El penúltimo rugido del Cata Díaz
El central argentino, de 38 años, el jugador que más veces ha vestido la camiseta del Getafe, regresó al club madrileño para ayudarlo a regresar a Primera División
La lluvia de patadas de Pepe sobre Casquero no fue el único acto extraño de aquel Real Madrid-Getafe de 2009. Al acabar el partido, después de que los blancos remontasen con 10, Marcelo fue a dar la mano al Cata Díaz y en el último momento se la retiró y le sacó la lengua. Mala decisión. El argentino se puso hecho una fiera y fueron precisas varias personas para frenarlo y tranquilizarlo mientras el brasileño huía.
Pese a aquella escena de furia, Daniel Alberto Cata Díaz (Catamarca, Argentina, 38 años) es un hombre tranquilo por mucho que su rostro curtido y feroz diga lo contrario. El pasado verano regresó a Getafe para devolverlo a Primera y este sábado tiene la oportunidad. El 1-0 en contra que trajo el equipo madrileño de Tenerife es un obstáculo duro pero no insalvable.
En esta final se hará necesario el Cata más enérgico, ese que aporta liderazgo, insufla confianza a compañeros e intimida a rivales. Ese defensa que parece que ruge cuando protesta o da una orden, pero que sabe contenerse mejor que nadie: solo fue expulsado una vez en toda su trayectoria en España. “Es un central como deben ser los centrales”, dice David Belenguer, quien fuera su compañero en la zaga durante dos temporadas en Getafe; “es duro, pero el fútbol moderno exige buena técnica y saber sacar el balón, y él tiene eso”.
Si en algo coinciden todos los que le conocen es que Díaz no es tan fiero como le pinta su imagen. “Es un chico sereno, callado”, cuenta Luis Milla, que fue segundo entrenador del Getafe con Michael Laudrup, el primer técnico del Cata en España. “Solo se enfadaba si veía a algún compañero que no lo daba todo entrenando”. Belenguer secunda la visión: “No suele gritar. Tiene una personalidad fuerte y dice las cosas a la cara y así se gana el respeto”.
“Gran actitud”
El Cata es toda una institución en Getafe. Nadie ha jugado más que el central argentino con la camiseta azulona (236 encuentros, cinco más que Casquero). “Su objetivo es ascender, para eso volvió”, dice Milla. “Tiene una gran actitud y ha rendido muy bien pese a su veteranía. Para un entrenador es un lujo tener alguien así en el equipo”.
El rendimiento del defensa en el equipo del sur de Madrid fue ejemplar en su primera etapa: cinco años en Primera con una final de Copa y dos participaciones en Europa. Antes lo había ganado todo con Boca y era un habitual en las convocatorias de la selección argentina. Su buen hacer en Getafe le dio la oportunidad de jugar en el Atlético de Simeone. Miranda y Godín le cerraron las puertas de la titularidad en el único año que estuvo en el Calderón, pero el Cata volvió a Argentina con el orgullo de haber jugado en un grande de Europa.
Su regreso a España se forjó de manera casual y abrupta. Boca acabó de mala manera la temporada y algunos dedos señalaron al Cata. “Parece que soy el único culpable”, dijo, consciente de que debía abandonar el club bonaerense. “Fui a Argentina y me di cuenta de que Boca es un equipo muy estresante”, cuenta David Belenguer. “Allí es muy respetado, la gente le recuerda con cariño por todo lo que consiguió, pero si hay un año malo...”.
A su regreso el Cata se encontró un equipo en Segunda y deprimido que arrancó mal el curso. El cambio de entrenador —Bordalás por Esnaider— lanzó al equipo hasta dejarlo en tercera posición. Pese a sus 38 años, el argentino se convirtió en un fijo de la defensa con 37 partidos disputados, acercando la opción de renovación por un año más. “Está en forma. Se ha ganado decidir cuándo se retira”, dice Belenguer.
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