Míchel desactiva el apocalipsis
Hay una parte del periodismo deportivo patrio que espera agazapado la bajada a los infiernos de Zidane
Estaba Zidane en vías de despellejamiento cuando al Madrid se le apareció Míchel, uno de sus grandes. Y la congoja provocada por el empate en el derby ante el Atlético dio paso a un estado de euforia incontenida en el madridismo gracias a la derrota del Barça ante el Málaga, equipo que dirige el exjugador blanco. Todo ocurrió en el breve espacio de tiempo que marcan cinco horas. El apocalipsis se cernía sobre Chamartín tras el gol de Griezmann, que suponía la igualada a cinco minutos del final y que dictaba la sentencia de un partido que el Madrid tuvo en su mano y que no fue capaz de cerrar por esas cosas que tiene este equipo, que pasa en un santiamén de tocar un vals a arrancarse, sin motivo aparente que lo justifique, con Paquito el Chocolatero.
Hace unas fechas, quien esto escribe tuvo la ocurrencia de sentarse ante el televisor a ilustrarse un poco, que buena falta le hace, con una de esa tertulias que se pueden encontrar en horario nocturno. Allí departían cuatro exfutbolistas, Albert Luque, Palop, De la Red y Dani, jugadores que fueron de élite. El Madrid acababa de ganar 2-4 en Leganés y el moderador tuvo a bien preguntar a los presentes qué les parecía la sustitución de James, que provocó el enfado del jugador colombiano. Fue Luque el primero en contestar: “Una gili… Una tontería”. Similar opinión expresaron los demás, para quienes el asunto resultaba baladí. “Malo sería que un jugador sustituido no se cabreara”, comentó uno de ellos. El presentador, sin embargo, mostró su discrepancia calificando el asunto de “gravísimo”. La noticia no estaba en el triunfo del Madrid, ni en los dos goles de Morata, ni en el partidazo que acababa de marcarse Asensio. La noticia era el enfado de James, la ojeriza que sin duda le tenía Zidane. No sin temor, este escribiente cambió de canal y acudió a otro debate no menos interesante. Allí el tema de discusión era el mismo, con una salvedad. Importaba, y mucho, conocer qué decían los medios de comunicación colombianos respecto a la “humillación”, pues así se definió, de Zidane hacia James. Pero nada importante decían. Daban la noticia de la victoria del Madrid, de la sustitución del futbolista y de su enfado. Y punto. Colombia no declaraba la guerra a España. Insólito.
Viene esta memez a cuento porque hay una parte del periodismo deportivo patrio que espera agazapado la bajada a los infiernos de Zidane, ese hombre que además de entrenar al Madrid humilla colombianos. Y es curioso porque si algo se valora del técnico francés, por no decir lo único, resulta ser su capacidad de gestión del vestuario. Lo de menos es que su equipo lleve 52 partidos seguidos marcando. O que haya ganado 54 de los 74 choques que ha dirigido. O que haya perdido cinco. El Madrid no juega a nada, bueno, sí, a ganar, menuda menudencia comparada con un James enfadado.
Con el gol de Griezmann comenzaron a escucharse campanas tocando a difuntos, mientras el lenguaje agonístico se adueñaba del madridismo. Hasta que llegó uno de los suyos, de nombre Míchel, que 520 kilómetros al sur acudió al rescate de su Madrid con la inestimable, e inesperada, ayuda de Neymar, el jugador más golpeado del fútbol español, que en La Rosaleda decidió autoexpulsarse. El Málaga derrumbó al Barça, las campanas callaron y lo que era un desastre pasó a convertirse en un día de éxtasis para el Madrid y, de paso, para Zidane, ese chico sonriente que sigue destrozando récords, que viene a ser lo de menos cuando a su izquierda, allá en el banquillo, se sienta cabizbajo, triste y enfadado James. Y humillado, por lo visto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.