La Real fue el espejo del Barça
El tridente ha simplificado tanto el juego azulgrana que exige una intervención del técnico
No hay estadio más imposible para el Barcelona que Anoeta. A una colección dolorosa de cinco derrotas, alguna tan cruel que provocó la destitución de Zubizarreta, añadió ayer un empate vergonzoso por la superioridad futbolística de la Real y por el pobre juego del equipo de Luis Enrique. El partido y la jornada fueron un inventario de calamidades que dejan muy mal parado al Barça.
Hay algún síntoma preocupante alrededor de la vida del club, como la dimisión de la vicepresidenta económica Susana Monje, y también se dan anomalías en el vestuario, pocas tan sonrojantes como que un jugador de la plantilla (Aleix Vidal) se case en vigilias de un partido (el viernes en Almería) con el permiso del entrenador (Luis Enrique). Y el equipo se ha estirado tanto en la Liga y la Champions que se partió en San Sebastián. No se recuerda un encuentro peor en el inventario del tridente que forman Messi, Luis Suárez y Neymar. Aunque marcó el 10, después de una excelente jugada del 11, repuesto del accidente que sufrió por la mañana cuando se dirigía a la ciudad deportiva con su Ferrari, los delanteros disputaron un partido que nada tenía que ver con el de los medios y menos con los defensas y Ter Stegen.
Ningún jugador expresa mejor el desconcierto que Ter Stegen, cuyo juego vive una involución muy peligrosa desde Vigo
Ningún jugador expresa mejor el desconcierto que el portero alemán, cuyo juego vive una involución muy peligrosa desde Vigo. Ha perdido seguridad, no encuentra la línea de pase y volea la pelota como si fuera el meta de cualquier equipo —ayer dio hasta 21 pases largos—, no precisamente del Barcelona. El tridente ha propiciado la simplificación del rico juego del Barça. Los finos centrocampistas se han convertido en maratonianos y los zagueros achican el balón como los ingleses, convencidos los once de que los encuentros se resuelven en las áreas, sobre todo la contraria por la omnipresencia de Messi.
El fútbol es más frontal y vertical, el contragolpe se impone al ataque y la entrega al tridente resulta tan absoluta que se han olvidado las obligaciones colectivas y el sentido de equipo, que obliga a juntar las líneas, a imponerse en los duelos individuales y a conquistar el cuero, incluso cuando el contrario es la Real. El Barça no sabe qué hacer con la pelota, los jugadores no se mueven ni se ofrecen y los delanteros se descuelgan en Anoeta y en el Camp Nou. La mejor de las plantillas que ha tenido Luis Enrique es la que por ahora peor juega al fútbol desde la llegada del técnico asturiano al banquillo del Camp Nou.
Aunque los azulgrana ya llevaban tiempo flirteando con el marcador, la Real delató la trampa en la que ha caído el Barça. Eusebio, un técnico formado en el Camp Nou, heredero de Rijkaard y exjugador de Cruyff, destituido de mala manera cuando entrenaba al Barça B y Bartomeu prefirió dar la razón a los díscolos muchachos del Miniestadi, expresó con la Real en qué consiste el juego de posición, posesión y presión, de control y jerarquía, que constituye precisamente la identidad y el estilo del Barça. Ahí está el motivo por el que el empate resultó calamitoso y alarmante con vistas al clásico del sábado en el Camp Nou, ya con Iniesta en el equipo de Luis Enrique. El contraste resultó tan tremendo que invita a pensar en una reacción del Barcelona, angustiado y triste en San Sebastián. Ya no hay excusa que valga después del fiasco de Anoeta. La Real fue el mejor espejo para el Barça.
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