Valentino Rossi no vacila ni un segundo y gana en Assen
El italiano se impone en una carrera interrumpida por un chaparrón en la que cayó Viñales y sube al podio junto a Petrucci y Márquez
Mayúscula, como tantas carreras que llevan su firma. Así fue la victoria de Valentino Rossi en Assen, la primera del curso, la primera desde que ganó el gran premio de Cataluña del 2016, hace cosa de un año. Mientras algunos dudaban y otros escogían mal, el más veterano piloto de MotoGP, 38 años a sus espaldas, el hombre más popular del circuito, el mejor piloto de la historia, cargó con el peso de una carrera que empezó sobre el asfalto seco y terminó siendo algo parecido a una lotería. Porque cayeron unas gotas; amansó, se volvió a animar, y pareció que se venía, de nuevo, la tormenta; pero volvió a amainar. Y Rossi no vaciló ni un segundo, a lomos de su Yamaha, con ese chasis nuevo que le permite entrar con más confianza a las curvas y, en todo momento, con gomas de seco. Si acaso bajó un poco el ritmo cuando más arreció la lluvia. Que ser atrevido no significa ser un incauto.
La espera fue dura, pero valió la pena. Sumar diez victorias en La Catedral bien vale una buena celebración. “Después de un año, ¡hasta la gente en el bar te recuerda que hace un año que no ganas! ‘Tienes que ganar’, dicen, y tú piensas: ‘ah sí, buena idea, no lo había pensado’. No es que haya tenido presión, pero ganar después de tanto tiempo es todavía más bonito”.
En la primera parte de la carrera, cuando las nubes todavía aguardaban en una inquietante calma chicha, blanquecino el cielo, amenazador, el italiano hizo una exhibición de cómo ha mejorado su M1 en frenada y tiró de estabilidad para adelantar primero a Márquez (vuelta 11) y luego a Zarco (vuelta 12), a ambos en la primera curva. Y se puso en cabeza. Al tiempo que su compañero de equipo, Viñales, errático en la salida desde la 11ª posición de la parrilla, rodaba por los suelos después de haber conseguido lo más difícil: remontar hasta la quinta posición y acercarse a poco más de dos segundos del cuarteto que lideraba la prueba, con Petrucci como artista invitado.
El adelantamiento que Rossi le hizo a Zarco vino acompañado de un ligero toque con el francés, que a partir de entonces cerró aquel grupo, con Rossi, Márquez, Petrucci y la Yamaha satélite rodando en perfecta armonía, separados por apenas unas décimas. Así estuvieron unos cuantos giros más hasta que, a falta de ocho giros para el final de la prueba, cayeron cuatro gotas y los comisarios ondearon la bandera blanca: quien quisiera podría entrar a cambiar de moto y gomas, para correr sobre el asfalto mojado con neumáticos rayados. Zarco no se lo pensó dos veces. Arriesgó y falló. Porque nunca llovió lo suficiente ni durante el tiempo necesario como para mojar la pista, así que aquellas gomas lejos de permitirle ir más rápido le hicieron ir entre cinco y siete segundos más lento que Rossi (sin contar con que luego sería penalizado por exceder la velocidad en el pit lane; acabó 14º). Hubo otros que también cambiaron de moto, como Barberá o Lorenzo. También se equivocaron.
Después de un año, ¡hasta la gente en el bar te recuerda que hace un año que no ganas! ‘Tienes que ganar’, dicen, y tú piensas: ‘ah sí, buena idea, no lo había pensado’ Valentino Rossi, piloto de Yamaha
La paciencia, la pericia y la valentía de quienes retaron al imprevisible parte meteorológico de Assen obtuvieron premio. El premio gordo fue para Rossi, sobre quien recayó toda la responsabilidad de los movimientos del grupo en cabeza. Si él, que lideraba, seguía una vuelta y otra, aunque lloviera cada vez más, quienes le seguían también debían hacerlo; si entraban al pit lane a cambiar de neumáticos corrían el riesgo de caerse del podio si, como ocurrió, el grifo se volvía a cerrar. Era cuestión de tener paciencia y ser muy fino y cauteloso en las siete vueltas restantes.
Algunos, sin embargo, fueron más intrépidos que otros, para suerte del espectador. El que más, el nueve veces campeón del mundo. Fue el que más riesgos asumió: al rodar en cabeza abría paso a los demás sin saber cuánta agua se iba a encontrar a cada curva. Se fio a su suerte y a su experiencia. “Iba pensando que no había tenido muy buena suerte las últimas veces que había podido ganar: me caí en Le Mans, en Misano el año pasado me ganó Pedrosa, y también aquí me caí… Pensaba, ‘hoy me tiene que ir bien’. Y cuando Petrucci se me puso delante observé que le costaba un poco. Después de estudiar el parte meteorológico, estaba convencido de que no iba a llover mucho más”, concedió al terminar.
Petrucci fue otro de los que más arriesgó. La aceleración de su Ducati le impulsaba en los adelantamientos. Y tenía más a ganar que a perder. A diferencia de sus rivales. Adelantó a Márquez en la dificilísima curva cinco para colocarse segundo; se enzarzó luego con la Ducati de Dovizioso —un ritmo fantástico en los últimos 12 giros, salvo cuando tiró de cabeza al mojarse más de la cuenta la pista y se vio pensando en la general—; y más tarde perdió el duelo con Rossi, a quien quería adelantar para acercarse a la victoria, pero el de Yamaha le devolvía cada maniobra. No hubo en pista pilotos más rápidos que ellos dos en los momentos más críticos. Petrucci acabó cruzando la meta segundo, a 62 milésimas de Rossi: dos podios en tres carreras.
Márquez, que se había quedado a la expectativa en cuanto la pista se puso difícil, firmó una última vuelta majestuosa para subirse al tercer escalón del podio después de una pelea a tres bandas con Crutchlow y Dovizioso, cuarto y quinto, respectivamente. El de Ducati, además, es el nuevo líder del Mundial después de la caída de Viñales. El 13º puesto de Pedrosa, que no tuvo buenas sensaciones en toda carrera (como Lorenzo, 15º) ayudó a zarandear aún más la clasificación: ahora hay cuatro pilotos en once puntos: Dovizioso, Viñales, Márquez y Rossi. El Mundial está apretado y loco.
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