Una generación vengada
La generación madridista del 78 hizo tres viajes de fin de curso a Tenerife, dos de ellos sin su consentimiento. Fue una generación arruinada en la adolescencia por dos Ligas perdidas, la primera increíble y la segunda cantada. Desde entonces esa generación no tolera los porteros con gorra, los defensas con bigote, los delanteros calvos y, por encima de todas las cosas, los madridistas.
Los madridistas son un pueblo sin rumbo que no cabe en su país, como los holandeses, y a veces terminan asentándose lejos de casa. La paradoja es que el madridista sólo puede volver a su país de una manera: arrebatándole al Madrid un título. Valdano fue la excepción, pues la Liga que le quitó el Tenerife al Madrid fue tan cruel que le hizo falta ganar otra en las mismas circunstancias. Y así fue como a la edad en la que nuestra generación empezaba a perder cursos, virginidad y vergüenza, los madridistas ya estábamos perdiendo ligas, como nuestros padres.
Uno de aquellos jugadores que se fue llorando de Tenerife estaba en el banquillo del Málaga, tan cansado de sonar que avisó de que él era “más madridista que Valdano”, un mensaje que significa que nadie tiene más ganas de volver al Bernabéu que él, o sea de quitarle un título al Real. Con el 0-2 de La Rosaleda y el 0-2 del Camp Nou Míchel lo tenía medio hecho; el Madrid necesita estar contra las cuerdas para ganar y tenerlo todo hecho para perder.
Se impuso, sin embargo, el Madrid irreconocible: el Madrid que sigue un guión de certezas y no de santos milagreros. Fue el mismo Madrid que esta temporada se levantó después de dos palos que en otras épocas, presa de sus desequilibrios internos y su extraña poética del derrumbe, le dejarían sonado como en la Primavera de Queiroz. Al 2-3 del Barça en el último minuto del Bernabéu, con la Liga a la deriva, Zidane respondió sacando a los suplentes en el resto de partidos. Al 2-0 que el Atleti logró en diez minutos el Madrid respondió quedándose el balón e improvisando el control de un partido herido de muerte. Un directivo afirmaba antes de Málaga: “Es probable que sea el grupo humano de más calidad que hemos tenido en los últimos veinte años”.
A la adolescencia de la generación madridista del 78, educada en colegios de curas de Eindhoven y Milan, Tenerife le abrió los ojos y el propio Madrid, cuando crecimos, se los volvió a cerrar intercalando Ligas sueltas entre Champions Leagues.
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