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Miguel Ángel López se lleva una etapa gigantesca y dantesca

Victoria del ciclista colombiano del Astana en una jornada en la que sufren Aru y Chaves, que pierde opciones

Miguel Ángel López celebra la victoria en la 11ª etapa de la Vuelta.
Miguel Ángel López celebra la victoria en la 11ª etapa de la Vuelta.JOSE JORDAN (AFP)

Se esperaba una etapa de la Vuelta a España gigantesca, con los dos colosos seguidos, Verefique y Calar Alto, y lo que nació fue una etapa dantesca, bajo trombas de agua y un frio inadecuado a la geografía almeriense, como si el norte se hubiera venido al sur a pasar las vacaciones. Desde el Observatorio Astronómico de Calar Alto no se observaba nada más que niebla y agua, niebla espesa y torrentes de lluvia. Solo resistía el olor a poleo y tomillo que inunda la sierra de Los Filabres. Pero los ciclistas no estaban para percibir olores, ni observar el desierto de Tabernas empapado de agua, un contrasentido como otro cualquiera. Se desataron todas las metáforas: la épica, el tío del Mazo, las carreteras apestosas y el largo argot ya casi en desuso. Y se estrenó la llegada de uno en uno, los vaivenes en la carrera, ahora yo crezco, ahora decrezco.

Pero el mapa se dobló por la mitad y todos los riesgos que entrañaba, por sus dificultades montañosas, se multiplicaron con el clima. En situaciones como esas, al equipo Orica se le despierta el alma combativa y tira de su corazón dinamitero. Se escapó el grupo habitual, 14 esta vez que pedaleaban (no cantaban) bajo una lluvia imperturbable y cansina. Se contaba con ello. Lo que le molestó al Sky es que entre los fugados estuviera Igor Antón, colocado en la general a 5,54 m; lo que le molestó al Orica es que con un equipo de lujo, lleno de posibles jefes de filas, aún no ha ganado una etapa. Por eso el Sky controló la fuga sin darle vida, matándola lentamente y por eso el Orica cogió el mando del pelotón y pisó el acelerador. Y mandó de expedicionario a Simon Yates, comiendo rivales caídos hasta alcanzar la cabeza de la carrera. Le siguió Atapuma y los dos alcanzaron al fugado Bardet para cantar su sinfonía, ya sin lluvia, con viento, percibiendo al fin el olor a tomillo y poleo que desplegaba el aire.

Pero una cosa es tener el alma combativa y otra muy distinta ganar combates. Y el Orica, en el último puerto, se hundió, perdió la batalla y quizás la guerra. Simon Yates fue destronado por sus compañeros de fuga. Su hermano Adams se cayó del grupo de los elegidos y Chaves fue cediendo terreno como si la lluvia le hubiera taladrado las piernas. Así que toda la estrategia resultó pisoteada.

Era dantesca la etapa, pero no perdió su carácter de gigantesca. Cayeron favoritos, resurgió Nibali. Y hasta Froome tuvo momentos de duda: parecía que no podía, que se quedaba a cola, que mandaba parar a sus lebreles.Y que le pide a Nieve que se escape (¿para brindarle un triunfo antes de dejar el Sky?), y que le pide que se pare para quitarle el viento. ¿El británico iba bien o iba mal? Ambas cosas. Pasó su momento malo, pero un momento malo de Froome es envidiable para cualquiera. Y al final lo resistió todo menos el último ataque de Miguel Ángel López, y tuvo fuerzas para esprintar y conseguir seis segundos de bonificación, batiendo a Nibali.

Misterios de una sierra misteriosa, allá junto a un desierto. Y ambas cosas resumieron el dibujo de la carrera. Por la sierra circularon Froome, Nibali, Contador. Por el desierto Aru y Chaves. Entremedias se quedó De la Cruz, víctima de un pinchazo en el momento más inoportuno (cuando el equipo de Nibali apretó los dientes), pero minimizó daños. La primera gran etapa de la Vuelta cumplió su objetivo: comenzó dantesca y concluyó gigantesca. ¿Quién da más?

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