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Messi enfila al Barcelona ante el Atlético

Los azulgrana sacan tajada de su mejor primer tiempo ante un rival tibio al que no le alcanzó con su notable mejoría en el segundo acto

José Sámano
Messi celebra su gol al Atlétic.
Messi celebra su gol al Atlétic.Daniel Ochoa de Olza (AP)

Un Atlético ambulante, tibio al principio y frenético después, sucumbió en la ida frente a un Barça aferrado al picante de sus delanteros. Un duelo muy copero y mutante, con mejor flujo azulgrana en el primer acto y mayor empaque colchonero después. Pese a la gran ventaja barcelonista, visto el repunte colchonero cuando estaba en la lona, quizá aún se vislumbra trama en la vuelta, en la que no participarán Neymar y Gabi, sancionados.

Ha perdido algo de colmillo el Atlético. Hoy no siempre es aquel convoy de cocodrilos que provocaba úlceras a cualquier rival, incluidos los más heráldicos. En algunos momentos, como en el primer periodo, solo pareció una versión tuneada del glorioso ciclo de Simeone. Para muestra elocuente, los dos goles encajados, que brotaron de la nada. Hubiera resultado impensable que el espartaco Atlético del cholismo más genuino se venciera frente a una carrera de un adversario desde medio campo y contra tres alguaciles colchoneros. O que un pelotazo del portero rival le destartalara sin más. Por la primera vía llegó el tanto de Luis Suárez tras un birle de Mascherano a Griezmann. Intrépido como es el charrúa, se retó con Savic, Godín y Moyà, sacó la cadena a los dos primeros y batió al meta con un toque de tobillo de esponja. Un golazo tan madrugador como definitivo pareció el de Messi pasada la media hora. En el origen, un zapatazo de Cillessen, estupendo en el juego corto y el largo. Para broche final, otro zapatazo, esta vez de Leo. Dos tantos para fardar los azulgrana, tan extraordinarios como sintomáticos de ese Atlético más afeitado.

Quiso Simeone que sus chicos enchironaran al Barça en la salida desde su guarida. Hasta seis colchoneros acosaban a los visitantes, lo que dejaba a los cuatro zagueros rojiblancos en un descampado frente a los tres atacantes de etiqueta de Luis Enrique. Un técnico, el asturiano, entregado como nunca a un equipo con dos marchas. De un lado, la intendencia, con un medio campo inédito, con el hormigón de Mascherano, Rakitic y Gomes; por otra parte, a su aire, los tres puntas con la guadaña afilada.

De entrada, no le funcionó al Atlético la presión avanzada. El equipo no ha dejado de ser gregario, pero no coordina como antaño. Hasta el segundo tramo, fueron muchas las disputas a las que los atléticos llegaron un pelín tarde. De inicio, sin la convicción que distinguía al Atlético con el pico y la pala, no tuvo demasiados enredos el Barça para dar carrete al juego desde el rancho de Cillessen, bien guiado por Mascherano, al que sus contrarios perdieron la huella más de la cuenta. El Jefecito conoce el oficio de Busquets.

Hasta el envite del segundo acto, el Atlético solo reaccionó durante un trecho tras el tanto de Suárez. Sin dinamita, pero al menos abrochó por un tiempo al Barça, aunque fuera con más fiebre que fútbol. No tenía plano Koke, protagonista por un par de tarascadas a las piernas rivales, sobre todo una a Neymar, no por ejercer de guía con la pelota. En cuanto se activó Messi, de nuevo se fundió el Atlético. Hasta que cambió el chasis tras el intermedio.

De vuelta del descanso irrumpió otro Atlético, más reconocible, con mayor volumen. Con más diente y decisión logró desconectar al Barça, que se quedó sin hilo con sus delanteros. Torres, relevo de Vrsaljko, agitó a los suyos, el equipo se tensó y atornilló a los azulgrana, por fin incomodados en cada asalto, por fin ya amenazados por Griezmann, con mayor pujanza de Gabi, de Koke... Nada ver con el primer Atlético, ya con Simeone como entrenador de la hinchada. El gol esperanzador de Griezmann fue una derivada de la crecida colchonera. Para entonces, Cillessen, decisivo en un remate de Griezmann, no solo estaba obligado a jugar con los pies.

A Luis Enrique no le quedó más remedio que mudar el medio campo. El partido volcánico que ya planteaba su contrario le exigía dar con una pausa, mayor control: Suárez y Rafinha, gente de mejor temple, por Gomes y Rakitic. No cedió el Atlético, pero el Barça encontró algún respiro. De nuevo cogió la bandera Messi, al que Moyà frustró un gol de falta con un vuelo prodigioso. No le secundó Neymar, que mandó al anfiteatro una asistencia de La Pulga. No se intimidó el cuadro del Cholo, que tiró de la caballería, con Gaitán, Gameiro... En varias oportunidades se le fue el empate por un dedo. Los locales reclamaron un penalti a Gaitán como los visitantes se quejaron por una posible falta de Koke en el gol rojiblanco. Fuera como sea, la suela desgastada no le alcanzó, pero el segundo tiempo le confirmó que aún tiene señas de identidad. No es poco consuelo. Para el Barça, una victoria de calado, pero sin llegar a ser un equipo redondo. En estos tiempos, ninguno de los dos lo es.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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