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El triángulo de Guardiola

Silva, De Bruyne y Gündogan garantizan el control del juego en el Manchester City, que quiere el balón como punto de partida

David Silba controla el balón ante  Barry, Jagielka y Cleverley.
David Silba controla el balón ante Barry, Jagielka y Cleverley. Jason Cairnduff (REUTERS)

“Tener la pelota y ser valientes”. Eso les pidió Josep Guardiola a sus jugadores nada más aterrizar en Manchester. Como punto de partida para empezar a caminar juntos. Y se lo repitió de manera incesante, entrenamiento tras entrenamiento, durante el trabajo de pretemporada. La plantilla lo asumió con agrado y le hizo caso. “Son como esponjas”, reconoció feliz el entrenador, aunque no ganaran ni un solo partido amistoso durante el verano. Pero sintió que la idea cuajaba, que nadie rifaba el balón y que, empezando por Caballero, el portero con el que inició el proyecto, uno tras otro asumían la idea de tener la pelota y atacar por norma, siempre.

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En esas apareció David Silva, que llegó más tarde de vacaciones. Asomó y Pep le dio galones, nombrándole capitán. El canario cogió el brazalete y la pelota, y no la perdió. Ni él ni el City. El Chino encontró socios, primero a De Bruyne, más tarde llegó Gündogan, y juntos, pase a pase, han hecho suyo el balón. No ha habido uno solo de los partidos que ha disputado el City, ni el único que ha perdido, ante el Tottenham —jornada 7; 2-0 en White Hart Lane— en el que los skyblues no hayan tenido más tiempo el balón que su rival. Empezando por el día del debut, contra el Sunderland en el Etihad (77%), pasando por Old Trafford (60% contra el United), en Glasgow contra el Celtic (3-3) o ante el Everton el pasado domingo, cuando empataron a un gol en casa. Siempre mandó el City. Y, valiente, siempre remató más que el rival.

Líder Silva

“Es el mejor equipo al que me he enfrentado nunca”, admitió Koeman el pasado sábado. “Juegan a un ritmo tan alto que te obligan a cometer errores. No hemos merecido más que este empate, lo sé. De hecho, quizás no hubiéramos merecido ni un punto, teniendo en cuenta las ocasiones, con dos penaltis fallados, pero el fútbol es impredecible”, reconoció tras el partido el entrenador holandés.

Si contra el City el rival no ve la bola, el primer culpable es David Silva, que ha interpretado como nadie la idea de juego de Pep, seguramente porque se acostumbró a jugar con Xavi e Iniesta en la selección. El canario es el vértice de un triángulo que completan De Bruyne y Gündogan, que guarda la pelota y recupera con la misma facilidad con la que toca progresando con la portería rival como objetivo. Silva suma 397 pases buenos en lo que va de la Premier, más de 56 por partido, lo que garantiza el control del juego que pide Pep.

“Está disfrutando en el campo y se le nota. Encuentra socios y eso le gusta”, explican en el vestuario del City, donde se elogia su capacidad para ocupar espacios. “Tiene libertad, interpreta bien y escoge bien, porque es muy inteligente”, dicen en el cuerpo técnico, donde convienen: “Pep no le dio el brazalete por casualidad”. Y a Silva se le ve sonreír, entre otras cosas porque ha superado sus problemas en el tobillo que le amargaron la vida las últimas dos campañas.

El mejor socio de Silva es Kevin de Bruyne, futbolista superlativo que ha sorprendido al propio Guardiola, aunque Txiqui Begiristain le previno: “No ha dado ni la mitad de lo que lleva dentro”. “Tenías razón”, se rindió una tarde de julio el catalán a su jefe. “Es buenísimo, lo interpreta todo bien y hace muchas más cosas de las que imaginábamos”, le reconocieron en el staff. “Es un jugador especial. Sin balón es un luchador y con él tiene mucha claridad, lo ve todo. Siempre toma la decisión adecuada. Messi está en la cima, pero Kevin puede estar detrás”, confesó Guardiola recientemente. 330 pases, cuatro asistencias y dos goles contemplan su arranque de Liga, en el que se ha convertido en uno de los guardianes de la pelota. Y en un jugador valiente como le pide Pep al equipo, que encara siempre.

El último en completar el triángulo de Guardiola ha sido Gündogan, uno de los fichajes del verano, solicitud personal de Pep y que llegó del Dortmund por 30 millones de euros. El alemán, de origen turco, ha aportado su innata bonhomía al vestuario —“es un trozo de pan”, dicen— y su calidad extrema. Un tipo que lleva 47 pases buenos de media por partido, siempre cuidando el balón. Toca el triángulo, guarda la pelota y por ahí nace el City.

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