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Amancio se ve repudiado en Riazor

En el Teresa Herrera del 66 el público se puso del lado del recién llegado Campanal y no del suyo. Coruñés, hecho en el Dépor y orgullo de la ciudad fue pitadísimo cada vez que toca el balón

El Teresa Herrera de 1966 fue sonado. Lo jugaron, a partido único, el Depor, recién reascendido a Primera (eran sus años de ‘equipo ascensor’) y el Madrid, campeón de Europa con sus ye-yés. La perla del Madrid era Amancio, coruñés, hecho jugador en el propio Dépor. Los aficionados coruñeses estaban viviendo sus éxitos en el Madrid y en la Selección como propios.

Pero ese día…

Amancio había fichado por el Madrid cuatro veranos antes, por empeño personal de Bernabéu. El club, que afrontaba los costos de la Ciudad Deportiva, estaba entrampado. Ese mismo verano vendió a Del Sol a la Juve por 22 millones, pero aun así sufría un déficit de 27. Saporta le había presentado a Bernabéu un plan de choque que incluía, entre otros recortes, nada menos que quitar la sección de baloncesto.

El Dépor pedía 12 millones por Amancio, que hasta entonces sólo había jugado en Segunda División.

Bernabéu lo quería. Su amigo coruñés Emilio Rey, compañero de pupitre en sus tiempos escolares, en El Escorial, era entonces hombre fuerte en La Voz de Galicia. Le avisó de que Amancio se había entrevistado con emisarios del Barça en el Hotel Atlántico. El fichaje estaba a punto de consumarse.

Bernabéu argumentaba a sus directivos que el Coruña acababa de subir gracias a Amancio, pichichi de Segunda con 25 goles en 26 partidos. Rey le había hablado de su regate. Bernabéu añoraba a Kopa, quería ‘un jugador que levantara al público de sus asientos’. Pero sus directivos no sabían de él, no había informes, en años sin tanto viaje, televisión y conocimiento como estos.

Aun así, lo fichó. El lunes en que reunió a la junta para tratar definitivamente el caso, avisó de que estaba ocupado con un papeleo, que empezaran sin él. En realidad, estaba en Coruña, haciendo el fichaje. De espaldas a los otros, le pidió a su vicepresidente Muñoz Lusarreta que prestara cuatro millones al club. Con ellos dio la primera entrega. Luego tendría que pagar otros seis, más tres jugadores, Miche, Antonio Ruiz y Cebrián, y la cesión por un año del portero Betancort. Así ahorró dos millones.

Acertó. Amancio fue titular desde el principio y se convirtió, hasta su retirada, en el jugador bandera del club. Soportó el peso del equipo tras las retiradas sucesivas de los monstruos Di Stéfano, Puskas y Gento, con los que convivió. Para cuando llegó aquel Teresa Herrera del 66 ya había ganado tres Ligas, la Eurocopa con España, la Copa de Europa con el Madrid y un Balón de Bronce. Era la gran estrella nacional.

Ahora venía con su Madrid, flamante campeón de Europa, a enfrentarse a un Dépor recién ascendido con el Teresa Herrera en juego. Riazor reventó. Asistió hasta Franco, cuya presencia en el fútbol era inusual, finales de Copa aparte. Pero le pilló en el Pazo de Meirás, bien cerquita, porque era 21 de agosto. Llenó el palco, con su corte de pelotas, escoltas y ‘autoridades nacionales, regionales y locales’.

El Dépor presentaba a Marcelino Campanal, veterano defensa internacional con muchos años en el Sevilla. Un grande de la época, de fortaleza natural legendaria. Y muy bravo. Una vez, en Oporto, acabó en la cárcel tras una reyerta con jugadores locales, en la que se armó del banderín de córner. Con el Barça también tendría una trifulca célebre, en la que mantuvo a raya él solito a Reina, Borrás, Fusté, Fernández y Olivella, que salió muy mal parado por ir a separar. Respecto al Madrid, todos le temían. Tuvo una doble expulsión, con Marsal, en el Bernabéu, y un Carranza casi se suspendió por una gresca en torno a él. Se negó a irse tras ser expulsado. Bernabéu, tras largas discusiones en el descanso, accedió a que el Sevilla le sustituyera.

De izquierda a derecha: Amancio, Miguel Muñoz y Gento, en un viaje del Madrid
De izquierda a derecha: Amancio, Miguel Muñoz y Gento, en un viaje del Madrid

Cuando llegó Amancio al Madrid, era su marcador en todos los Madrid-Sevilla o viceversa. Amancio estaba harto.

Y ese día se lo encontró. La primera parte fue muy buena. Al descanso se llegó 0-0 y la gente, feliz. En el 49’, Gento le saca un córner en corto a Amancio, que le hace un caño a Campanal; éste se revuelve, le tira, Amancio se levanta, le encara, Campanal le coge del cuello y le derriba. Medina Iglesias les advierte a los dos. Amancio se queda indignado.

Hay un nuevo derribo de Campanal a Amancio. Falta y a seguir. El madridista cada vez está más enfurecido. Se pega a la banda, se queda quieto, en ademán de no jugar. La escena es curiosa: Amancio haciendo gestos de que no se la echen y Campanal a su lado. Hasta que en el 59’ un balón va para allá, hay un entradón de Campanal, que no alcanza a Amancio, que salta, y este se sale del campo. Muñoz le para en el banquillo, razona con él. El público se le vuelve en contra, y más cuando Medina Iglesias expulsa en ese momento a Campanal.

Muñoz hace volver a Amancio al campo, pitadísimo cada vez que toca el balón. El ambiente festivalero acaba agriado. Once contra diez, el Madrid gana, con goles de Grosso y Veloso. El final es desagradable, con bronca al ganador. No eran tiempos aún de vacaciones masivas, y no había tantos madrileños-madridistas como en ediciones posteriores del Teresa Herrera. Casi todo el público era del Dépor y, para sorpresa de Amancio, se puso del lado del recién llegado Campanal, y no del suyo. Coruñés, hecho en el Dépor, orgullo de la ciudad… pero el que llevaba la camiseta a rayas era Campanal. Asturiano, gloria del Sevilla… pero deportivista esa tarde.

Amancio quedó amargado. Había pedido permiso para quedarse dos días en la ciudad tras el partido y el lunes sufrió reproches y desplantes por la calle. Envió una carta a La Voz de Galicia, publicada el 23, exponiendo sus razones.

Al cabo de los años, a los dos les pone de mal humor aquel recuerdo. Campanal, hoy un octogenario muy en forma que bate constantemente récords de atletismo de veteranos, sigue considerando injusta aquella expulsión, como otras antes:

—Los del Madrid eran muy buenos, pero se quejaban mucho.

Y se han seguido quejando. Cada vez que mencionas a Campanal en presencia de algún jugador del Madrid de la época se explayan de lo lindo.

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