_
_
_
_

Un holandés errante reta a Froome en la Vuelta a España

Bol, que corre en un equipo colombiano, a punto de ser líder en la etapa ganada por Mohoric

Froome durante la sétima etapa.
Froome durante la sétima etapa. Javier Lizon (EFE)

Cayeron cuatro gotas que más parecían pavesas de una hoguera de calor. Cuatro gotas como cuatro lágrimas, como las que quizás no consiguieron detener el colombiano Betancur, -otro líder caído del Movistar- o el eritreo Kudus -que se había exhibido en Sagunt- o el estadounidense Warbasse, todos caídos entre ayer y hoy, los dos primeros de vuelta a casa, dolientes y dolidos, magullados. Cuatro gotas como los cuatro abandonos que ya ha sufrido la Dimensión Data cuando aún quedan dos terceras partes de la carrera. Cuatro gotas como los cuatro africanos que ya han dejado la carrera: el mencionado Kudus y el marroquí El Abdia, por sendas caídas, y el argelino Reguigui y el sudafricano Dougall por un virus estomacal.

Se anunciaban tormentas en los campos del Quijote y el cielo plomizo parecía dar razón a los pronósticos. Pero fueron cuatro gotas, dos por la mañana y dos por la tarde. No hubo tormenta meteorológica ni deportiva. Pesaba el susto de ayer en Sagunt y pesaba, aún más, la llegada al Xorret de Catí del sábado, la primera gran cuesta, la rampa endiablada que retuerce los cuerpos de los ciclistas y convierte sus piernas en palillos chinos manejando las curvas como granos de arroz en manos de un neófito en la materia.

Así que a fuga, la inevitable fuga tenía todas las posibilidades de triunfar. En días como este, la etapa se convierte en una jugada de puertas abiertas con los guardianes jugando al mus pero mirando por el rabillo del ojo que entre los fugados no haya ningún preso preocupante, ninguna amenaza al alcaide, que en este caso es Froome. Pasada la lista, los fugados parecían buena gente, presos de confianza que solo querían un día de asueto y una jornada de gloria. Luego vuelta a casa, cumplida la libertad condicional.

Pero entre la tropa estaba Jetse Bol, un holandés de 27 años enrolado en las filas del colombiano Postobón, un equipo de aprendizaje y muestreo para al paraíso europeo. Bol estaba el 32º en la general a 8,55 minutos. Y la fuga se iba lejos, muy lejos, amenazando con desteñir el maillot rojo de Froome, empeñado, a ser posible, de llevarlo hasta el final tras enfundárselo en Andorra. Y Bol era una amenaza. Puntual, pero amenaza cuando te planteas cada etapa como el principio del final, como un fin en sí mismo. El Sky midió, calculó, sumó y restó y evitó que el holandés destronase al británico en una fuga consentida.

Cuatro gotas, como cuatro iban a ser los destinados a disputar el triunfo final, ajenos a asunto de lideratos. La cosa estaba entre Mahoric, Rojas, De Gendt y Poljanski, con notable alegría para el ciclista español del Movistar, especialista en llegadas. Pero la juventud impera y a Mahoric, esloveno, campeón mundial juvenil y sub 23 en ruta, la juventud (22 años) no le cabía en el cuerpo. Y la dejó fluir. Se fue, como una bestia, con posturas heterodoxas en las bajadas, feas, si se quiere, pero que resultaron efectivas. Y ganó en Cuenca, sí, en la tierra de Ocaña, con tantos motivos para recordar. Y cayeron cuatro gotas como pavesas, como fuegos artificiales.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_