El año del perro
En 2030, el gobierno de Xi Jinping acertó al trasladar el epicentro del fútbol a su país
“No temas envejecer. Teme quedarte quieto.” Proverbio chino.
Es el año 2030, el del perro en el calendario chino. Melania Trump es presidenta de Estados Unidos, o los que quedan de ellos tras la secesión de las costas este y oeste del país nortamericano durante el tercer año en la Casa Blanca de su exmarido, Donald, hoy casado con Kim Kardashian.
China, cuyo presidente Xi Jinping se acerca a su segunda década en el poder, es la híperpotencia indiscutida del planeta: la economía más rica, las fuerzas armadas más poderosas, la liga de fútbol con los jugadores más estelares, los clubes más fuertes y las arcas más llenas.
Los chinos empezaron comprando a los mejores futbolistas de América Latina y África y acabaron haciéndose los dueños de ambos continentes. La vieja Europa se ha convertido en un parque temático para turistas asiáticos. De especial interés para los visitantes del lejano este son las ruinas del Coliseo romano, del estadio londinense de Wembley y del Camp Nou. El una vez grande FC Barcelona, que tras la independencia catalana ya no juega en lo que queda de la liga española, disputa sus partidos por la Copa Jordi Pujol en un campo de hierba artifical en en un barrio de l’Hospitalet.
El Estadio Bernabéu, en cambio, no ha caído en el desuso. Una de las primera medidas del gobierno del partido Podemos cuando ascendió al poder en 2021 fue traspasar el parlamento nacional al venerable anfíteatro en el que el Real Madrid tantos títulos conquistó. Conocido hoy como la Casa del Pueblo, ahí se reúnen diariamente 80.000 militantes del régimen bolivariano español para decidir, por democracia directa, el rumbo del país.
A diferencia del Barcelona, sin embargo, el Real Madrid prospera. Los historiadores señalan los días finales del año 2016 y el principio del 2017 como el momento decisivo. Ahí fue cuando dos jugadores aparentemente trasnochados, el brasileño Oscar y el argentino Carlos Tévez, se convirtieron en los futbolistas mejor pagados del mundo tras sus traspasos al Shanghai SIPG y al Shanghai Shenhua. Ahí fue también cuando se dispararon los rumores de que los mejores de los mejores, Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, estaban siendo tentados a mudarse a la Superliga china con cantidades superiores incluso a las que habían acumulado Vladimir Putin, Cristina Kirchner y el agente de fútbol portugués Jorge Mendes durante sus años de gloria.
Florentino Pérez, el astuto presidente del Real Madrid, entendió antes que nadie el cambio tectónico que se avecinaba. Actuó tras leer lo siguiente en The Guardian el día de Reyes de 2017: “Las empresas dueñas de los 16 clubes de la Superliga china ven sus inversiones como una manera de obtener favores del gobierno de Xi Jinping.” Pérez convocó una asamblea especial de los socios de su club en la que anunció que el Real Madrid cambiaba su nombre a Real Pequín ACS y se trasladaba a China.
Lo que pasó después es de sobra conocido. Aparte de la reconstrucción de la gran muralla china, a la que se agregó cincuenta pisos a lo largo de sus 20.000 kilómetros de perímetro, la que había sido la gran rivalidad mundial futbolística entre el Real Madrid y el FC Barcelona fue usurpada por el Real Pequín ACS, entrenado por José Mourinho, y el club anteriormente dominante en China, el Guangzhou Evergrande, entrenado por Pep Guardiola.
Hoy nadie duda de que el gobierno de Xi Jinping acertó al trasladar el epicentro del fútbol a su país. En apenas diez años China transformó su hegemonía económica mundial en hegemonía cultural. Todo el planeta hoy sigue los partidos de la superliga en televisión como en su día seguían los de la Champions League europea. Miles de millones se plantan frente a sus televisores a todas horas de la noche para poder ver a la estrella del Pequín y segundo marido de Melania Trump, que a sus 45 años está a punto de recoger su balón de oro número 18 (hablamos, por supuesto, de Cristiano Ronaldo), y al crack del Guangzhou, el octogenario Andrés Iniesta.
Lionel Messi se propuso ir a China también pero al enterarse de que ahí no habían oído hablar ni de los bifes de chorizo, ni de los chinchulines, ni del dulce de leche decidió retirarse en su Argentina natal, el país más próspero del mundo per cápita desde que el Peronismo despareció del panorama político nacional y emigró a Estados Unidos durante la campaña presidencial de 2016, el año del mono.
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