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Fallece el padre de la cantera del Espanyol

Josep Manel Casanova fue el coordinador del fútbol base blanquiazul por dos décadas y del Málaga en los seis últimos años

Jordi Quixano
Josep Manel Casanova, durante su etapa en el banquillo del Espanyol.
Josep Manel Casanova, durante su etapa en el banquillo del Espanyol.RAFA SEGUÍ

El equipo estaba de fiesta y no había quien les callara o frenara. Tanto les daba estar en un avión de vuelta para Barcelona o que el piloto les advirtiera de que o se callaban y dejaban de saltar o hacía un aterrizaje de emergencia en Tánger. La fiesta, sin embargo, no era para menos porque el filial del Espanyol acaba de subir a Segunda B después de vencer al Tenerife B, allá en 2009. Entonces, Josep Manel Casanova, que era el coordinador del fútbol base del Espanyol, decidió actuar. “Fue al piloto y le dijo que nos mantendría a raya, que no se preocupara y no sé qué cosas más”, recuerda Luismi Gracia, extremo de ese equipo; “pero Manel –como le llamaban la mayoría- vino a vernos y nos dijo que siguiera la fiesta, que él controlaría al piloto”. Más que nada porque él también vivía como nadie los triunfos y derrotas de sus chicos, porque era un entregado a su trabajo y porque como padre que era para todos –una felicidad que compartía Manel, su verdadero hijo y también empleado del Espanyol-, no podía negarles un festejo por el trabajo bien hecho. Ahora, todos le echarán de menos porque el domingo pasado, con 66 años, falleció de un infarto al corazón mientras veía un partido del Juvenil de División de Honor del Málaga, que jugaba a domicilio en campo del Malaka. “Ha sido un gran visionario de jugadores jóvenes. Y perderlo en un campo de fútbol demuestra lo enamorado que estaba del fútbol base”, le reconoce José María Calzón, delegado del Espanyol desde hace 37 cursos.

Perderlo en un campo de fútbol demuestra lo enamorado que estaba del fútbol base José María Calzón, delegado del Espanyol

Casanova fue todo para el Espanyol. Comenzó como jugador profesional entre 1975 y 1979 para pasar a presidir la Agrupación de Veteranos con apenas 28 años. En 1984, ya ingresó en el organigrama del fútbol base y hasta hizo de técnico en categorías inferiores, también como segundo del primer equipo hasta en seis ocasiones, la última en 2002 junto a Ramon Moya. Pero sobre todo se le recuerda por ser el padre de la cantera perica –y un poco de la del Málaga porque allí trabajó estos últimos seis años-, ya que por sus manos pasaron más de 160 jugadores y fue, entre otros muchos, el descubridor de Tamudo y artífice de la Quinta de la Intertoto junto a Paco Flores, donde jugaban Capdevila, Morales, De Lucas… Aunque a Manel lo que más le gustaba era el fútbol base. “Se recorría todos los campos y en equipos donde no encontrarías nada, él veía a un futuro jugador de Primera”, cuenta Javi Chica. “Era una persona a la que le encantaba su trabajo. No le importaba ir a 20 sitios en una mañana y cuando entró en la cantera del Espanyol la cambió por completo”, dice Moisés Hurtado, que aún recuerda la comida junto a sus padres para ficharle de niño, los argumentos que le dio para acabar de convencerle. “Vivía por y para el fútbol. Un verdadero cazatalentos que iba a todos los partidos”, explica Luismi, fichado por Casanova cuando jugaba con Extremadura en un torneo de selecciones territoriales. “No paraba de trabajar, pero siempre nos daba un trato magnífico”, se suma Ferran Corominas, convencido en su día por el coordinador blanquiazul tras enseñarle la residencia. Quizá, como solía hacer porque le pirraba, ese día también cogió un pedazo del pastel vegetal que hacía Cheli –la cocinera- o trajo para todos lotes de conservas Dani [expresidente del Espanyol]. O quizá daba una pequeña reprimenda a alguno por no llevar bien los estudios. “Se preocupaba mucho por eso”, rememora Chica; “a mí me puso el taxi del cole al campo, por ejemplo, y seguía de cerca las notas”.

Pero fuera donde fuera, siempre tenía la sonrisa a modo de bienvenida y no hay uno solo de los que le conocían que no le tilden de buena persona. “Era muy sarcástico y siempre tiraba bromas”, cuenta Luismi. “Ha sido uno de los tíos más cachondos con los que me he cruzado porque te hacía reír y tenía bastante gracia”, añade Calzón. “Era bastante gracioso. Al principio el humor no lo pillábamos, pero con los años sí”, agrega Hurtado. “Era de la broma y transmitía alegría”, apostilla Coro; “aunque cuando se enfadaba, que no ocurría casi nunca, nos poníamos firmes”. Luismi recoge el testigo: “Sí, sí, cuando se cabreaba lo hacía de verdad. Pero se le pasaba rápido”. Entonces, Manel volvía al trabajo. Por eso a nadie le extrañó que bautizaran la puerta 75 del estadio de Cornellà con su nombre.

Ahora nos sentimos un poco huérfanos Moisés Hurtado, exjugador del Espanyol

La reacción de todos sus niños se ha visto en las redes sociales, donde se han producido un sinfín de muestras de cariño. “Me cambiaste la vida con 14 años. Nunca te lo podré agradecer lo suficiente. Descansa en paz, amigo mío”, escribió Tamudo. “Impactado y triste, muy triste, por la pérdida de José Manuel Casanova, la persona que cambió mi vida por completo”, señaló Capdevila. “Se va Manel Casanova, un amigo, un visionario, un elegido, un emblema. Gracias por haber aparecido en mi vida”, dijo Sergio González, que también pasó por el banquillo blanquiazul tras crecer bajo su tutela. “Muy triste de ver cómo se va un amigo. ¡El futbol te echará de menos! Siempre te estaré muy muy agradecido por todo”, prosiguió Sergi Darder, que lo conoció en el Espanyol pero triunfó en el Málaga de su mano como también lo hicieron, por ejemplo, Pablo Fornals y Samu Castillejo. “Aunque ahora nos sentimos un poco huérfanos”, revela Hurtado. “Era como un segundo padre para todos”, le sigue Chica.

Manel tuvo unos años complicados de salud, pero parecía que en los últimos meses volvía a ser el de siempre. Pero de repente el corazón le dijo basta. En un campo de fútbol y rodeado de jóvenes talentos. Justo lo que más le gustaba.

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