“Alucinante, impresionante”, dice Froome de Landa

Oh, Landa, alucinante Landa, canta Froome en la meta, qué fuerte está, qué fuerte está. Y el pelotón le corea: qué grande Landa, qué grande. El pelotón le ve fácil y tranquilo en el Galibier, el único ciclista que no cambia de ritmo nervioso cuando los pulsos de todos se aceleran al ritmo de los ataques de Bardet, y piensa que si parece que Landa tarda un poco en volver al grupo de los mejores es porque finge, porque no quiere desconcertar más a un Tour que le descubre.

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Y Froome le ve así, uno que regresa a su lado y trabaja por él después de los ataques de su rival más peleón en los últimos kilómetros del techo del Tour, a 2.600 metros, y también en el descenso hacia el valle de Serre Chevalier, colaborando como un líder más para distanciar lo más posible al Aru débil, y llegando a la meta le pide que le lance el sprint, que necesita rebañar más segundos.

Y Landa, que es fuerte y disciplinado, obedece, y entra el primero en las últimas curvas. Pero Froome no tiene reflejos de sprinter —“nuestras llegadas sonarán ridículas comparadas con las de Sagan, Kittel o Matthews”, se disculpa el inglés de amarillo, “pero tenéis que saber que las hacemos a muerte, que las bonificaciones son fundamentales, que este Tour se decidirá en segundos”— y no se pone a la rueda de su mejor équipier, sino detrás de Bardet que va detrás de Urán, y al final, tan desgalichado en su esfuerzo y retorcido, pero tan arrojado, Froome solo puede con el francés y se lleva 4s, pero pierde dos con el colombiano, al que teme.

El esfuerzo final le costará al alavés perder tres segundos respecto al trío del podio, que son tres segundos menos de ventaja sobre Aru, que arriba a la meta 28s después, y al que ya tiene a solo 31s en la general. A los dos que acompañan por ahora en los puestos de honor a su jefe, Urán y Bardet, separados por cuatro centésimas a favor del colombiano, los tiene a 57s, la distancia que le separa del podio de París. “Me gustaría colarme allí detrás Chris”, dice Landa, que modera los elogios, recibidos, eso parece, a su pesar. “A pesar de lo que pueda parecer no he tenido las piernas de otros días, tan buenas. Se ha hecho todo a un ritmo fortísimo que he podido aguantar”.

Si Landa no está más cerca, o por delante de los del podio, es porque el día de la Planche des Belles Filles, allá por la quinta etapa, el equipo le mandó frenarse una vez que Froome había lanzado sus ataques inútiles para alcanzar a Aru. Perdió entonces 1m 17s con el sardo y más de 40s respecto a Bardet y Urán. También le reservó Nico Portal, el director del Sky, en el Jura y el día de Chambéry perdió 1m 15s. “Lo quiero reservar para los Alpes”, dijo entonces Portal, quien, sin embargo, después de su exaltación en Peyragudes, lo utilizó para atacar con Contador camino de Foix, donde volvió a entrar en la lucha por la general.

El camino del podio de los Campos Elíseos pasa para Landa por la última etapa de montaña, el Izoard el jueves, y por la contrarreloj de Marsella, el sábado. “En el Izoard, Chris dará el golpe de autoridad definitivo ante Rigo y Bardet”, advierte el alavés. “Y yo trabajaré para ello”.

A Froome le preguntan qué prefiere en el Izoard: una victoria, la que sería la tarjeta postal de su Tour de racanería y ahorro, o que se escapara Landa y alcanzara el podio. “El Izoard es como el Ventoux”, dice Froome. “Y todo dependerá de las piernas que tengamos. Y Landa tiene el potencial para alcanzar el podio en la crono…”