El Atlético más valiente roza las semifinales
Los de Simeone encarrilan su pase tras superar al Eibar con una alineación ofensiva y un juego en el que predominó la calidad técnica sobre la táctica y el físico
Con ese once tan atrevido anunciado en la previa, con viveza para castigar los errores del Eibar, el Atlético de Madrid dejó visto para sentencia su pase a las semifinales de la Copa. Aún con las dudas generadas en los últimos meses, una renta de tres goles aún parece insuperable para el que hasta hace poco era el mejor equipo del mundo en defensa.
De alguna manera, la fría noche fue calentada por los futbolistas de Simeone con más toque que pizarra. Con más iniciativa desde la pelota que desde las batallas físicas y de los espacios. La propuesta apunta a efímera, pero deja el rastro que ya imprimió ese intento de reinvención que se desmoronó por las derrotas en Sevilla, en Anoeta y en el derbi. En lo que va de temporada, el Atlético ha jugado mejor y ha ganado más con la nueva fórmula que con la vieja. La cuestión es que Simeone aún no cree que esa versión pueda ser tan competitiva como espera y se le demanda. Ahí tiene una transición que culminar a medio plazo, un potencial a desarrollar y la posibilidad de mezclar esos dos estilos sabiendo elegir cuándo conviene uno más que otro y cuál tiene que predominar desde el inicio de los partidos.
La alienación fue rupturista con el molde clásico del Atlético. Más propicia para llenar el ojo del aficionado, que tras el deseo de la victoria como objetivo primordial también esconde el anhelo del disfrute del juego, de contemplar gestos técnicos con los que luego categoriza el valor de los futbolistas. Se atrevió Simeone con Gaitán, Koke, Saúl y Carrasco en el once. La posición de este último no fue en un costado. Fue alineado como delantero junto a Griezmann apuntando a su velocidad para romper esa línea defensiva adelantada con la que acostumbra a jugar Mendilibar. El once rojiblanco suponía la suplencia de Godín y Gabi, reservados para San Mamés. Ambos no están firmando su mejor temporada y quizá necesiten esas raciones puntuales de banquillo para que corra ese aire fresco que anoche supuso la apuesta de su entrenador. A los dos, luego les concedió los minutos finales para concederles la misión de amarrar.
No tuvo el Atlético dispuesto por Simeone la contundencia de su versión más siderúrgica. Fue otra cosa. Con más o menos acierto, intento ser un equipo pleno de intenciones con el balón. Tuvo salidas desde atrás con Koke y Saúl en el medio, intentos de pases filtrados de Griezmann, Correa y Gaitán que se perdían por poco. Esa falta de precisión puntual fue paliada en muchas ocasiones por la aparición del uno contra uno.
Más regate
A veces, se echa de menos en los partidos del Atlético algún regate de más. Más cinturas calientes, más desequilibrio. Ahí Gaitán y Correa, partiendo desde la derecha, se lucieron. Gaitán está en plena progresión, asomándose cada vez más a ese futbolista de manejo afilado que deslumbró en el Benfica. Eso sí, necesita tener más el balón que correr tras él.
No fue un dominio el del Atlético por ritmo o por intensidad, que también lo tuvo. No en los niveles que le hacen un equipo intratable, pero sí con el suficiente para reducir al Eibar a las incursiones de Bebé y Rubén Peña. Pobló Mendilibar el centro del campo y ante las bajas que le acuciaban reforzó esa idea con Adrián como falso nueve. Resultó que se encontró con un Atlético que le ganó la posesión y que ajustició el primer error que tuvo su equipo. Fue una salida en falso de Yoel en una falta botada por Koke que Giménez dejó de cabeza para que Griezmann, también con la testa, la remachara.
Con una hora por delante, el Atlético siguió transmitiendo en algunos de sus jugadores cierta liberación y la necesidad de imponerse más por calidad que por fuerza. Griezmann pareció disfrutar rodeado de jugadores con los que combinar. Carrasco, que jugó siempre al límite del fuera de juego, por fin pudo romper la línea en un desmarque tras un gran pase al hueco de Filipe. Aplicó su zancada para romper, recortar y, a trompicones, generar un rebote ante Yoel que Correa remachó.
Ya con 2-0, Simeone metió a Gameiro, que hizo el 3-0 en otra jugada a balón parado bien interpretada por Griezmann para dejarle de cabeza el tanto a su compatriota. Luego entró Godín y Giménez pasó al mediocentro. En San Mamés no habrá tanto aire fresco.
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