El momento de Carlos Sainz
El español, martirizado por las averías de su coche en Bahréin, trata de lanzar mensajes que llamen la atención de un equipo grande
Carlos Sainz lleva mucho tiempo mandando esos mensajes que le pide su padre y que el 15 de marzo de 2015 le llevaron a debutar en el Mundial de Fórmula 1 con solo 20 años. A medida que fue quemando etapas en las categorías inferiores, lanzar esas señales, desde una pole conseguida sobre una pista resbaladiza como el hielo a una vuelta rápida en el momento justo, cada vez se le fue complicando más al español, que sin embargo, sigue erre que erre con esa estrategia en su tercera temporada enfundado en el mono de Toro Rosso.
La semana pasada, en China, Sainz volvió a monopolizar el foco de atención en el momento de más tensión, la arrancada, al ser el único que tomó la salida con las gomas lisas en Shanghái, donde el asfalto todavía estaba medio empapado. Aquello que muchos catalogaron en ese instante de chifladura terminó por confirmarse como el plan más acertado, y el gesto, que aglutinaba valentía por parte del piloto y confianza en él por la de Toro Rosso, le llevó de la undécima plaza que ocupaba cuando los semáforos se apagaron a cruzar la meta el séptimo. Ese resultado, combinado con el octavo puesto que logró en la primera parada del calendario, en Australia, le dejan en la séptima plaza de la tabla de puntos tras solo dos grandes premios, su mejor inicio en el certamen.
El pasado mes de julio, Toro Rosso ejerció la opción que tenía sobre él y renovó su contrato con vistas a 2017. Así le cerró la puerta a una más que posible marcha a Renault, que le hizo llegar una oferta muy tentadora. La posibilidad de recalar en la formación francesa se esfumó, al menos temporalmente, de modo que el hijo del bicampeón del mundo de rallies (1990 y 1992) seguirá este curso acumulando experiencia como integrante del segundo equipo de la compañía del búfalo rojo. Hoy por hoy, el corredor solo tiene un objetivo: firmar la mejor temporada de su vida para motivar una reacción de una de las escuderías más potentes, para poder dar ese salto de calidad que le permitiría pelear por objetivos importantes en 2018. “Los tres primeros equipos están en otra liga. Ni siquiera me fijo en ellos, sería estúpido”, afirma Sainz. “Que ni siquiera puedas plantearte pelear con ellos es una broma de mal gusto. Es frustrante, aunque claro, si yo fuera uno de ellos no me importaría”, añade.
Llegados a este punto, en la mente del chico se dibujan dos posibles alternativas: promocionar a Red Bull o firmar por alguna de las otras grandes potencias. El primer camino le llevaría a volver a compartir taller con Max Verstappen, algo que de entrada pasa por un cambio de aires de Daniel Ricciardo y que, además, no termina de convencer a los responsables de la estructura. Y el segundo desenlace solo se podrá materializar siempre que Toro Rosso le deje marchar, algo que tampoco parece estar tan claro que pueda suceder. ‘Carletes’ trata de vivir ajeno a todo eso porque es consciente que lo único que importa es seguir hablando en la pista.
Dicen que los mejores son aquellos que encuentran la forma de emerger de las situaciones más delicadas, y el madrileño tendrá una gran ocasión este domingo en Bahréin para lanzar otro de esos avisos para navegantes. Un problema en el escape de su monoplaza hizo que solo pudiera completar cinco vueltas en el segundo ensayo del viernes, y otra avería le dejó tirado a pocos metros de pasar sobrado a la segunda criba de la cronometrada de ayer, y le dejó el 16º en la parrilla a la espera de sanciones. “Ya me tocaba poner ese extra al no haber rodado en el entrenamiento de ayer [por el viernes] así que ahora todavía será peor. Me tocará remontar y ya sabemos lo complicado que es eso con estos coches”, zanjo Sainz.
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