Mascherano se pierde en el laberinto azul
El central del Barça, encargado de dar salida al balón, no encuentra ayudas ni líneas de pase que desencallen al equipo
Desde que llegó Luis Enrique al Barcelona, el eje de creación gravitó del centro del campo a la delantera, de Xavi a Messi. Se perdió un poco de toque a cambio de ganar velocidad y contragolpe, de encontrar al 10 y a sus dos compinches de línea (Suárez y Neymar) en situación ventajosa que provocara el uno contra uno y evitara las ayudas defensivas rivales. La pieza clave para engarzar las líneas, sin embargo, seguía siendo Iniesta, el guardián del estilo azulgrana, de la conducción y el pase. Pero desde que Andrés está en la trastienda con la rodilla a la virulé, el Barcelona ha cambiado una vez más la palanca que mueve su fútbol y se ha instalado en los centrales. Una apuesta que no acaba de funcionar porque tampoco está Piqué [de baja por un esguince], el zaguero con mejor pie acostumbrado a conducir y provocar hasta que le sale un rival al paso. Y sin el 3, el reino de las raíces es de Mascherano. Aunque se salió con la suya ante el Granada, poco exigido por el repliegue rival, frente al Manchester City sufrió horrores y no supo encontrar ni ofrecer la rampa de salida. Tampoco le ayudaron.
Inventó Luis Enrique de inicio al colocar a Umtiti y Mascherano en el perfil contrario al natural, por lo que el pase lógico y fácil de los dos centrales era hacia dentro y no hacia los laterales. Algo de lo más extraño porque en caso de pérdida, siempre es mejor hacerlo en los costados, donde se exige el centro antes que el tiro. Pero con el argentino en la izquierda, el entrenador pretendía proteger a Digne ante las embestidas de Sterling. “Nos ha salido perfecto y no era tan raro porque Masche siempre juega ahí y Umtiti lo ha hecho varias veces con la selección francesa sub-21. Pero luego los he puesto de nuevo en su lugar natural”, convino Luis Enrique; “aunque entonces ellos han presionado más arriba”. Y ya nada funcionó porque el encargado de sacar el esférico era Mascherano y no encontraba a quién dársela porque Luis Enrique prohíbe a los volantes bajar a buscar el balón y porque Busquets estaba bien tapado por uno o dos rivales. Así que el 14 se olvidó del pase corto para lanzar desplazamientos que no llegaron a ninguna otra parte que no fuera la cabeza de Stones u Otamendi. Todo entrega el argentino, sin embargo, bastó con que pusiera el cuerpo a un disparo de Agüero para que Messi arrancara desde su campo y fabricara la contra junto a Neymar para definir casi desde el punto de penalti. Levantó Mascherano entonces los brazos y corrió a abrazar al 10. Fue la primera y la última ocasión en el Etihad.
Sin rampa
Tras el tanto del Barça, Zabaleta y Stones reclamaron a la afición un poco más de aliento, un poco más de estruendo para que no les pesaran las piernas. Guardiola, al tiempo, solicitaba a Sterling que ejecutara mejor la presión. Y todo les salió a pedir de boca porque el Barça sudó de lo lindo para encontrar huecos y perdió el balón como nunca lo había hecho, incapaz de enlazar con su media y por descontado con su delantera. Tanto fue así que Sergi Roberto, siempre fiable, erró a lo grande en un pase horizontal que Agüero recogió y entregó a Gündogan, y de ahí al gol. No decía ni pío el Barça, condenado desde la raíz, imposibilitado para ejercer su fútbol de salón y triangulaciones, negado por la voluntad y la presión rival. Por lo que no extrañaron los dos nuevos goles del Manchester City. En el último, Mascherano protestó con energía que había mano previa de Agüero y le secundó Ter Stegen tras ver la jugada repetida en el videomarcador. Pero lo mismo le daba al colegiado y a la parroquia azul, que cantaba con fuerza. Ni el central supo hallar la rampa hacia la siguiente línea ni el Barça supo imponer su fútbol.
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