Caeleb Dressel, ha llegado el águila
El velocista estadounidense gana el 4x100 estilos y obtiene su séptimo oro en Budapest, consolidándose como la referencia del cuadro masculino tras la retirada de Michael Phelps
El día que Caeleb Dressel se tiró a la piscina de los campeonatos nacionales de natación de Estados Unidos, en 2015, los asistentes advirtieron algo raro en el muchacho discreto de Gainsville. Se había rapado los parietales dejándose una cresta de mohawk en lo alto del cráneo, se había tatuado un águila en el hombro izquierdo, y llevaba una inscripción en la cara, grabada con rotulador a prueba de agua. En su mejilla derecha ponía “Isaías” y en su mejilla izquierda “40:31”. La referencia al versículo de la Biblia que él mismo recitó ante las cámaras: “Los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas y volarán como águilas”.
Dressel ha volado sobre Budapest. Sus siete oros en los Mundiales de natación que concluyeron ayer le emparejan con Michael Phelps, al menos por vía estadística. En tiempos de Phelps la FINA no oficializó los relevos mixtos. Dressel lo aprovechó para acumular una colección tremenda que cerró en la última jornada tirándose al relevo del 4x100 estilos. Nadó la tercera posta, correspondiente a la mariposa, y su actuación fue decisiva para asegurar el oro. Nada menos que 49,76s. Otro registro sideral. El parcial de mariposa de Phelps en la final de relevos de los Juegos de Río, hace un año fue 50,33s. Cinco décimas más en 100 metros son la medida de un superdotado. Un genio de 20 años, aparición algo tardía en el máximo nivel.
Hijo de un ranchero del interior de Florida, de ascendencia alemana y poderosas raíces protestantes, Caeleb —nombre inexorablemente bíblico— llevó una infancia feliz para los estándares de las comunidades del sur de Estados Unidos. Desde pequeño tuvo una facilidad descomunal para los deportes y de inmediato gozó del prestigio social que se atribuye a los buenos competidores colegiales. Se inscribió en el equipo del exclusivo colegio Bolles, de Jacksonville, cuyo director de natación era Sergi López, el primer medallista olímpico español. En 2012 batió récords de sub-15 en 100 y 200 yardas de nado libre que no se rebajaban desde hacía 22 años. Convertido en un héroe colegial, la Universidad de Florida le concedió una beca. Sus triunfos se sucedieron en el SEC y en el NCAA, dos torneos que se televisan. Fue campeón de 100 y 50 yardas y en 2015 nadó el 50 yardas más rápido de la historia. Parecía un estudiante realizado. Era el bromista en todos los grupos con los que entrenaba. Era expansivo. Pero, de repente, se atormentó. Dejó de nadar durante meses. Quedó excluido de la clasificación para el Mundial de 2015. Al regresar confesó que había dejado de ser feliz practicando la natación. Habló de una lucha espiritual. Mencionó “demonios”.
Fue entonces cuando se presentó en los campeonatos nacionales de 2015. Al salir del agua, sonriente y cubierto de versículos, le preguntaron de qué se trataba. Por qué Isaías. Por qué 40:31. “Debes tener fe”, dijo, “la fe hará el camino. Debes tener paciencia. Isaías me lo recuerda a diario”.
Musculación
“La razón de este deporte”, abundó, “no es solo ir rápido sino inspirar a la gente y mostrarles dónde encontré la felicidad: en todo lo que Dios me ha concedido. En mis compañeros, en mis entrenadores, en mi familia. El Señor me hizo feliz. Estoy muy agradecido y quiero que cuando la gente vea lo que llevo escrito en la cara encuentre una razón de felicidad”.
Conducido por Gregg Troy, el gran mentor de Ryan Lochte y uno de los entrenadores con más títulos en activo, Dressel se ha convertido en un nadador poderosísimo gracias al trabajo en seco. Las pesas son solo un segmento de una larga secuencia de actividades destinadas a lograr la potencia muscular que dota a los velocistas puros. Lo advirtió el británico Ben Proud al acabar la final de 50 libre. “Yo solía ufanarme de tener una de las mejores salidas del mundo”, dijo, “pero Dressel me ha borrado por completo”.
Tanto en el 100 mariposa como en el 50 libre del sábado, Dressel marcó la diferencia al aplicar la potencia en poco tiempo y sin oxígeno. Su nado subacuático fue un recurso decisivo. En 100 mariposa dio 10 patadas de delfín antes de la primera brazada y otras 10 al virar en el 50. Sus 47,17s en la final de 100 libre —el tercer mejor tiempo jamás realizado con bañador tipo short— son producto de esa capacidad anaeróbica.
“Dios me dio un talento extra y no puedo pensar que el mérito es mío”, dice. “Es por mérito de mi entrenador, de mi familia de mis padres que trabajaron más que yo para que siga nadando”.
La fe devolvió a Caeleb Dressel a la pura velocidad.
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