El llanto de Nicolás Almagro

¿Qué es el tenis, en realidad el deporte, si no un gran escaparate del género humano? Pasiones, miserias, grandeza… Todo eso y lo contrario. La esencia del hombre y la mujer, el compendio de lo más profundo. Y en París, Bois de Boulougne, Roland Garros, fue una matinal de emociones.

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Mientras en muchos rincones del torneo todavía se comentaba el desprecio de la histórica Margaret Court, plusmarquista de Grand Slams (24) y ahora pastora conspiranoica que rechaza a los homosexuales, Nicolás Almagro se echaba las manos a la cabeza, se agachaba y caída desplomado a la arena de la pista 2 cuando Juan Martín del Potro había servido. Entonces, el llanto del tenista, el dolor, la impotencia. El silencio de la grada, compungida. Y enseguida, la sobrecogedora reacción del argentino, un hombre que después de un calvario interminable vuelve a ver luz y por eso pocos mejor que él para reconocer el mal ajeno.

Almagro, que hace dos semanas tuvo que retirarse en la segunda ronda del Masters de Roma debido a un problema en una rodilla, recayó. Él y Del Potro habían disputado ya un par de sets (igualdad: 6-3 y 3-6, y 1-1 en el tercero), pero el murciano se quedó clavado. Iba a restar, pero se dio cuenta de que su articulación no respondía. Entonces, lo contado: el dolor, las lágrimas y esa caída a plomo, como un saco, y Del Potro (Andy Murray en la siguiente ronda) interesándose y consolándolo. Cuando se pudo incorporar para retirarse de la pista y del torneo, el de Tandil lo envolvió entre sus brazos. El ser humano, a veces, también es bueno.

"Si hay alguien que pueda entenderle a Nico soy yo. Esto es el deporte y la salud hay que priorizarla sobre cualquier otra cosa. Él tiene una gran familia con la que disfrutar mientras se recupera... Él tiene un gran tenis, así que cuando se sienta bien podrá seguir intentándolo", manifestó el argentino, torturado durante tres años por su muñeca izquierda, hasta el punto de plantearse seriamente dejar su profesión. También él sufrió, porque unos problemas en los aductores le impidieron desplazarse en el segundo set y tuvo que jugar al 50%, recurriendo al remedio antiinflamatorio.

No lejos de ahí, en la pista 3, la sonrisa de uno y la pena de otro. Feliciano López y David Ferrer se batieron durante 3h 52m en un pulso nostálgico. No son los mejores tiempos para el uno ni para el otro, pero ambos siguen bregando con orgullo. Se impuso el toledano (7-5, 3-6, 7-5, 4-6 y 6-4) y de esta forma despidió al alicantino, de 35 años, en horas bajas porque trabaja, trabaja y trabaja como un cosaco, pero los resultados no llegan. Se hace muy raro verle caer tan rápido al que ha sido uno de los jugadores más regulares de los últimos años; en Roland Garros, de hecho, no se marchaba tan pronto desde 2004. "Ni antes me creía el mejor ni ahora el peor", dijo, lamentando haber cedido tres breaks en la última manga.

Tiene razón Toni Nadal cuando habla del palidecer de una época dorada, pero, ley de vida para todos, para todo. Para el tenis también. Llanto, empatía, alegría y rabia; Almagro, Del Potro, Feliciano, Ferrer. La vida misma.