El Celta deja irse vivo al Krasnodar

Hubo un momento a punto de llegarse al ecuador del partido en el que el Celta se empezó a encontrar incómodo en su dominio. Le importunaba mostrarse tan superior y ver como los minutos se descontaban sin que el marcador se moviese. El Krasnodar era un pelele. Había un equipo que proponía y otro que perseguía y se retorcía en su trinchera. El Celta disparaba desde todos los flancos: Guidetti llegaba al remate, Aspas y Wass intercambiaban posciones y eran indetectables para los zagueros, Hugo Mallo percutía y Pione Sisto simplemente era imparable. Pero tal despliegue balístico no hacía diana y eso empezaba a ser un problema.

Ocurre que el fútbol es insondable. El Celta llegó decenas de veces al área durante la primera parte, remató varias veces en ventaja y de sobra mereció premio. Lo encontró en el primer intento de la segunda con un disparo lejano, una falta ejecutada por Wass que pasó entre un bosque de piernas para colarse junto a uno de los palos ante el aturdido meta Kritsyuk.

El Krasnodar dejó estela de ser menos equipo que el Shakhtar, detalle que alivia las esperanzas celtistas de estar en los cuartos de final, pero cuando se vio atrás en el marcador esbozó la intención de estirarse. El Celta se relamió, siempre cómodo en los partidos que van y vienen. Puede que a estas alturas en Europa haya que guardarse un poco más porque el Krasnodar penalizó la alegría con un gol hijo de una zaga blanda que permitió a Wanderson conectar con el sueco Claesson, fino en el regate final y la definición.

El bofetón fue sonoro. Lo que al Celta le costó un variado despliegue durante 50 minutos se lo cobró el Krasnodar en apenas cinco y con dos leves apretones. Hasta entonces los futbolistas que prepara Berizzo no habían dejado de gustarse por más que el gol no llegase, pero ver abierta su puerta no solo les penalizó en el marcador sino también en el espíritu, en definitiva en el juego. Sergio Álvarez evitó el segundo gol ruso. El Celta se había ido y tampoco es extraño en un equipo con querencia a caer en periodos de atonía durante los partidos. Quiso volver con Jozabed y Beauvue, con el balón al piso y Aspas por delante para dejar sin referencias a los centrales. No llegó al nivel de excelencia anterior al descanso, pero el fútbol volvió a demostrar su carácter imprevisible porque al final, con el Celta casi abocado a una nueva gesta en tierra extraña, a tener que marcar en Rusia para llegar a cuartos de final, encontró un gol que le deja en ventaja tras la enésima subida al ataque de Hugo Mallo, monumental centro y fantástico testarazo de Beauvue, al fin protagonista tras casi un año lesionado.