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Un ‘sprint’ en las montañas en la 17ª etapa del Tour

Combate nulo en un día más de peleas y ataques en el Tour que Chris Froome, Mikel Landa y su Sky controlan. Victoria del esloveno Primoz Roglic

Carlos Arribas
Roglic en la etapa 17ª del Tour de Francia
Roglic en la etapa 17ª del Tour de Francia

Terminada la etapa del descenso por autopista del Galibier tan alto y minutos después de la victoria del atacante del día, Primoz Roglic, un esloveno que antes que ciclista fue campeón de saltos de esquí y que se lanza atómico por las laderas, en la meta de Serre Chevalier el presidente francés, Emmanuel Macron, se acerca a Romain Bardet triste y sudoroso y le abraza y le susurra algo al oído. Quizás quiera transmitirle no solo la exigencia de la victoria por su Francia, sino también el secreto de su éxito sorprendente y avasallador en las elecciones francesas. Quizás todo eso le vaya bien al francés que marcha tercero, empatado con el segundo, a 27s del maillot amarillo, pero no será todo lo que necesita para convertirse en el primer francés que gana el Tour desde 1985, cuando Macron tenía siete años y Bardet aún no había nacido.

Pero eso no le bastará al ciclista, que lo que de verdad querría es que el líder no fuera Chris Froome, un inglés que le controla en la montaña como quien no quiere la cosa apoyado en un equipo extraordinario y que, encima, le dará un baño en la contrarreloj decisiva.

Solo la debilidad manifiesta de Fabio Aru, que se defiende a chepazos exagerados y no logra mantener el pulso, le dio un poco de alegría al francés, que ve un pelín más cerca su segundo podio consecutivo. El sardo perdió 31s, lo que le deja ya a 53s en la general. El resto fue tan amargo como la constatación de que por cuatro centésimas de más gastadas en la contrarreloj de Düsseldorf frente a Rigo Urán, es el colombiano el que ocupa la segunda plaza y él el tercero.

Reparto de bonificaciones

Por eso, por la superioridad de Froome y el control de su Sky, el Tour se decide al sprint en las montañas. En la fotofinish entre los mejores, siempre los mismos cuatro o tres, los días en que se acaba tras largo descenso, como en Chambéry hace 10 días, en Foix una semana después o en Serre Chevalier el miércoles; con unos segundos entre ellos los días de final en repecho, en la Planche, en Peyragudes y hasta en Rodez. En la clasificación por bonificaciones obtenidas manda Urán, con 22s (una victoria de etapa y dos segundos puestos), seguido por Aru (14s, una etapa y un tercero), Froome (12s, dos segundos) y Bardet (10s, una etapa). Sin ellas, la general estaría más aclarada (Bardet sería segundo, a 25s; Urán, tercero, a 37s, y Aru, cuarto, a 55s), pero igualmente apretada y abierta.

O quizás lo que le falte al Tour para acabar con empates y cerrojos, quizás lo que realmente podría dar la media del Froome versión 2017, tan Anquetil en su control de los segundos, sería un Contador con 10 años menos en las piernas y con la misma edad y decisión en la cabeza y en el corazón. Con el mismo desprecio por los segundos y las centésimas; con el mismo sentido del espectáculo, la misma necesidad de hacer siempre en el Tour todo a lo grande. Y también ganarlo, lo que ya no puede.

Alberto Contador ama el Galibier y ama aventurarse por sus rampas cerradas por rocas descarnadas y polvo blanco como el de las minas de yeso que dan aire de desierto al valle del Maurienne, de donde en los Alpes parten los grandes cols, los de más de 2.000 metros, la Madeleine, el Glandon, la Croix de Fer, el Télégraphe, el Galibier… Los tres últimos son los que recorre la travesía alpina del 17.

La fuga del día, la que él querría haber cogido, nace antes de la Croix de Fer, y él se ve obligado a un sobreesfuerzo, a un ataque lejano y a destiempo para el que anima a un compañero de penurias y alegrías, a Nairo Quintana, tan deseoso como él de una gesta que se recuerde muchos años, y más escaso de fuerzas aún. Con Nairo se lanza en la Croix de Fer, que el colombiano asciende como un viacrucis con la cruz a cuestas, y se frena cuando no puede más. Contador sigue. Y seguirá hasta donde pueda con la ayuda de compañeros (Michael Gogl, Jarlinson Pantano exhaustivo en la entrega, generoso hasta la última gota, y Bauke Mollema entregado) que le esperan escalonados por delante.

Contador está a siete minutos en la general, y llega a contar con cuatro de ventaja, lo que concede a la fuga importancia y urgencia. La aventura de Contador irrefrenable marca la etapa y el trabajo de los Sky, que la controlan, y se desgastan y fatigan. Lo dice Froome: “Contador nos ha metido mucha presión, nos ha hecho trabajar de lo lindo”.

En modo control

A Contador le alcanzan, ya un ciclista sin aliento que pedalea mecánicamente, en los últimos metros del Galibier, cuando ya aceleran todos tras los alocados, repetidos y cortos ataques de Bardet, que nunca llega lejos. “Hemos funcionado en modo control y no hemos tenido problemas con Bardet”, dice Froome. “Y estoy mucho mejor que en los Pirineos, ¿eh?”.

Desde 1922, por el Izoard, por su Casse Déserte, en cabeza, solos, de amarillo, han pasado 11 corredores que después ganaron el Tour. Pélissier, Maes, Bartali, Coppi, Bobet, Merckx y Thévenet, entre otros. Froome, de la edad de las imágenes icónicas, será el 12º el jueves. O eso deseará.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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