El último plan de Luis Enrique
La táctica del técnico en el Calderón permitió al equipo recuperar la moral después de dejar en evidencia que el Barça tiene un problema de juego y de forma con los medios
El antídoto va más rápido que la evolución del estilo en el Barça. Así se explica que al equipo le cueste tanto jugar a fútbol respecto a temporadas anteriores, de acuerdo con la opinión de su entrenador, para quien la posesión es solo un medio para ganar. “Lo que ha cambiado es muy fácil de contar”, explicó ayer Luis Enrique. “Coged a los entrenadores rivales y decidles que dejen jugar al Barça de una vez; y al que marca al hombre a Busquets, que suele ser el punta, también le decís que le deje jugar porque el pobre se aburre. La clave la tienen los entrenadores rivales. Los contrarios nos presionan más arriba”.
No le ha quedado más remedio al técnico que desarrollar nuevas fórmulas para salvar el acoso contrario e intentar desplegar al tridente, la fórmula que el propio Luis Enrique encontró como solución para dar vuelo a un modelo de éxito que se estancó después de haber alcanzado su plenitud con Guardiola. El contragolpe dejó de funcionar al igual que en su día se paró el ataque: los adversarios encontraron la manera de combatir al Barça. Ocupado en sorprender al contrario, Luis Enrique le ha dado muchas vueltas al asunto hasta recuperar una vieja receta de Cruyff en el Calderón.
Acusado de involucionista y de resolver los partidos con interiores de despliegue extraños a La Masia, Lucho dispuso un 3-4-3 en rombo frente al 4-4-2 del Atlético. El plan le permitía tener superioridad en la primera línea por la presencia de tres defensas contra dos delanteros, aspiraba a controlar el partido y a tener la posesión con cuatro centrocampistas, y quería fijar a la zaga adversaria con tres puntas, dos abiertos a las bandas para tapar a los laterales de Simeone. La propuesta cedía el protagonismo a los medios, la clave del ADN futbolístico del Barça, aparentemente no siempre bien interpretado por Luis Enrique.
El escenario parecía idóneo para que el equipo se juntara mejor después de reencontrarse con los delicados volantes de toda la vida y con el mediocentro de siempre en el Barça. Ocurrió que Busquets perdió la pelota con más frecuencia que en jornadas anteriores; tampoco apareció Iniesta; apenas hubo noticias de Sergi Roberto; y Messi entró poco en juego, suficiente para firmar el 1-2. El encuentro se resolvió una jornada más en las áreas, donde el azar y la pegada pesan más que el fútbol, hoy menguante en el Barça.
Los centrocampistas quedaron en fuera de juego desde que los centrales no supieron darle salida a la pelota y la corriente no llegó a los delanteros, sobre todo a Suárez. No hay equipo más transparente que el azulgrana porque en un 3-4-3 las funciones de cada jugador se suponen memorizadas en la Ciudad Deportiva. Y, por lo visto en el Calderón, no se sabe si están olvidadas, si se ha dejado de creer en ellas, ni que sea por evolución propia, o si fueron inutilizadas por el Atlético. El técnico consiguió de todas formas que no se hablara de su manual de instrucciones, tan criticado contra el PSG, y en cambio se profundizara en el estilo y el mal momento de forma de los medios del Barça.
Olvidado el rondo y el efecto del pase multiplicador, al Barça le cuesta jugar y, además, no está en forma, cosa preocupante en un plantel de Luis Enrique. A cambio, el equipo recuperó la moral de victoria después del ataque de pánico y desconfianza que provocó el 4-0 de París. El 3-4-3 de Luis Enrique, por tanto, no habría sido una receta estable ni la manera de reconciliar al equipo con su pasado, tampoco una fórmula para sorprender al Atlético, sino la mejor salida para estimular al Barça. No hay que olvidar que el porcentaje de victorias de Luis Enrique en 100 partidos solo es superado por Guardiola (78% frente a 75%).
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