Sorteo de la Champions: Viejos duelos, grietas nuevas

El sorteo de la Champions, la gala con la que la UEFA abre su temporada, es una cita repleta de tradiciones, que se extendieron ayer a la repetición de varios duelos que huelen a clásicos para los equipos españoles. El Real Madrid, campeón en tres de las cuatro últimas ediciones, el gran dominador histórico del torneo, quedó de nuevo encuadrado, en un exigente grupo, junto al Borussia Dortmund, en cuyo estadio no ha ganado nunca. En su grupo, el H, también están el Tottenham de Mauricio Pochettino y el Apoel de Nicosia.

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El Barcelona, apenas ocho horas después de una larga conversación este jueves por la mañana entre Josep Maria Bartomeu y Andrea Agnelli en el comedor del Hotel Le Méridien, se encontró colocado junto a la Juventus, que lo eliminó el curso pasado en una semifinal en la que aterrizó eufórico tras la gesta ante el PSG y de la que se fue sin anotar un gol. Ya en la primera jornada, el 12 de septiembre, los italianos serán en el Camp Nou un duro y temprano test de estrés para la versión post-Neymar de los azulgrana. Después los choques se prevén más leves, contra Olympiacos y Sporting de Portugal.

La suerte también deparó un reencuentro para el Atlético de Madrid, que vuelve a cruzarse con el Chelsea, campeón de la Premier, el mismo rival que dejó en el camino rumbo a la final de Lisboa en 2014. En su grupo también están la Roma, con Monchi al mando del servicio de reclutamiento, y el Qarabag, que debuta en la Champions. El equipo de Azerbaiyán, antiguo patrocinador de los rojijblancos (otro reencuentro), llega a la competición como un club exiliado de una ciudad fantasma, Agdam, en en la región de Nagorno Karabaj, abandonada desde 1993 durante la guerra entre Armenia y Azarbaiyán. Entonces, el Qarabag FK emigró y, pasando por Quzanli, acabó en Bakú.

Para el Sevilla, sin embargo, será todo nuevo —Liverpool, Spartak de Moscú y Maribor— y quizá más llevadero que para los otros equipos españoles.

Debilidades de España

El azar, en fin, en una jornada que también registró varios cambios notables respecto a lo habitual: el calor húmedo de Mónaco lo fue menos (10 grados menos), Ángel María Villar no entregó a Cristiano Ronaldo el premio al mejor jugador como sí hizo el año pasado, y Neymar ya no juega en el Barcelona.

Del calor, que puede regresar en cualquier momento, se habló bastante este jueves en la Costa Azul. De Villar, en cambio, apenas nada —“fue un alivio que dimitiera”—, pero España, que domina la Champions como nadie (6 títulos de los últimos 10) se ha quedado de golpe sin peso ejecutivo en la UEFA, apenas con tres miembros en comités menores.

El pasado 26 de julio, desde la cárcel, donde había entrado el 20 acusado de cuatro delitos en el marco de la Operación Soule, Villar escribió una carta al presidente de la UEFA, Alexander Ceferin, en la que dimitía como vicepresidente de la UEFA y miembro de su Comité Ejecutivo. Con Villar fuera de juego, a España se le ha escurrido todo rastro de poder político en el organismo que gobierno del fútbol europeo, de momento sin perspectivas de mejora. La Federación Española aún está bloqueada en el cruce de los intereses de los presidentes de las territoriales y las necesidades de la propia organización y del fútbol.

Aunque la grieta más evidente del fútbol español, en la que sí se hurgó mucho en los corrillos de Mónaco, es la fuga de Neymar, la primera gran figura arrebatada a la Liga, y las dificultades que exhibe el Barcelona para contratar. “Perdieron la convicción. Si lo de Neymar le hace tanto daño, quizá no eran un equipo tan grande”, decía el representante Mino Raiola. El acierto de los 222 millones medirá el PSG contra la aristocracia de las cinco Copas de Europa del Bayern, en su mismo grupo.