Y, si no me equivoco, lo fue Míchel en ocasiones extraordinarias. Ser líbero era una posición mágica para jugadores mágicos: tipos incrustados en la defensa que estaban pensando continuamente en cómo atacar. Matthaus era líbero, Beckenbauer era líbero, Franco Baresi era el líbero que estuvo detrás de todas las pesadillas del Madrid de los 80.
El líbero no ha vuelto nunca; sobrevive como título de una publicación deportiva estupenda sobre fútbol, pero hay poco rastro de él en el fútbol de élite. De vez en cuando, sin embargo, se levanta esa otra época en forma de marcaje individual, un espectáculo bellísimo para los que disfrutamos los márgenes del partido para aparentar, con poco éxito, que sabemos de algo. Por eso en el Girona-Barcelona había una obra de arte privada en el hombre que persiguió por todo el campo a Messi. A Maffeo, de 20 años, se le encomendó la misión; Messi lo tuvo tanto tiempo pegado que terminó interesándose por él, como esos hombres que, preocupados por los espías que les vigilan, se acercan a su coche a ofrecerles pizza.
El Barcelona ganó 0-3 pero Messi no logró disparar a puerta; el problema que tienen jugadores así es que les pones a medio equipo detrás para anularlo y el otro medio se ve frente a los otros diez del Barça. Quizás a jugadores así, tan acostumbrados a arrastrar marcas como cadenas, lo mejor es dejarlos solos y desconcertados.
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