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Los adioses simultáneos de Wiggins y el Tour de Qatar

La carrera del golfo anuncia que no se disputa el día que Wiggins comunica por cuarta vez que cuelga la bicicleta

Carlos Arribas
Wiggins guía el cuarteto británico de persecución en los Mundiales en pista de 2016.
Wiggins guía el cuarteto británico de persecución en los Mundiales en pista de 2016.Alastair Grant (AP)

Los aficionados al ciclismo están acostumbrados a no creerse nada que no supere la prueba del tiempo, diez años más o menos desde que aparentemente ocurre. Son por eso, quizás, la gente más preparada para sobrevivir en el mundo de posverdad que todo lo invade, esa niebla en la que los hechos objetivos, como dicen los del diccionario de Oxford, importan menos que la emoción con la que los carguemos, lo que se quiere creer o la interpretación con que se transmitan.

Bradley Wiggins, el ganador del Tour que no volvió a correr la grande boucle después de su victoria, anunció el miércoles por cuarta vez en su carrera que se retiraba del ciclismo. Lo hizo a través de su Instagram y el mundo acogió la noticia como si no hubiera habido pasado. No así los aficionados, que aún continúan recabando información para ubicarlo definitivamente en su historia personal del ciclismo.

El mismo día, apenas dos meses después de que la Unión Ciclista Internacional (UCI) proclamara la posverdad de que el Mundial de ciclismo de Qatar había constituido, pese a la ausencia vistosa de aficionados en las cunetas, un paso decisivo para la absoluta globalización de su deporte, la propia UCI anunció que el Tour de Qatar, la carrera más veterana de la región (se disputaba desde 2002 organizada por ASO, la empresa del Tour de Francia, y Eddy Merckx, dios), dejaba de disputarse por falta de patrocinadores. En la zona de los emiratos del golfo se continuarán corriendo, hasta que los emires se aburran, las últimas carreras inventadas, las de Dubai, Omán y Abu Dabi. En ellas participarán los equipos profesionales de Bahréin (líder: Vincenzo Nibali) y Abu Dabi (Rui Costa), situados en lo más alto del escalafón por jeques calculadores. El Mundial de ciclismo significó el fin del ciclismo en el país que acogerá en 2019 el Mundial de atletismo y en 2022 el de fútbol.

Wiggins corrió su último Tour en 2012 y su último, e inacabado, Giro en 2013. Desde entonces, la carretera fue secundaria en la carrera del cinco veces campeón olímpico (pista y contrarreloj), salvo por su participación en la París-Roubaix en abril de 2015, el día que anunció por primera vez que dejaba el ciclismo profesional para concentrarse en el velódromo de los Juegos de Río 2016, su último servicio a la bicicleta, anunció.

El aliento que le portaba era tanto que le dio para disputar, en septiembre, una competición más en carretera, la Vuelta a Gran Bretaña, sus últimas pedaladas en asfalto, y, hasta el 20 de noviembre, otra en velódromo, los Seis Días de Gante, de arcoíris junto a su amigo Mark Cavendish. Podía haber anunciado entonces su enésima retirada, en la ciudad en la que nació en 1980, hijo de un pistard australiano que abandonó rápidamente a su madre, un lugar y un momento cargados de significado y de calor de la afición. Entonces, envuelto en entusiasmo, hasta dejó caer que seguiría dando vueltas a los velódromos a hasta los Juegos de Tokio. Un mes después, dio marcha atrás. Se despidió por cuarta vez con un lejano mensaje en las redes, y una foto con todos los maillots, dorsales y medallas que han significado algo en su carrera.

Tour y récord de la hora

Destacaban en la foto un cartel con cinco cifras, 54,526, su récord de la hora aún vigente, y el maillot amarillo y el trofeo del Tour del 12, las dos victorias que mejor simbolizan la tercera gran posverdad del ciclismo del momento, la revolución científico técnica que supuso el equipo Sky cuando llegó al pelotón en 2010.

En la foto no aparecen algunos elementos clave para su rendimiento: no hay ni una bici ni tampoco ninguna medicina. Estas últimas debieron de ser tan importantes que es por ellas, por las revelaciones que unos hackers rusos hicieron al mundo sobre el uso de corticoides con permiso de las autoridades en momentos clave para perder peso aceleradamente y afinar su forma, por las que la prensa británica, la misma que se rindió a sus pies en 2012, el año que la reina le nombró Sir, y algunos parlamentarios de los Comunes empiezan a preguntarse si las sombras que crecen no les obligará a redimensionar su figura y la del ciclismo.

Después de Wiggins y las dudas, Chris Froome, su heredero en el Tour (tres), en el Sky y en el Reino Unido, no ha sido ningún año ni siquiera finalista en las votaciones para el reconocimiento de Deportista del Año de la BBC.

Un fluimucil de 700 euros

En una farmacia francesa, una caja de sobres de fluimucil vale ocho euros. Al Sky, el fluimucil que, según su responsable, David Brailsford, necesitó tomar urgentemente Wiggins el 12 de junio de 2011 para curar un catarro y fluidificar sus mocos le costó 700 euros y cuatro días en la vida de un recadero: un empleado de la federación británica de ciclismo viajó de Londres a Manchester, sede federativa, a por la medicina, volvió a Londres, voló a Ginebra, llegó a los Alpes, donde corría Wiggins la Dauphiné, y entregó el paquete a un médico del equipo que inmediatamente se lo administró al corredor.

Los parlamentarios británicos que investigan, y a los que Brailsford les habló del fluimucil, no creen que sea necesario organizar tal trajín por una medicina inocua y de venta libre sin receta en toda Europa.La sombra sobre Wiggins y el Sky sigue creciendo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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