El Celta hunde al Espanyol
Los goles de Rossi y Sisto en el tiempo añadido condenan la nulidad ofensiva del equipo de Quique Sánchez Flores, mermado por las lesiones de Baptistao y Reyes
La victoria está carísima para el Espanyol. Y mucho más en su casa, hasta ahora huérfana de triunfos en Cornellà desde que Quique Sánchez Flores se sentó en el banquillo. El Celta, en cambio, ya comienza a amigarse con los tres puntos. El conjunto de Berizzo llegó con la miel en la boca después de cosechar su primera victoria ante el Sporting y se reafirmó ante el cuadro blanquiazul. Quique pide un Espanyol con pasión; Berizzo, un Celta romántico. Y fieles al ideario de sus técnicos, los blanquiazules lucharon y los gallegos jugaron. Pero cuando parecía que el silencio se adueñaba del marcador, ya en el tiempo añadido, el Celta resolvió en el área de David López lo que no había podido descifrar en todo el partido.
Berizzo tiene prohibido traicionarse. Indiferente a la historia de sus rivales, se juegue la Liga o la Europa League, se llame Real Madrid o Standard de Lieja, el Toto quiere que sus muchachos se aferren a la pelota. Y que muerdan en la presión. Sobre todo, que muerdan. Quique Sánchez Flores lo sabía. El técnico madrileño prescindió del vértigo de Hernán Pérez, hasta ahora titular, y plantó un mediocampo batallador, más demoledor que arquitecto. Marc Roca, Javi Fuego y Diop como antídoto para Radoja, Chelo Díaz y Wass. Un tapón blanquiazul en el centro del campo.
El Celta quería la pelota; el Espanyol, no. Y el juego quedó a merced de la estrategia de los técnicos. Se arropó el cuadro de Quique cerca de Diego López, el conjunto gallego movió el balón, pero chocaba y chocaba con la muralla de camisetas blanquiazules. Pero mientras el Celta carecía de tiza en el último pase, el Espanyol dejó en el olvido a Leo Baptistao. Sin vida en los laterales, Javi López y Víctor Sánchez estaban anclados en su campo, atentos a la pimienta de Sisto y Bongonda. Y sin extremos profundos, Reyes y Gerard Moreno se cerraban a dar un mano en la medular. No había manera de expandir el campo. Las posibles alegrías del Espanyol quedaron reducidas al balón parado o a un guiño del destino.
La primera media hora fue un puro bostezo, sin noticias de las porterías, que solo despertaron después de un mal despeje de la Sergio Gómez que plantó a Baptistao solo ante Sergio Álvarez. Pero el 11 le apuntó al cuerpo del portero. Tuvo revancha el 11. Reyes le tiró un pase de cuchara para el archivo, pero volvió a pecar de ansioso el brasileño, que se hizo un lío con el balón. La insistencia de Baptistao, que no se cansa de tirar diagonales, no tiene premio ante su afición. Y hasta su cuerpo le dijo basta. Se lesionó y le dejó su lugar a Caicedo.
Aunque el Celta tenía el cuero, lo poco (muy poco) que despertaba al partido pasaba en el área del cuadro celeste. Sin embargo, Quique Sánchez Flores quería algo más. El preparador blanquiazul dejó en el vestuario al joven Marc Roca y buscó en Hernán Pérez y Jurado la llave que le permita gritar el primer triunfo de la campaña en Cornellà. El Celta reculó y el duelo pasó de la melodía del sonajero al rock, al golpe por golpe. Un partido más a gusto de Quique que del Toto.
Sin embargo, cuando el dominio se inclinaba a favor de los blanquiazules, en el tiempo de descuento, el conjunto gallego hundió al Espanyol. Rossi no se apiadó de la dormida defensa del Espanyol y tras recibir un balón largo, se plantó solo ante Diego López. Un caramelo para el italiano. Y cuando ya no había tiempo ni para la reacción, Sisto firmó el segundo del Celta y certificó la angustiosa situación del Espanyol.
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